Cojo el reloj
y cuento las arenas que faltan para verte:
tras los cristales opacos de mis ojos,
tras la respiración agitada, loca, luchando por tenerte,
tras la misma vida que se pelea con su propia muerte.
Miro de reojo el camino del sol,
abro cada uno de sus cerrojos,
esperando que las lunas en mis dedos
contemplen la cuna del nacimiento del deseo sobre tu cuerpo