siempre de alas atadas
listo a pagar su sombrío peaje.
Tan sobrenatural
y sólo sangra en silencio,
sin oraciones,
sin llantos,
sin fundamentos.
Y no desaparece,
ni cae con las bolas de fuego,
ni vuela,
últimamente, ya ni sueña:
se siente puente,
cerrojo,
su misma jaula de oro.
Tan misterioso,
y se levanta descalzo
camina horrores,
siembra desiertos,
se acompaña siempre de muertos,
de la virgen de los lamentos
implorando socorro.
Ya ni habla,
ya ni mira,
ni toca o respira...
se agota,
se hace dejo
se voltea y camina a contra flujo,
se desata,
se desgasta...
y se mira viejo,
apagado,
transistor descontinuado...
Se sienta y siente al esclavo,
de los medios,
de lo común,
de lo muy humano...
Se observa normal -a aquel salvaje-,
hoy la vida se le escapa de las manos.