Sí, para ti que dejas algo fuera de la hoja, y desvaneces la tinta entre los dedos, como migas de pan para los buitres, y que siembras suspiros en las tundras de la especie, segregando el género y evitando los capullos de cada palabra, de cada armonía, de perdidos silencios...
A ti que te escribes y te dibujas de letras pausadas, que hilvanas las tramas esperando desenlaces, que escribes finales sobre tu vientre, que engarzas puntos finales en su césped, y te dilatas entre los recovecos de la ausencia de sonidos de aquellos recuerdos perdidos a los que dictas testamento: y es que estuviste ahí, en el lugar que nadie más ha pisado, resolviendo con tus piernas las dudas de una existencia.
¿Acaso la vida se enmaraña entre caderas y resbaladas palabras? ¿Seducidas lenguas de vocablos extraños, onometopéyicos y metamorfos? ¿Se puede pensar con el aroma y las caricias a ras de piel?
Sí, si es que te inventas a cada línea y entre las sábanas, o te pintas en otros brazos y te haces conocido a los extraños: ¿Podrán ellos conocerte y saberte? ¿Hay historias colgando de las sábanas para fugarse de madrugada?
Probablemente, si hay asesinos del lenguaje, y violadores de ideas y besos cautivos y tejedores de ilusión: habrá vida al otro lado del espejo, aunque sea una imagen de mil palabras, y cien palabras de más... y es que siempre hay más, aunque no quieras se muere uno en la historia y se inventa en la novela del ayer o el cuento de hoy... y no hay nada más solo que amarrarse a la pluma que deja el ave al volar, que llegar a casa y encontrarse en la respiración de otro, de aquel que no es y sin embargo está.
Sí, es a ti, que te sueñas y tallas con tus manos el tiempo de vivir, de hacer historias, es sólo a ti, que sin nada imaginas la vida mientras le das la espalda.