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jueves, 27 de mayo de 2010

Capítulo 4.- Diario de un antropófago


-¡Muévase!

Grita el policía arrastrándome de los brazos y forcejeo para verla en el carmín violáceo que deja la sangre al oxidarse.

- ¡Qué te muevas hijos de la chingada!

Y acto reflejo deja caer su tolete repetidas veces, pero mis ojos no pueden cerrarse ante la imagen de ella, quieta y con la jeta salpicada de gotas escarlatas, que en sus hilos se confunden con el hilvanado, sobre su pecho, de su camisón antes blanco. Ella yace en hinojos sobre el piso y yo no puedo parpadear; mis fanales no ceden ni ante el vigor de cada golpe ni por el molimiento de mi carne. Verla, mientras me arrastra este policía hijo de puta me eriza, me prende, me excita. - ¡Te va a cargar la chingada! Sentía que la cabeza me iba a explotar y los labios hinchados, un madrazo más y no supe más de mí, el tolete me noqueó por completo.

Perdido entre las sombras recordaba mis días como gente normal, cuando necesitaba aquello que cualquiera necesita, evocaba cada momento de cuando era un hombre y no la bestia en que me he convertido, siempre insatisfecho, siempre con hambre y después de esa más hambre… parece ser que todo comenzó con esta soledad, de días grises y faltos de color, con tu olor impregnado a los muros de las calles que siempre recorro en esta hastiada ciudad. Así es como empiezan los momentos que dan pie a las notables circunstancias de la vida, a mareos cortos y pasos sin sentido, pasos unívocos, pasos solos que te conducen por el sendero hasta llevarte a la vorágine de este absurdo que significa estar vivo, ¡pinche soledad!

Sí esa, la de tragos amargos y oblaciones al deseo inconsciente de tu ausencia... Sí, de la falta de ti. Y es que todo inicia con el dolor de no tenerte, de levantarme y ver la nada desplegando su sueño ámbar, con al testa recargada en la almohada de al lado, en el lugar sobre el colchón que en otros días fue tuyo... Todo se sucede con las primeras lágrimas fragmentándose para llenar el hueco que dejas al partir y desaparecer a placer.

Lo cansado son los días, donde segundo a minuto se respira el olor de la vida –cotidiana, pero vida al fin-, y veo pasar a uno que otro enamorado con flores y la sonrisa idiota – en busca de compañía-. Y los envidio por tener la esperanza que yo abandoné a su suerte al filo de la azotea... Miro y miro a éstos que se besan, se toman de la mano para recorrer el sendero que ellos mismos van imaginando sin la certeza de un futuro venidero. Veo aquellos amorosos que se enfadan y rompen sus ritos en busca de hacer las cimientes de su nuevo templo, barrocos de las palabras, churriguerescos de los gestos y sonrisas cursis. A los más que se testerean sobre las ropas, aguijoneando con el veneno de la lujuria la piel bajo los encajes, algodones y trasparencias, esos que blanden las palmas incitando el deseo con la huella de los dedos, partidarios de la eterna búsqueda del paraíso y la pequeña muerte, mientras yo camino con el aviso de la mía colgando de la espalda.

Mi muerte, mi muerte, mi muerte…En mi inconsciencia deseo despertar y el sabor de mis fluidos y mi plasma coagulado en mi garganta me reconfortan. Quisiera recordar a través del mensaje de la sangre cuando fue la primera vez que comenzó todo, cuando decidí que el ser humano es la cura para la soledad… no recuerdo qué me incitó a aliviar el terror al vacío alimentándome de los otros, tragándomelos… no se bien si era miedo o pánico, lo que sí sé es que el terror son las noches cuando a mis 13,333 días; 5 meses; 16 horas; 50 minutos y 44 segundos momentos de vida me descubro abandonado bajo las sábanas, tocándome como perro desencadenado, e implorando –a un Dios que no he conocido en toda mi existencia-, por la textura de tu piel, el sabor de tus labios, la humedad y lo profundo de tu oquedad; del nido que hizo la existencia entre tus piernas llenando cada hendedura encarnada de mi biografía. Por eso me deslizo al limbo de la soledad cuando desapareces y el vacío llena cada una de las expectativas y se hace la sustancia de mi mundo físico. Sí, de ésta, que me mantiene vivo, al menos por hoy.

Escucho en mi inconsciencia:

-Yo no lo quería matar, no quería, sólo me defendía –vociferaba la mujer llena de miedo, harta de todo-, le pedí mil veces que ya no pegara, se lo supliqué llorando, igual, así como me ve, es que, es que, yo de verdad lo amaba, pero el muy puto siempre me pegaba, y más ahora que estoy embarazada. Yo sólo le dejé ir el cuchillo hasta que dejo de moverse, vea usted en los libros hay un acta, no era la primera vez que me pegaba.

