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lunes, 20 de abril de 2009

Resentido




Odio tus revelaciones y el sensacionalismo con el cual dejas caer tu ropa cada noche junto a tu cama. Odio la espera, mi interminable paciencia y los dimes y diretes que acompañan nuestras pláticas; por consiguiente aborrezco tus palabras llenas de verdad y las sentencias que hay detrás de nuestros planes [si es que en verdad hay planes y un futuro]. Odio las rebanas de felicidad que se hacen tangibles en tu sonrisa, que todos pueden ver menos yo, en consecuencia caen de mi gracia los chistes y anécdotas que cuentas o que te cuentan, es decir, que la misma gracia cae de bruces cerca de la punta de mi zapato. Odio las misma frases de amor con las que te levantas risueña y esperas a recoger lo que sembraste el día anterior... odio la negrura de mi piel y amo la transparencia de la tuya; no tolero el racismo ni las contradicciones, ni las verdades a medias ni siquiera las mentiras que quieren ser verdades,o aquellas que veraces, de tan fantásticas se pierden en los terrenos de la imposibilidad. Odio la vida que yace en espera de la propia vida; y con resignación acepto los vericuetos espinados de la provocación y del estilo: formas de vida, les llaman, aunque a veces estén ausentes de su propia vida. Odio los mensajes de texto equivocados, y que no por equivocados encierren bellas verdades, odio la aspereza de los sentimientos más profundos y sin embargo me regodeo en la oscuridad del mismísimo amor que profeso cual imbécil enamorado y de culo deambulando por la vida. Odio los fines de semana perfectos que terminan tras el orgasmo del domingo, y odio que todo sea jugar a la casita... Odio perder el control y ganarlo sólo para cederlo después, entre arrumacos y sonrisas, odio la parquedad de algunas charlas, odio vivir de paso, o paso a paso, y denigro a quien lo vive todo de un chingadazo... Odio la verborrea que utilizo, odio esconderme tras los verbos y los sustantivos, odio adverbiar y adjetivar en exceso, presentarme barroco y seguir siendo párvulo o más niño. Odio el sentido de mis escritos cuando son más ciertos y aplaudo tristemente si son ciertos. Odio la tercera llamada y perder tras las tablas la gente que voy amando, odio que se mueran y se lleven la felicidad completa, en especial odio no perdonarles que se hayan muerto y me vayan dejando desarmado en los caminos de la vida. Odio la misma ausencia, el olvido y el recuerdo. Aborrezco la nada que no existe, y que si existe, llena mi cabeza. Odio las respiraciones cortas y las miradas perdidas y los brazos extendidos, y los encajes negros sin senos o sin nalgas... por eso, tal vez sueño con medias negras que acarician mis desplantes y mi hombría, y siembro el fetiche de la blancura tras la tela oscura. Te odio si me lees y me entiendes, te odio si te vale madre y pasas de post o de hoja, te odio si me amas porque no merezco tus labios, te odio si triste me compadeces y te llenas el alma, te odio si respiras y te vendes, si respiras y no sueñas, si vives y a pesar de tanto amor te sientes acongojada... te odio si me ves de carne y hueso, o si me ves un ente de la inmensa red computacional... te odio si al igual que yo sientes y no haces nada para que cambie lo que está a nuestro alrededor... En especial, odio cuando odio, porque lo hago de verdad y rompe en mi lo bueno que hay en mi capacidad de amar

miércoles, 8 de abril de 2009

Perfecta simetría


Es imposible no agitarse mientras se recorren los escombros de una vida,
y entre los adoquines y los muros derrumbados,
me pregunto cómo hacen todos para cambiar de párrafo,
para darle vuelta a la hoja,
y seguir los trazos de las viejas fotografías.

Ojalá y pudiera encontrar el sentido en lo que hacemos,
mientras quemamos las capitales escritas en la piel,
y dibujamos nuestra propia geografía,
creando un nuevo mundo
lejos del más sabio de los animales,
un mundo donde sólo estemos tú y yo.

¿Quién eres que deseo mi existencia contigo?
¿Qué es para ti la vida? ¿Por qué deseo pasarla contigo, hasta el último aliento?
Crees que de la misma manera que la vida se cobra los instantes perdidos,
nos de la oportunidad de una vida más, juntos.

Y es que la vida se vive en una perfecta simetría,
y todo lo que hago se hará en mí,
se realizará en mí,
así como el día hace a la noche,
y la consciencia a una existencia.

Y es que la vida se vive en una perfecta simetría,
como las agujas avanzan en ángulos perfectos
sobre las arenas de esta vida,
haciendo los zurcos en nuestro espacio.
Tal vez, el amor se siente demasiado cuando en verdad es amor.

Quizás sólo sea que sentimos que la vida es cruel,
que no hay puertas de oro para abrir,
ni cielo que nos espere al término de la jornada,
ni los brazos abiertos que calienten cualquier fría madrugada.

