Al igual que Garcín, yo tengo un inquilino en la cabeza, él tenía un hermoso pájaro azul de grandes alas, dispuesto a volar apenas abiertas las puertas de su jaula... Yo tengo un inquilino sacado de la época azul de Picasso, ¿has visto El Guitarrista? Pues son parecidos, sólo que aquel que vive en mi cabeza no es tan viejo, más bien es un joven con alma de viejo, que corta música de los árboles de mi huerto frontal y siembra notas de esperanza hueca, vacía, adora los silencios y la síncopa. ¿Cuántas veces me ha dejado desnudo frente a los ojos de alguien? ¿Cuántas veces se sobresalta y pierde la partida? ¿Cuántas preguntas sin resolver y se quedan en el aire abatidas?
Una noche de trémolos jaspeados, de bellezas austeras y de largas copas, abrí "Azul" de Ruben Darío y le presenté a Garcín a mi vago inquilino. Le quitó el seguro a las puertas de mis canales auditivos, sacó una botella de tempranillo español y le llevó a conocer su mundo, ese de bloques apilados dentro de mi cabeza. Hablaron, charlaron de su misma esencia, de uno gobernando las ideas y las palabras de un poeta, de otro arrancándole la vida a las hojas en blanco. [Garcín y yo tenemos mucho en común, somos pobres ignotos iletrados en busca del poder de los lexemas y gramemas, vivimos un amor cual abismo profundo, y bebemos tras largas noches en vela y aporreamos con el abecedario nuestras viejas ideas].
Mi inquilino hizo una pregunta azul: - Dime Garcín, tú que ya tienes escrito tu destino y tus versos han descubierto el velo de la eternidad, ¿por qué dejaste abierta la jaula de tu pájaro azul? - Querido amigo -contestó mientras daba un trago a su copa llena de tempranillo- te haré una pregunta azul oscuro -hizo una pausa y encendió un cigarrillo- ¿quién ha de volar sólo por afán de libertad? Ni siquiera el pájaro más hermoso, aquel fiel habitante de mi cabeza pudo soportar la idea, tenía que encontrar algo más.
- No te entiendo Garcín, ¿puedes explicarte?
- Esto es un secreto, te pido la mayor discresión: la libertad como tal no existe...
-¡¿Cómo?! -interrumpió mi inquilino dejando caer la copa que rodó impregnando del olor a uva mi viejo cerebro-.
- Sí, como lo oyes la libertad como tal no existe, siempre está sujeta a nuestros patrones e ideas, a nuestros sentimientos y erudiciones. La libertad sólo se alcanza cuando unes tus brazos a otra persona y vas más allá de tus propios límites, eso es libertad.
- Pero...
- El pájaro azul prisionero en mi cabeza, sólo estaba ahí por su libre albedrio, al igual que tú pudo salir por las fosas nasales o por los canales del oído, pero nunca lo hizo, dime, ¿quién va volar por el simple afán de la libertad? Al perder a Nini supo que debía volar y alcanzarle, acompañarla en su viaje y para esa travesía le estorbaba este estuche lleno de células y contradicciones, por eso me pidió un poco de ayuda, y pistola en mano se la di, abrí la jaula de oro para que pudiera volar hacia su mundo azul y reunirse con ella, con Nini.
Dicho esto Garcín se levantó y le dijo:
-Estar aquí es tu elección, cualquier día puedes salir y ver la luz del día con tus propios ojos, sólo hace falta que encuentres el verdadero motivo para salir.
Garcín desapareció de nuestra vida, y jamás ha vuelto. Mi inquilino sigue abatiéndose entre ideas de libertad y el miedo a la vida, pero estoy seguro que en este Octubre se decide a seguir tendiendo la cama sobre mis neuronas o a salir para vivir su propia vida en este mundo...