- ¡Está bien, mi reina, lo que tu digas! –gritó el MP- Y a ese güey que estaba espiando por la ventana, despiértenlo y déjenlo ir

Y día tras día cual devenir concéntrico sucede lo mismo, y en este estado de extrañeza -de ti, de ti, de nosotros-, me he llenado de un vacío enorme: la vacuidad habita lo mismo que Dios en mis entrañas... Y así es como comienza todo, en el arte estúpido de evocar sin un sentido exacto, sin un límite, sin ti...

Así comienza todo, sin saber si te amo más que a esta nada que llena mis vigilias nocturnas... Hoy ya no sé si vivo por mi, por tu existencia o por esta puta soledad de cagada... Y así comienza todo...

martes, 11 de mayo de 2010

Capítulo 3.- Diario de un antropófago


Sólo la veo pasar con sus facciones finas y su cuerpo irradiando tentación, camina despreocupada, con su cabello rozándole la espalda. Escucho el ir y venir de sus tacones golpeando el piso: ¡taz! ¡Taz! ¡Clac! Se mueve como una serpiente, se mueve zigzagueante, reptante, esperando el momento para seducir a cualquier incauto con sus encantos de mujer altamente sensual -su sexualidad desborda y es inversamente proporcional a su estatura-. Su cabello encarnado y ondulado, su cuello fino predispuesto a trazar sobre su tórax -desafiando a la gravedad- un perfecto par de tetas -que en días-, se esculpen al roce de sus manos, cuando descuidada en la monotonía, las carga con la palma de la mano sin otro fin que la cachondería o el acomodo de su sostén. Cuántas veces la he observado pararse frente al muro o a la orilla de su escritorio, apurada, balanceando su cadera adelante y atrás para alcanzar algo sobre la repisa, o cualquier cosa en el estante. Estoy seguro que mis brazos podrían cerrarse alrededor de su cintura sin ningún obstáculo, y mis dedos podrían hurgar sobre su vientre hasta alcanzarle su entrepierna, mientras las yemas sedientas, enredadas en la yerbera de su pubis, abrirían sus fauces para beber del manantial de su oquedad.

¿Cuántas veces me he tragado mis palabras queriendo hablarle? Sólo la veo venir y se forma una barricada en la garganta con el ¡hola! ¿Cómo has estado? Miles de saludos y ni una palabra se forma entre el espacio de la boca y mis labios... Por eso aquella, Lorena, la de Motolinia, terminó cediéndome sus palabras de poetiza desconocida, acalorada, llena del amor prófugo entre sus labios:

"Sí, entre tus labios
se teje el deseo y la vida,
con la seda de la letras mías,
con el áspero incubado de los cambios,
lejos de mis brazos,
cerca de aquellos que mueren por la carne y por tus senos,
mientras yo fallezco si te miento:
¿Cuánto deseo hay en mi cuerpo encerrado?
¿Cuánto deseo me provoca tu cuerpo enmarañado, tan osado, tan perfecto?"

Ella me mira estupefacta -no Lorena-, ésta, que se sabe deseada y perfuma con hormonas los pasillos de estos cuartos, ella, la caliente de sus años, la perfecta sombra de la lujuria encadenada con la ristra de sus sensaciones y sus anhelos. Dejé el poema sobre su Laptop pidiéndole esperara tras la salida, le firmé como un sincero admirador. Acompañé el escrito con un dulce en forma de corazón relleno de coolie de fresa...
Mientras el día proseguía, en su curso, le miraba expectante, tratando de descifrar en los ojos o en los movimientos de sus compañeros, algún rasgo de nerviosismo que les delatara, pero nada. Yo no me inmutaba ni por un segundo, pero siempre que podía le observaba desnudándole con la mente, me sabía los pliegues de cuerpo, las cicatrices de su infancia marcando las rodillas, los pequeños grumos de grasa bajo nalga por el paso de la edad, el vello crespo alrededor de su vulva, sus pezones redondos y bien formados cual corolas de las flores de ornato más bellas y de fragantes tintes.
En un descuido me escondí bajo el escritorio, y esperé pacientemente a que uno a otro, todos menos ella, fueran desapareciendo de la oficina. Cuando decidí salir, escuché abrirse la puerta de la oficina:
- ¿Eres tú? -preguntó azorada, mientras su cabello caía lentamente sobre su pecho.
- Sí.
De puntillas, con los brazos haciendo círculo se colgó del cuello, y sin dejar aliento en las palabras se fundió en un beso prolongado, que en su existencia le aceleraba el corazón y a mi la respiración. Sus manos fueron relajándose hasta volverse una caricia sobre el cuerpo, su cintura y sus nalgas se vieron invadidas por el tacto, en la búsqueda consciente de alcanzarse la mitad de ella... mujer prodigiosa de sangre hirviendo, pensamientos conversos en la herejía misma de la avidez y la lubricia. Podía ver sus botones blandir ensoberbecidos la bandera del amor carnal aconsejado por el diablo mismo, y a sus senos temblar en cada fuelle de oxígeno... Yo seguía agitado en mi respiración, mientras imaginaba cientos de palabras -aquellas que me había robado- sobre su cuerpo: éxtasis, seducción, hambre, pertenencia, cogedera, nido, amantes líquidos, ácidas palabras, necesidad. Cada una iban cayendo hasta adherirse a sus ropas o a su piel -adoraba los vellos sobre sus brazos-. Todo era perfecto hasta que irremediable una frase recorrió el camino desde su alma hasta salir por su garganta:

