Y es que replanteo los momentos que configuran cada instante de mis días y me pierdo en el laberinto de nuestras frases y sincronías, entre los pasillos de la razón y la poesía que se desliza entre los labios, y es que sólo hablamos de nuestra configuración del mundo, de aquel que vamos creando cuando respiramos...
Despliega bajo el amanecer,
un momento que deseo perenne,
el abrir de tus párpados
y la visión de mis poemas vencidos,
hechos hojarasca,
en este otoño de ideas,
primavera de deseos
y buenos sueños...
Ese que se oculta agazapado en tu vientre,
que surge de nuestra lujuria,
de aquello que en nuestro cuerpo vive:
El otro, es más que uno que siente.
Inevitable, se llena el día de franquezas y lógicas perdidas,
se llena de risas y lágrimas ahogadas a cada partida.
Inevitable, se alza con las alas del anhelo,
se guardan las ganas para un mejor momento,
se piensa en el mañana,
en un nuevo encuentro,
en que no se nos acabe el día,
entre velas no encendidas,
bailes aplazados,
entre cenas no servidas para los enamorados.
Y nos vamos llendo sin alma y sin cuerpo,
como entes vacíos en ese instante,
y es que dejamos todo en el otro,
corazón ahilemórfico,
otredad andante
otredad andante
en espera de ser plena,
plena como en cada beso no planeado,
no pedido,
concedido en la entrega de cada día caminante.
Días como esos en los que planeamos como aviones,
planeamos como planos,
como magos,
esperando tener al conejo entre las manos
-que no cualquier conejo si no aquel que talla el hechicero en su lunario-.
Y se nos acaba el día,
y en cada atardecer se nos va un poco de vida,
y se nos acaba el día
armado de costumbre,
derrotado por el hambre:
de ti, de mi,
del universo futuro que a nuestros pies se abre.
Y es que sólo tenemos nuestros sentimientos,
la querencia y su otredad,
atada con deseos
y esos buenos sueños,
siempre en espera de nuestro mejor momento:
como ese que cada mañana
filtra en tu mirada la vida,
y nos proyecta cual constelación
enamorados en el firmamento.
enamorados en el firmamento.