Sólo puedes oler...
Sólo puedes tocar...
Sólo puedes probar...
Sólo puedes oír...
Los girasoles de media vida sobre los montes y declives de tu cuerpo.
El silencio reptante de mi lengua sobre la ruta de la vida trazada en el piélago de tu existencia.
La eterna búsqueda de la savia alucinante y los botones acorazados que coronan tu placer.
La fragancia en la cruzada que hacen de tus palabras el mensaje del amanecer.
La dureza de las vivencias apelmazadas entre mis piernas, la sentencia y el castigo del deseo.
El viaje profundo en tus entrañas y el amor enredado en la hierba de tu pubis.
Las uvas de la furia -la furia que provoca esta vida-, encerradas en tus labios y tu cadera.
La metamorfosis de nuestros miembros agotados por los años, y el florecimiento de nuestro capullo en tintes de melancolía y esperanza.
El futuro áspero e incierto, y los campos de trigo de nuestro pan, maná inventado por la fugacidad de nuestros momentos, que encerrados en sí mismos destellan como el sol a a punto de apagarse.
Nuestra única certeza: la muerte venidera.
Nuestra única caricia: el beso callado de las noches.
Nuestra única esperanza:
Que el amor sane las alas de nuestro amor -pequeña mariposa- mientras se posa sobre la rueda de la fortuna -que es esta vida, esta existencia- para volcarla a nuestro favor... y amarnos sobre todo... aún sabiendo que el amor es tan frágil, como lo ha sido la vida de cada cual... como lo es el aliento de la vida...