
La certeza de la noche es la misma que tenemos todos ante el futuro: siempre sorpresivo y fortuito. Escapado de las añoranzas, de las evocaciones, de los míseros recuerdos que tengo de mi cosechando la felicidad entre los prados de esta vida. ¡Qué momentos! ¿Cuánta felicidad cabe en la palma de la mano? Tal vez la misma que se posa sobre nuestros labios desnudos de tanto decir verdades completas, llenas, a medias o a cuartos menguantes. Sí, igual que la luna, exactamente igual que la esfera plateada de lúmenes marmoreos, de brillos argentinos de vacíos luminiscentes en esta noche oscura. Parece que la verdad sigue sus fases de acuerdo a la temporada, al calor y al frío, y su única certeza es que sólo hay cuatro cíclos lunáticos: el amor, el vacío, la soledad y la nada. Hoy, yo que tanto hablo de nada me siento más vacío que el amor que profeso a la misma soledad. ¡Vacuidad de mis amores, de mis sueños noctámbulos, de mis frases incompletas, de mis noches sin días, de mi amor desolado! ¡Cuántos vericuetos para decirme que estoy solo! Solo, que el mundo abre sus fauces para tragarme entero porque si lo hace por pedazos renazco de mis propios argumentos. Soy un mentiroso, de verdad, creeme soy un gran mentiroso. Eso sí, mi única certeza es la transformación y el cambio... aunque siga siendo el mismo de hace algunos ayeres sin nada y con el alma vacía, tanto que no tengo ni una moneda para pagar a Caronte, a lo mejor por eso no muero: no tengo ni para ir al infierno. ¡Cuánta soledad y yo tan pobre! Y no hablo de aquello que tengo, hablo de aquello que no llega ni de noche ni de día ni toca a la puerta ni se levanta para cederme el asiento en este viaje. ¡Cuán solo y cuán acompañado! Saltimbamqui de tercera, de piruetas entrelazadas para sobrevivir, payaso de cabriolas y malabares: bufón de la verdad. ¡Cuánta soledad y miles de noche en celo! De labios tintos y piel blanca, rosada, de curvas, colinas y valles; de declives, aureolas y capullos: de larvas lujuría metamorfeadas en deseo -Mariposa de alas platinas y polvos tecnicolor-. ¿Cuándo llega el amor si ya lo tengo en las manos? ¿Cuánta pinche soledad de rasgos soñolientos? ¿Cuánta de permisos exprofesos? ¿Cuánto es del peaje de este laberinto interminable? ¿Esa es la vida? Sí, aunque no sea justa ni buena ni mala; sólo vida y una, aunque se escape de las manos cual brisa taciturna, fuga nocturna de abrazos aplazados, de cuerpos en batalla, de plazas y zócalos perdidos en nuestra geografía. Sí, aquella que inventamos cuando hacemos de nuestra soledad acompañada noches de amor sin tregua, sin banderas blancas que salven a los heridos de guerra, a los muertos de lujuría, a los cuerpos ávidos salpicados de caricias y desangrados de tantos besos. ¿Cuánta vida en esta guerra de soledades y desesperanza? Soy un mentiroso, un vencido más en la batalla del entendimiento, por eso me vendo fantasías de a peso, por eso me engaño mientras sueño y sueño a la vez que vivo: ¿Acaso no es preferible inventarse un mundo que seguir viviendo en este tan desolado? ¿Dónde están tus brazos y tus labios? ¿Es que he quedado ciego? Sí, el amor es ciego y el deseo es el bastón que nos guía... ¡Cuánta soledad y yo sigo y sigo y vivo! ¡Cuánta vigilia! ¡Cuánta noche! ¡Cuánta alma! ¡Cuán es demasiado para saber cuánto! Por eso la verdad se da en fases: completa, llena, a medias, de cuarto menguante para que yo siga creyendo que la soledad es una compañía irrefutable, es la ortodoxia y el absoluto del lenguaje que vierto para hacerle una reja y que no se escape... ¿Qué haría sin ella? Qué sería sin ella... un solo más, o más solo, o solo mas... Sí, sería un simple solo... ni mas alegre ni más... ¿Qué sería sin ella? Lo que hoy no soy... y lo que sigo siendo.