-¡Me encantas Pedro!

Todo había sido en vano... esperé paciente a que terminaran sus jugueteos enamorados... se despidieron fuera del elevador... Seguí sus pasos, silencioso le alcance fuera del coche y le clave un exacto en la base del cuello. Se desvaneció como los cerdos en el matadero...

Horas después el camino -que recorrieron las caricias sobre su cuerpo- permanecía pelado, sin pellejo. La luna se filtraba por los tragaluces de la orilla y yo disfrutaba el suave sabor de sus lisonjas, abandonadas sobre su piélago.

Él, Pedro, jamás llegaría a casa, no se aprendería de memoria las palabras -que tiernas-enamoran a las mujeres, las que llenan las hojas en blanco, con las que juegas el scrabble de la vida y de aquellas, numen de la permanencia del sentimiento a flor de piel... a ras de piel...

jueves, 6 de mayo de 2010

Capítulo 2.- Diario de un antropófago


Si tan sólo la noche guardara en su rincón secreto todos los momentos que incansables se agolpan en mi mente. Si la luna fuera en verdad el foco que alumbra las ideas y el sendero que ha de ser pisado... Si lo fuera... Pero no lo es, el golpe de lo vivido siempre es certero, y los recuerdos más...
Cuántas noches de vigilia alumbradas por las parafinas de la vida de aquellos de los cuales me he ido alimentando, no he dejado ni un resto, no he dejado algo, sólo la vela que prendo cada noche en honor al caído entre mis fauces. Y es un hecho, el hombre se alimenta del hombre para sobrevivir. Poco a poco se va uno tragando al otro hasta que no queda nada de aquel que fue, ni nosotros somos los mismos. Siguiendo al pie de la letra la leyenda absorbemos parte del alma mientras nuestros ácidos desprenden las proteínas de la carne deglutida: ¿Cuántos han caído para llenar este cuaderno de poesías?
Y es que las ideas se muerden mientras la substancia, el hito vital se va desprendiendo, cual espectro del cuerpo inherme, desvanecido, cargado de adrenalina en el murmullo silente de la muerte.
Me cuestiono incansable si es necesario matar a sangre fría a mis congéneres para apropiarme de sus ideas, pero esta maldita obsesión no me suelta, se metido en mis carnes como la púa que es. Maldita sensación de escribir mis letras con tinta sangre, con el sabor del miedo entre líneas, con el ocaso del ser humano en cada punto final, y el corazón latiendo perenne entre mis manos, chorreando el carmín que entinta el piso donde se halla el baúl de mis letras. ¿Quién eres tú para nombrarme si también tienes las manos llenas de letras y la marca de la estirpe del asesino? ¿No llenas tus cuadernos con las líneas de tus fechorías?
Cuántos rostros vuelan en el espacio de la noche, revoloteando en mi cabeza para llenar de vida mis personajes... lo sé, suena a locura... es una locura.
Recuerdo aquella mujer de blanco talante, casi transparente, platina diría yo. Caminaba apurada entre las jardineras de la calle de Motolinía, su negra cabellera golpeaba el vacío, mientras la luz de las farolas dejaba ver su rostro de facciones finas, que contornoeaban los detalles: su boca de labios anchos, encomiables, besables, rojos como la cereza procesada, casi olían al almibar y a la dulzura que sus palabras, encerradas entre sus dientes, eran capaces de ofrecer.
Caminaba apurada, moviendo la cadera de un lado a otro, sus nalgas se derretían en movimientos sensuales, y sus piernas torneadas ondulaban la bandera de una sexualidad satisfecha, ¡cogía delicioso esa era una realidad!

