Si pensabas que hoy no me revolcaría entre las letras
pidiendo a gritos tus besos,
no estás equivocada,
prefiero tus brazos y tus piernas,
tu boca tibia,
que cualquier oración salida de mis manos malditas.
Y lo están porque sólo hablan de verdades,
de la vida,
son incapaces de enarbolar una mentira.
¿Quién hay que intente escribir sino puede hacer de la verdad una falacia,
de la imposibilidad la posibilidad de la existencia,
crear la realidad de la mentira?
Y es que mis manos,
y mis dedos,
y mis labios,
y mi corazón nunca te mienten,
que decir de mi cuerpo y de mi verga,
del placer
que el calor de tu cuerpo eterniza
y jamás posterga.
Ellos tampoco te mienten
si de rodillas te piden,
suplican,
que los ames
y no los olvides,
que los lleves presentes,
aunque hayan pasado otros días,
sobre tu piel y la textura de tu vientre.
Si pensabas que hoy no me revolcaría entre las letras
para amarte,
dibújate tu nombre,
en el pecho y en la cadera,
y mira al amante
de tus noches incompletas,
del espacio de tu agenda,
de tu poco ocio,
míralo despacio
y apréndete su nombre,
ve al esposo,
al amante,
al hombre...
Observa lo que es tuyo,
y que jamás te miente,
y olvida la maldición de sus manos,
sólo sino lo vuelve incompetente,
olvida que escribe,
sólo si no puede amarte entre líneas, conciente...
Y si algún día no puede enamorarte con sus letras,
has lo que yo he hecho:
Olvídate que escribe,
pero no olvides su nombre...
pidiendo a gritos tus besos,
no estás equivocada,
prefiero tus brazos y tus piernas,
tu boca tibia,
que cualquier oración salida de mis manos malditas.
Y lo están porque sólo hablan de verdades,
de la vida,
son incapaces de enarbolar una mentira.
¿Quién hay que intente escribir sino puede hacer de la verdad una falacia,
de la imposibilidad la posibilidad de la existencia,
crear la realidad de la mentira?
Y es que mis manos,
y mis dedos,
y mis labios,
y mi corazón nunca te mienten,
que decir de mi cuerpo y de mi verga,
del placer
que el calor de tu cuerpo eterniza
y jamás posterga.
Ellos tampoco te mienten
si de rodillas te piden,
suplican,
que los ames
y no los olvides,
que los lleves presentes,
aunque hayan pasado otros días,
sobre tu piel y la textura de tu vientre.
Si pensabas que hoy no me revolcaría entre las letras
para amarte,
dibújate tu nombre,
en el pecho y en la cadera,
y mira al amante
de tus noches incompletas,
del espacio de tu agenda,
de tu poco ocio,
míralo despacio
y apréndete su nombre,
ve al esposo,
al amante,
al hombre...
Observa lo que es tuyo,
y que jamás te miente,
y olvida la maldición de sus manos,
sólo sino lo vuelve incompetente,
olvida que escribe,
sólo si no puede amarte entre líneas, conciente...
Y si algún día no puede enamorarte con sus letras,
has lo que yo he hecho:
Olvídate que escribe,
pero no olvides su nombre...