¿Quién soy si deseas tu existencia conmigo?
¿Qué es para mi la vida? ¿Por qué deseas pasarla conmigo?
Crees que de la misma manera que no se recuperan los instantes perdidos,
la vida nos dé la oportunidad de recuperarla, juntos.

Tal vez, la vida sea como el niño que corre solitario
por las avenidas de nuestras ciudades derrumbadas,
llenas de espinas,
y de iglesias vacías,
que sigue el murmullo,
el sonido del amor,
con la esperanza de encontrarse a sí mismo en la salida.
Quizás sea como cada correo electrónico desgastado,
cansado de sí mismo en la pantalla,
de no leerse o de ser releído,
quizás sea el mismo objeto lleno de letras pero inminentemente vacío.

Quizás, la vida es todo lo que está a mi alrededor;
quizás, sólo tal vez, es todo lo que está a mi alrededor y tiene tu nombre inscrito en su esencia.
A lo mejor, el amor se siente demasiado cuando en verdad es amor.

Y es que la vida se vive en una perfecta simetría,
y todo lo que hago se hará en mí,
se realizará en mí,
así como el día hace a la noche,
y la consciencia a una existencia.
Tal vez, el amor se siente demasiado cuando en verdad es amor.
Y es que la vida se vive en una perfecta simetría,
y así como todo es lleno se vacía.

martes, 7 de abril de 2009

Rosa Pálida


Innegable, la fortuna toca pocas veces a la puerta -dijo sin miramientos mientras recogía su pelo negro- y la impaciencia es una cualidad del hombre moderno, ahora tan falto de tiempo o de huevos.
Sonreía frente al espejo, coqueta con su imagen, dibujado en el iris siempre tenía el signo de interrogación, y sensual trataba de borrarlo pero su inquieta alma siempre le trazaba la próxima cuestión. Algo era muy cierto, le encantaba ir adelante, no sabemos de la vida, pero sí, adelante de los demás. Lo más curioso: se preguntaba de todo, aquello, de esto, de lo cercano, la certeza y la aspereza de la vida, de su corazón, del paso de los años, pero jamás se preguntaba sobre sus lunares, sobre la piel terciopelo que cubría su cuerpo. Ella era feliz, y eso es lo que le importaba.
Un día, mientras caminaba por el Distrito II, cerca del Parque Cementerio San Pedro se le acercó un hombre de mediana edad: -Disculpe, ¿usted sabe la ubicación del Mausoleo del General José Santos Zelaya López? - Sí -dijo señalando a su izquierda como traspasando en el aire el arco soportado por las columnas y las rejas-. Iba a continuar la explicación, pero el profundo color miel de los ojos de ese hombre le detuvieron, le parecía familiar: -Disculpe, ¿lo conozco?
- Imposible señorita, yo no soy de esta tierra, vengo de paso, así como pasa el aire entre los árboles. Pero créame hubiese sido un placer haberle conocido en algún momento de mi vida.
Su cuerpo parecía latir en cada uno de sus poros, y con gran dificultad le explicó a ese extraño la manera de llegar al Mausoleo. Llena de tintes y raras sensaciones, observó como se alejaba perdiéndose entre las lozas del camino, dejando en el ámbiente un suave olor a almendras.
Ella tenía mil cosas por hacer: realizar pagos, pasar a la tintorería, y comprar algún libro que le llamase la atención. Apresuró el paso y decidió dejar de "lado las raras sensaciones". El reloj marcaba pasadas las cuatro de la tarde cuando entró en la librería, pasó de largo los best seller's y se dirigió al estante rotulado "poesía", después de repasarlo con la mirada se alcanzó uno de pastas amate titulado: "Historias que no debiésemos olvidar". Con cuidado lo abrió, comenzó a leer, absorta se detuvo en la página nueve:

"Y si en tu cuerpo se dibujan,
cual vestigios de una vieja espina los lunares,
es que alguien tuvo la paciencia de hacerte florecer entre sus manos:
rosa pálida de amor..."

Impávida dejó caer el librillo y cruzó -como los ángeles cruzan el abismo- el infierno de los libros. Paso a paso, todo le daba vueltas, el sol apuntaba el atardecer y ella tenía prisa por llegar. No podía creer lo que le estaba sucediendo: ella no creía en esas pendejadas, no podía, no debía. Cruzó el arco de columnas rosas, el enrejado negro, y temblorosa vió de frente el Mausoleo, nunca le había parecido tan... el aire ligero, que anunciaba la caída del sol, le detuvo en sus pensamientos, un papel a la orilla de la base amenazaba con volar, curiosa interrumpió el anunciado vuelo, y papel en mano, se permitió vivir esas "extrañas sensaciones" a la vez que leía: -"Por la resurrección del recuerdo..."-

