
Hace días que no te digo que te amo ni te miro de frente, no porque tenga algo que ocultar sino porque no tengo nada que dar... Sólo mi viejo piano.
Y entonces me refugio en el caldero mágico de tu cadera, y te siento de nuevo humedecida, caliente, que si bien no mía en la realidad misma, si mi mujer en nuestras noches compartidas, de hechizos y conjuros mientras jugamos ajedrez con las estrellas, y buscamos incansables el significado del amor en el viejo diccionario que inventamos, cuando desnudos hacíamos días de campo sobre el prado ocaso de algún cuarto de hotel de paso.
Hace días que no beso ni te cuelgo el deseo sobre el cuerpo, no porque haga algo malo, es que no tengo nada qué hacer por los dos... nada, mas que sólo darte un abrazo y jurarte que a veces los tiempos son la consecuencia de los malos ratos, de los dineros escasos, de la lucha desenfrenada por hacer realidad los sueños, de levantarse y sólo ir al trabajo, de pensar y de pensar sin llegar nunca al final.
Hace días que te extraño... y no es más ni menos, que el deseo de verte a diario... de las ganas de colgar mi corazón en tu armario... de ser tu amuleto y tu escapulario... de abrir la puerta y cerrarla tras mis espaldas y vivir despierto y soñando entre tus brazos... de esperar el día y robarte el te amo de los labios... antes de que venga otro maldito y haga en tu cuerpo, una nueva melodía sobre el piano.