Separo las cortinas de humo que cubren los cristales de mis clisos, mientras las respiraciones entrecortadas dejan volar mis pensamientos, frágiles como las viejas mariposas de alas plateadas que se perdieron en el tiempo de nosotros -cuando jóvenes, cuando viejos-. Recuerdas como nos desgarraba el dolor y el desamparo tendía nuestras camas con la colcha de un futuro caído como el muro que separaba el oriente de occidente. Bloque a bloque, los misiles -con veneno en la punta- se hicieron obsoletos, y nosotros estupefactos vimos como el mundo no paraba en su viaje -tal vez todavía guardaba bajo la manga "algo" con que sorprendernos-. Y el mundo dejó de ser frío... Se envolvió en la calidez de la plusvalía tecnicolor y los abrazos se reforzaron entre metales y billetes verdes; tendríamos que crecer y olvidar los "buenos" sueños de cambiar al mundo: nuestro mundo. Recuerdas como sonaban las entrañas de las guitarras distorsionadas y el vacío en nuestro estómago acompañaba con tonadas de desesperación el llanto por el dolor que provocaba vivir, y los momentos se desvanecían al tiempo que se escurrían por la larga cabellera que nos separaba de los demás, de aquellos que habían decidido entregar las espadas, los micrófonos y las baquetas: ¿Dónde quedó el odio que nos alimentaba y daba fuerzas para un sólo sueño? ¡Dónde!
Fue tan difícil despertar y vernos no tan diferentes, tan iguales a los demás, ¿quién diría que crecer fuera como un gusano deslizándose por debajo de la piel? ¿Quién diría que la sobriedad y las corbatas serían las armas para lograr nuestro futuro? ¡Por qué no mantenerse dormido para siempre! Por qué no soñar por siempre... Recuerdas, recuerdas, nuestras viejas camisas de franela o seda, y las botas negras -hoy grises de tanto polvo acumulado-, el corazón deshecho por la vigilia del amor -la inconsistencia de las caricias por los dedos torpes o los besos sellados con la sangre de nuestras palabras tragadas, de las mordidas rabiosas-. Todo se desmoronó y se expandió como el polvo blanco de las quimeras dentro de los souvenirs que hicimos de nuestros ideales.
Y al igual que los dinosaurios una parte de nosotros se extinguió, al acabar el frío -la glaciación-, y quedamos sin mayor cura que el recuerdo, la imagen de nosotros en el todo de la luna, sintiéndonos vivos y dejando al vuelo nuestros pensamientos transformados en mariposas de endebles alas, tragándonos el amor y el odio... Recuerdas esa sensación de libertad que sólo los ángeles de negras alas tienen... Recuerdas cuando no éramos la mitad de lo que hoy somos y teníamos menos que eso y sin embargo éramos más...