
Cae el tiempo agotado, se desvanece sobre el puff que jamás utilizo, y vierte sus arenas derrotado: por fin se dio cuenta que la vida pasa de largo, que no es eterno y es parte del Aleph Zero -ese, el infinito más pequeño-. Jamás le había visto como esta noche, acongojado, triste, dulce Dios arrodillado; los tulipanes en su mano eran de un amarillo apagado y caía molécula tras molécula, cristalizado sin dejar de pensar en el fin, en el fin del tiempo. Hablaba de los momentos de su vida, de cuando niño de sus carreras veloces a pie, en avalancha o bicicleta, siempre contra reloj. Decía de los libros, de los instantes perdidos imaginando, soñando que era otro porque no tenía el valor de vivir lo suyo en su lapso y en su espacio -cada día incidía ufano: "es preferible tenerlo todo rápido, hay que ir por la libre sin moralinas pendejas y sin engaños"-. Me confesó con lágrimas en los ojos que eran palabras de dientes para afuera -él creía que no podía perder nada-. Me contó de sus sueños de poeta de naviero, de sus astas sin bandera, de las treguas rotas sobre barriles de cerveza y tequila almendrado. Se sabía pendenciero de tercera; luchando por causas irremediablemente perdidas y por razones oxidadas. Él creía que no tenía nada mejor que hacer: tenía las horas de su parte. Sabía que siempre había tiempo, de nacer, de coger, de crecer, de beber; siempre tiempo sobre el tiempo: el amor, la memoria de la piel, la reencarnación. Y tiempo más allá del tiempo: la muerte,y Dios y el Diablo. Es más sabía de su pasatiempo favorito: la música a contra tiempo. Siempre había tiempo -y él se lo creía todo-. Creía de historias, de amores, de existencias perennes, de estadías tardías, de esperas prolongadas, de excesiva paciencia, del orígen y caducidad de la vida, de locuras pasajeras, y de estados mentales salvajemente para siempre, por siempre... Y en su estado -con tiempo para todo-, se dio cuenta que siempre perdía tiempo en ser tiempo... Ese era su infinito, el más pequeño: sólo ser tiempo. Y lo dejé vacuo, erizo, tristemente cabiztabundo y meditabajo... Y me sentí; como se sienten los hombres con hoyos en los bolsillos, inherme, paralizado, ¿qué ha pasado en estos treinta y seis años? ¿Qué ha pasado sino el tiempo? ¿Dónde han quedado los tragos placenteros y los más amargos? ¿Qué queda de mi? ¿Qué he olvidado en el camino? ¿Cuantos sueños rotos y vasos templados en el vacío? ¿Será la misma sangre que corre por las venas desde mi origen? ¿Soy otro? ¿Qué ha cambiado, si sigo siendo el mismo? Será que sólo, muy solo; la vida se va de filo, pasa de largo... mientras hago mariposas plateadas y siento vuelcos en el estómago... hago letras ¿o será que ellas en su infinita sabiduría me hacen?... Después de estos años, parece, sólo parece que pierdo el tiempo y me reduzco con él, al infinito más pequeño -tal vez todavía tengo la esperanza de que suceda algo-.