Cada vez que cierro la puerta tras de mi, sólo puedo ver un sin número de rostros que se han grabado en mi memoria y de los cuáles no tengo mayor referencia que las líneas sobre su piel de todo aquello que han vivido: y me enfrento a mi sin más arma que la verdad.
Me miro en días bajando la cabeza sin más razón que no encontrar el camino que lleva a mi destino, y repliego las alas mientras dejo que se embarren en mi cuerpo los artilugios y hechizos del hombre modernista y sus máquinas... y observo en mis manos los estuarios y volcanes que he perdido en la lejanía; y se reflejan en mis ojos los atardeceres naranjas de un cielo azul que me parece extraño y desconocido: será que es verdad que los seres humanos somos islas cuyo único contacto es el vacío alrededor que ahoga el agua.
Es esta sensación asfixiante de no poder sentir lo que alguna vez sentí, ¿recuerdas? Cuando después de vagar en un espacio, te encontré hablando de todo lo que sabes y que no te detenías a explicar, era una edad donde todos nos pintábamos el rostro de mil formas, y nos describíamos con palabras necias de tertulias enrojecidas y taciturnas, nos escondíamos entre las líneas y las comas, entre los puntos suspensivos que nos llevaban a la calle a buscar o fabricar nuestras historias, de amantes y de locos pidiendo aullidos de cama, cuerpos desnudos y seres mágicos envueltos en lo que no se atrevían a vivir. Y me hiciste de pan y yo, me vestía de sal para domar a la bestia de mi interior, y a sus miles de demonios que embriagados se deslizaban entre la magia de la noche para tocarte, y rozarte con palabras de su propia invención: sólo querían seducirte y navegar entre tus piernas, deslizarse por el piélago de tu cuerpo y detenerse en tus montes, descansar en tus valles, y sembrar la lujuria; el hambre de mi.
En ese intento, entre esos murmullos, dibujaste un beso a la distancia, que en su muerte llevaba tu nombre, y no lo pude olvidar; a pesar de estar tan lleno de vacío y de la insoportable existencia de la nada. Tal vez por eso nos abrazamos a otros, buscando en otros cuerpos las texturas de los cadáveres exquisitos que sacábamos del armario cada noche, los olores y sabores que nos servíamos cuando compartíamos las viandas, y llenábamos de durmientes las vías del tren de último vagón que construíamos a las luz de las velas, al sonido de una lengua antigua que nos mantenía prisioneros, víctimas de la hambre de nosotros: y trazamos un mapa sobre tu espalda lleno de lisonjas y mentiras, de halagos y verdades, de cicatrices y caricias, de anzuelos y caídas, de vuelos y delicias... de historias y poesías.
Me hiciste tuyo en la profundidad de cada crepúsculo y angelus, en el mar de la tranquilidad de tu mente, a cada palabra, y en cada oración; me fuiste dibujando como cuando trazas el paisaje del desierto que hay en tu pecho, y lo llenas de color con las arenas de ese viejo reloj que nos regalo el tema más gastado entre los dos: la fugacidad y la permanencia del amor.
Y te vi entre la oscuridad de mi mente, el ocaso de mi corazón -es que parece que ya no puedo sentir lo que sentí alguna vez-, y el olor del café llenó la mañana, como mi cuerpo el tuyo, y te probé como se degusta la savia de la tierra, me ceñí a tu cintura como la sombra a los últimos rayos de la tarde, y te abrigué entre mis manos, dejando un rastro con mis dedos -es que quería que recordarás el camino de mis manos cada vez que vieras las huellas-. Quería verte mujer bajo la luz que se cuela transparente por las ventana, y alzar las velas, y romper las olas al navegar contigo, cederte el timón y pedir tierra en mi naufragio.
Y me aprendí tu nombre y jamás lo pude olvidar: me di cuenta que necesito alguien como tú.
Ahora cuando con mi mente cerrada voy a dormir y hago guerras, planeo la batalla contra mi verdad, y le gano al poeta y a la letra, espero que veas que estoy junto a ti, asiendo tu cuerpo y comiendo tu alma, aunque estés con alguien como yo.
Por eso siempre divago, entre las calles y voy plantando desazones -es que hoy soy lo que no fui-, y me siento tan asustado como jamás lo estuve, mi corazón ya no late como solía hacerlo -parece ser que le dieron cuerda la revés-, y de pronto me falta tiempo y aire, me ahogo con mis latidos y mis palabras, levanto piedras y te busco, araño la tierra y podo el césped con mis labios: quiero que sea de noche y evitar cada falsa mañana, y es que por alguna extraña razón mi corazón ya no late como solía hacerlo.
Lo sé hay días que quisiera caminar directo al mar y poco a poco, perderme mientras ardo en el profundo azul, tal vez así pueda olvidar tu nombre y esperar que llegue una mañana sin ti -es que ya no soy el mismo y ya no puedo sentir lo que alguna vez sentí-.
Y es que me aprendí tu nombre entre cada caricia, en la muerte de tus besos, en los orgasmos y en tu respiración, y jamás pude olvidarlo. Cada vez que cierro la puerta tras de mi, sólo puedo ver un sin número de rostros, las avenidas y calles que se han grabado en mi memoria, y me enfrento a mi sin más arma que la verdad: me di cuenta que necesito alguien como tú, que piense y hable como tú, que seas tú... Luna.
El caos es el orden en el mundo, de todo aquello que no entiendo, de lo que percibo dentro de esta realidad aparente... Parece, creo es parte del destino que me espera en alguna parte. Lo sé, por la caída de la luna que ha llenado el hueco más profundo de mi cuerpo: aquel existente dentro de mi pecho... Por: Heriberto Cruz Reséndiz
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lunes, 9 de julio de 2012
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Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza
Este soy yo...
DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...