
Odio tus revelaciones y el sensacionalismo con el cual dejas caer tu ropa cada noche junto a tu cama. Odio la espera, mi interminable paciencia y los dimes y diretes que acompañan nuestras pláticas; por consiguiente aborrezco tus palabras llenas de verdad y las sentencias que hay detrás de nuestros planes [si es que en verdad hay planes y un futuro]. Odio las rebanas de felicidad que se hacen tangibles en tu sonrisa, que todos pueden ver menos yo, en consecuencia caen de mi gracia los chistes y anécdotas que cuentas o que te cuentan, es decir, que la misma gracia cae de bruces cerca de la punta de mi zapato. Odio las misma frases de amor con las que te levantas risueña y esperas a recoger lo que sembraste el día anterior... odio la negrura de mi piel y amo la transparencia de la tuya; no tolero el racismo ni las contradicciones, ni las verdades a medias ni siquiera las mentiras que quieren ser verdades,o aquellas que veraces, de tan fantásticas se pierden en los terrenos de la imposibilidad. Odio la vida que yace en espera de la propia vida; y con resignación acepto los vericuetos espinados de la provocación y del estilo: formas de vida, les llaman, aunque a veces estén ausentes de su propia vida. Odio los mensajes de texto equivocados, y que no por equivocados encierren bellas verdades, odio la aspereza de los sentimientos más profundos y sin embargo me regodeo en la oscuridad del mismísimo amor que profeso cual imbécil enamorado y de culo deambulando por la vida. Odio los fines de semana perfectos que terminan tras el orgasmo del domingo, y odio que todo sea jugar a la casita... Odio perder el control y ganarlo sólo para cederlo después, entre arrumacos y sonrisas, odio la parquedad de algunas charlas, odio vivir de paso, o paso a paso, y denigro a quien lo vive todo de un chingadazo... Odio la verborrea que utilizo, odio esconderme tras los verbos y los sustantivos, odio adverbiar y adjetivar en exceso, presentarme barroco y seguir siendo párvulo o más niño. Odio el sentido de mis escritos cuando son más ciertos y aplaudo tristemente si son ciertos. Odio la tercera llamada y perder tras las tablas la gente que voy amando, odio que se mueran y se lleven la felicidad completa, en especial odio no perdonarles que se hayan muerto y me vayan dejando desarmado en los caminos de la vida. Odio la misma ausencia, el olvido y el recuerdo. Aborrezco la nada que no existe, y que si existe, llena mi cabeza. Odio las respiraciones cortas y las miradas perdidas y los brazos extendidos, y los encajes negros sin senos o sin nalgas... por eso, tal vez sueño con medias negras que acarician mis desplantes y mi hombría, y siembro el fetiche de la blancura tras la tela oscura. Te odio si me lees y me entiendes, te odio si te vale madre y pasas de post o de hoja, te odio si me amas porque no merezco tus labios, te odio si triste me compadeces y te llenas el alma, te odio si respiras y te vendes, si respiras y no sueñas, si vives y a pesar de tanto amor te sientes acongojada... te odio si me ves de carne y hueso, o si me ves un ente de la inmensa red computacional... te odio si al igual que yo sientes y no haces nada para que cambie lo que está a nuestro alrededor... En especial, odio cuando odio, porque lo hago de verdad y rompe en mi lo bueno que hay en mi capacidad de amar