Y no te recuerdo de otras veces, sólo de noches permeables, dónde las palabras se regodean como fieras, se destajan en caricias, se huelen hasta encontrarse en el consuelo de la piel -si es que hay piel a la distancia-, y se muerden la esperanza, para atragantarse los anhelos y colmar el veneno sembrado en el vacío que dejan los otros, aquellos que desfilando, se roban los fantasmas de las viejas historias e interfieren en las imágenes mentales de los durmientes de tus vías, del tren que te inventaste para viajar más allá de los abismos, sólo para provocar las heridas del alma.
De verdad, no te recuerdo de días pasados, te miro llena de vacío, de esa plenitud sonriente que da la migración del alma, de los besos mojados en tinto, de expresiones arrebatadas al destino. Y no te miro vacía sin sentido, te observo plena de silogismos, plagada de metáforas compradas a las vigilias acumuladas . Se pueden sentir las ideas rozando tu piel, aferradas en el intento por llegar a tu corazón -ideas locas por morir en el intento-. Es en serio, no recuerdo nada que no sea tu mirada jamás vista, ni el peso de tu cuerpo ni tu sonrisa de alborada, no recuerdo nada; sólo el deseo de las figuras nocturnas sobre tu piel de bruja blanca, y los hechizos perdidos en cada pliegue y rescoldo rojo vivo sobre tu vientre, ruinas de amores perdidos y caminos encontrados. ¡Lo juro no recuerdo! Ni el más mínimo detalle ni mis dedos descalzos tejiendo frases pergamino por la alborada de tu pecho ni mis labios desiertos jugando con la comisura de tus labios frescos; no recuerdo -si es que recordar es origen del olvido-, sólo sé del vacío de mis brazos en tus aguadas, caracolas de acuarelas, de mi nuevo rostro con la huella de tu dedo pincel, de las cimientes de un reino de poder: palabra sobre palabra, silencio sobre silencio.
Parece que mientras no recuerdo, olvido; o será que sólo te evoco de páginas sentidas, aradas al filo de la pluma, manchadas con la sangre del tintero, pasteles provocados por la vista de tu ventana que sin ir más allá, fotografía los trazos del alma: ¿Ese es el paisaje del corazón? Y es que no lo dudo, pero no recuerdo las salvajadas en nuestras tertulias ni los mitos o verdades, no sé si me viste completo o jalando el lastre que me ata a este mundo, no sé de tus versos suaves y blandos, menos de la nieve, que caliente, se filtra en cada prosa de tus manos, no imagino tus espacios, y me lleno de ansia por los vacíos, y no es que ame la nada, pero suspiro al deshojar nuestros libros, al ser parte de los antiguos aquelarres: durmiente tras durmiente, se forman los peldaños que brincan del anhelo al deseo: ¿Será ese el paraíso?
De verdad no recuerdo, no sé de ti... menos de mi, no se el sabor de tus pasos, ni el olor del desfiladero de tu espalda; y con la mañana he de saber, y entonces recordaré.