La vi acercarse... no sabía si enamorarme de ella, si hablarle de las cosas bellas de la vida, si dejar que mis manos torpes intentaran seducirla, si ofrecerle mi brazo, si matarla.

Tres horas después yacía sobre su cuerpo desnudo, sus tetas lechosas se bañaban con los hilos de sangre provocados por el desgarre de sus labios -llevaba un rato masticando un trozo de su belfo superior-. Quería arrancarle sus palabras dulces, para llenarle los oídos de amor... Mis manos tocaban su cuerpo, una y mil veces, deteniéndose en la sombra de su valle... Jamás he visto extrema blancura como en esa noche cuando la luz de la luna se reflejó sobre su cuerpo plata, casi transparente...

lunes, 3 de mayo de 2010

Capítulo 1.- Diario de un antropófago.


Hace tanto tiempo que he soñado con comerme la vida a cucharadas, a mordidas, en tacos o con cubiertos, pero siempre se escapa furtiva entre el vapor de las ollas sobre la hornaza, o se encoje entre las migas quemadas y los residuos de la hierbas de olor y el oleado olivo.

Hace tanto tiempo ya, que sólo la siento a través de los millones de olores que imagino, en las texturas y colores de las frutas en pleno invierno,en los sabores que recoge mi lengua mientras recorre vuelta atrás mis pasos, y se impregna de los momentos, que encadenados conforman la ristra de mis 13,870 días vividos...

Hace tanto tiempo ya que no le sé, que apenas parece fue ayer cuando la dejé escapar de su jaula de oro, fue un estúpido arranque libertario, ella quería extender las alas y sentir el golpe del aire de la noche sobre su faz: Era la vida que quería ir en pos de su propia vida. Y yo, existencial, a pesar de haberla criado para que engordará y pudiera comérmela el día de mi santo o de mi diablo, la dejé volar por sobre el infinito, siguiendo los brillos de la luna y las centellas rabiosas del angelus... Y es que yo sólo quería servírmela en un lindo plato de porcelana, con cubiertos de plata destrozarle las líneas dela carne hasta verle exudar sus jugos, chuparle la médula, y acompañarla con un buen vino afrutado de tintes briosos pero lleno de melancolía... Yo la dejé escapar...
Hace ya tantos años, que oculto mis canas tras los huesos de mamey que dejó mi abuelo sobre el buró, me disfrazo de gente respetable para que no sienta mis ansias de sangre y se acerque para que la pueda tomar, la engaño con los últimos olores de la perfumería para tenerla cerquita, para endulzarle el oído, recorrerle la piel. Quiero que me vea un poco más joven y tentador -hasta responsable-, para que se deje sobar los senos bajo la blusa, para tirarle de un jalón su bragas, mientras con los labios humedecidos, jadea, jadea y suda en su entrepierna... sólo para meterla despacio en mi cama, y lenguatearle el cuello y los pezones... lavarle el pubis a besos centrando su cadera entre mis brazos... ¡Hace tanto tiempo que me quiero coger a la vida!

Yo creo por eso me inventé la luna y su hermosa blancura, su conejo fértil, y el mar de su tranquilidad - que en cada orgasmo navego sobre la balsa de los recuerdos, de los No me olvides-. Por eso la inventé para provocar sus celos y las ganas de rabiar que siempre tiene, sí, ella -la vida-.
Si supiera cuánto le extraño -pero jamás se lo diré-, ni le buscaré hasta que no se siente a la orilla de la cama y reconozca la falta que le hace toda esta historia, que siembra el futuro por las noches con las palabras que le voy dejando en el camino, que a través de los celos ha aprendido el lenguaje del amor, no le diré nada hasta que sensual no me diga: ¡Cómeme!... Hace tantos años ya que dejé ir a la vida que parece fue el día de antes de ayer cuando juntos brincabamos la cerca del vecino para jugar a patear un balón, y soñar con viajar entre las constelaciones de alpha centaury para formar nuestro hogar en la esfera perfecta, en la esfera plateada.
Yo creo por eso me la quise comer, por celos porque quería fuera mía para siempre y dejará de ver el futuro con deseos y con ganas...

Hace ya tanto tiempo... que no sé ya si me la comería o de tanto desearla me la he terminado comiendo y la he dejado en puros huesos...

Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza

Este soy yo...

DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...

Rolas de la banda "Nívola_Cría Cuervos" (Quintanar/Vargas/ Cruz)