Atribulada, volteó en todas direcciones, no sabía qué buscaba, y más aún, no sabía si quería encontrarlo. Molesta y desesperada abandonó el Parque Cementerio San Pedro. Por primera vez en su vida no entendía lo que le pedía su cuerpo ni el lenguaje que utilizaba, sólo sabía que aquello que decía parecía como un grito ahogado. Al doblar en una esquina, sentado en el resquicio de una puerta, reconoció al extraño de ojos color miel profundo, se veía sereno, tranquilo. No entendía por qué lo había buscado y sin pensarlo se vió frente a él: -Oiga -dijo temerosa-. Oiga -y le sacudió por los hombros-. Él resbaló hasta el piso. Alarmada, tomó su muñeca, sin mayor resultado que el silencio del corazón de ese visitante de ojos miel. Todo se sucedió rápido, sus gritos, la llegada de la policía, su declaración sobre la muerte del desconocido, y la llave en el ojillo de la cerradura que abría las puertas de su casa. Se desvistió para tomar una ducha: había sido una tarde fuera de lo normal, y ella sólo quería descansar. Secó su cuerpo sin asimilar, aún, las vivencias de ese día. Con la toalla enredada sobre el cuerpo se vio en el espejo, miró aquellos lunares sobre su pecho y recordó las manchas en la palma de la mano de ese extraño. Sí las había visto mientras le tomaba el pulso, cayó de hinojos en el piso, a la vez que caían sus lágrimas sobre su seno, y recordó:
"Y si en tu cuerpo se dibujan,
cual vestigios de una vieja espina los lunares,
es que alguien tuvo la paciencia de hacerte florecer entre sus manos:
rosa pálida de amor.
Y le verás con las marcas
de tocarte,
aún sabiendo que a cada caricia le sigue el dolor,
rosa pálida,
de espinarse con tu amor."

La muerte


La muerte sólo es parte de un gran proceso, parece que es el fin de la vida misma, que se vive para morir, ya que es la única certeza y algo que inmutable e inexorablemente habrá de pasar para todos. La otra vez la pensé como el viejo carrito de madera con el que jugaba; ese era el producto terminado de una semilla muerta, de un árbol muerto, de un artesano muerto: Mi juguete favorito había nacido de la muerte misma. Luego entonces yo jugaba con la muerte mientras ella me proponía distracciones en mi vida. Yo perdía el tiempo mientras ella jugaba conmigo. Y ese juguete murió cuando inerme cayó mi inocencia por el suelo, dejó de ser mi juguete favorito nacido de la muerte y el único recuerdo que tengo de mi inocencia perdida.Eso es morir en cada instante, de repente, consciente. Miles de células mueren mientras otras se restituyen, cada que nace algo habrá de morir algo. La muerte puede ser una coca bien fría, un excelso pastel de chocolate, la avella rica de los dulces típicos, hasta el aire enrarecido que hoy respiramos. Todo proviene de ella y todo vuelve a ella, y desde mi punto de vista es justo que reclame por sus hijos, ya que todos hemos de acompañarle en el último paso. Y que conte que cada quien edifica su muerte como mejor le parezca, hasta se puede morir sin morir físicamente, se puede uno predisponer a morir de x o y forma, lo único que no se puede es disfrutar la propia muerte.Lo difícil de morirse no es descomponerse y saber que el mundo sigue girando en el tiempo y el espacio inventado por no sé quién, lo difícil es safarse de los apegos, lo cabrón está en aceptar que ya no se está y que todo seguirá sin uno. Eso es lo difícil, aceptar que uno sólo es material de descomposición, comida para los gusanos, abono para la tierra... ¿Qué es la muerte sino la cereza en el pastel, la idea genial, el orgasmo jamás vivido, la apertura de la mente y lo único en lo jamás habremos de equivocarnos? ¿No suele ser tan dulce aún en el peor de los momentos?, ¿es acaso el inicio del viaje? ¡A huevo! La muerte es la revolución misma del ser humano, es volver a casa después de toda una vida. La muerte no es ojete, es justa, no es culera: jamás nos ha mentido, sabemos que duele y que el corazón se estrujará hasta hacernos perder el sentido. La muerte siempre está llena de verdad, porque nadie sabe lo que vale hasta que se muere. Y nunca sabes todo lo que le quieres hasta que se muere... Parece que la muerte es la reivindación del ser humano en su propia existencia, sabemos que existimos hasta que morimos, mientras podríamos ser el engaño de la realidad aparente, del mundo cuántico, de un escritor cualquiera... Por eso la muerte es como colonizar la luna.La muerte no es una aberración, es la mano izquierda de Dios -llámale como quieras- que acogedora teje las almas para que siga existiendo la creación. La muerte es la espada vengadora de la naturaleza, es el equilibrio perfecto, es el momento de lucidez más alto en el cerebro de cualquier ser humano... La muerte es la doncella de buenas nalgas y buenas tetas; es el caballero de pecho y antebrazos firmes, de duras piernas y pene exquisito... Eso es la muerte la muestra de la soberbia de Dios, del Hombre, de la Naturaleza misma. Es la gracia divina que nos glorifica o nos entierra, porque después de ella sólo existe el olvido

Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza

Este soy yo...

DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...

Rolas de la banda "Nívola_Cría Cuervos" (Quintanar/Vargas/ Cruz)