La tarde se desvanece y voy siguiendo las huellas de tus besos recorriendo mi pecho. Sí, de aquellos que hoy no llegarán sino como promesa, como sueño en la dulce impaciencia de mi cuerpo que se estanca en la vigilia del deseo. De ese que nace impulsado por el viento de tu vientre, por la brisa que espesa seductora entre tus piernas hasta señalar el sendero del destino: hurgar incansable tu tierra con mi boca llena de poemas, haciendo el intento de hilvanar sentimientos en el pelo crespo de tus jardines, esperando sembrar la simple idea de nuestro futuro juntos.
Esta tarde se debate en su agonía ni tan sola ni tan triste, se muere con la llegada de la noche esperanzadora, gentil a los anhelos y a las ganas de nosotros; llenos de argucias y de tretas para robarle instantes al tiempo y a la existencia, momentos tecnicolor de la querencia de estar juntos vigilando la respiración de cada uno, de esos, de aquellos que comparten el abrigo, la cama, y por días el sustento necesario de los brazos en los crepúsculos grises. De los otros que somos en cada bienvenida al amor...
Esta tarde se desliza tras los regaños y la ojeriza del mediodía, siguiendo nuestros pasos en esta vida, las escapadas de noche de nuestras almas; pernoctas; origen de cada recorrido alevoso por nuestro cuerpo, rompiendo aún el mismo espacio, gaurdando los segundos, generando nuestro tiempo... tiempo de noches solas, de estrellas apagadas, de lunas sentadas, de iniciar el viaje por esta soledad que no me hace sentir solo. Y es que esta tarde parpadea en el recuerdo de todos los momentos que no hemos vivido, en la memoria de un presente echando una mirada al futuro; un porvenir donde habitemos nuestra propia insoportable levedad del ser y la pintemos con pasteles, y le cantemos serenata, y le compremos una piñata; porque a pesar de ser insoportable sea sólo más llevable si la platicamos mientras dormimos o tendemos la cama.
Esta tarde se extingue en sus pasiones, en sus alborotos, se va pero no se olvida de cuando con tus dedos firmabas mi piel ni de tu rostro sobre mi pecho... ni de las nubes, ni de esos largos encerrones de orgasmos ni de nuestros cuerpos agotados... Esta tarde se larga y jamás regresará, su resaca se transformará en noche, y yo seguiré evocando nuestro futuro y cuánto de verdad te amo...
Esta tarde se debate en su agonía ni tan sola ni tan triste, se muere con la llegada de la noche esperanzadora, gentil a los anhelos y a las ganas de nosotros; llenos de argucias y de tretas para robarle instantes al tiempo y a la existencia, momentos tecnicolor de la querencia de estar juntos vigilando la respiración de cada uno, de esos, de aquellos que comparten el abrigo, la cama, y por días el sustento necesario de los brazos en los crepúsculos grises. De los otros que somos en cada bienvenida al amor...
Esta tarde se desliza tras los regaños y la ojeriza del mediodía, siguiendo nuestros pasos en esta vida, las escapadas de noche de nuestras almas; pernoctas; origen de cada recorrido alevoso por nuestro cuerpo, rompiendo aún el mismo espacio, gaurdando los segundos, generando nuestro tiempo... tiempo de noches solas, de estrellas apagadas, de lunas sentadas, de iniciar el viaje por esta soledad que no me hace sentir solo. Y es que esta tarde parpadea en el recuerdo de todos los momentos que no hemos vivido, en la memoria de un presente echando una mirada al futuro; un porvenir donde habitemos nuestra propia insoportable levedad del ser y la pintemos con pasteles, y le cantemos serenata, y le compremos una piñata; porque a pesar de ser insoportable sea sólo más llevable si la platicamos mientras dormimos o tendemos la cama.
Esta tarde se extingue en sus pasiones, en sus alborotos, se va pero no se olvida de cuando con tus dedos firmabas mi piel ni de tu rostro sobre mi pecho... ni de las nubes, ni de esos largos encerrones de orgasmos ni de nuestros cuerpos agotados... Esta tarde se larga y jamás regresará, su resaca se transformará en noche, y yo seguiré evocando nuestro futuro y cuánto de verdad te amo...