— Por cierto, ¿cómo te llamas? —pregunto mientras desesperado fuma su cigarro—.
— Jorge —aspira el humo de su cigarro, se ve más tranquilo—.
El Gordo le arremeda por la espalda. Se seguirá pitorreando a sus costillas y algún día Jorge hará lo mismo con un chavito fresa de servicio social.
[Ruido blanco].
“Drive away and it's the same
Everywhere death row, everyone's a victim
Your joys are counterfeit
This happiness corrupt political shit
Living life like a comatose
Ego loaded and swallow swallow swallow
Under neon loneliness motorcycle emptiness
Under neon loneliness everlasting nothingness.”
— En estado de coma, vivimos del ego, cargándolo, solventándolo y guardándolo en el buró de al lado de la cama y algún día nos damos cuenta: nunca hará las simientes de una nueva vida. Probablemente, es una parte de nosotros que deberíamos olvidar con más frecuencia. De las ondas pasadas The Manic Street Preachers, la canción Motorcycle Emptiness. Les recuerdo los teléfonos del cuarto de sorpresas 52393540 y 41. Hablen, tiren una moneda al aire y pidan un deseo: la luna siempre está dispuesta a escuchar. [Pausa]. Cuando encontramos o reencontramos a alguien es inevitable la sensación de incredulidad, de fantasía. Y es natural, el golpe de los recuerdos y las vivencias pasadas nos hacen vibrar alrededor de la sorpresa, y por qué no, de un poco de miedo, el cual, nos hace ver sombras en la oscuridad. Pero, de algo estoy seguro, siempre encontraremos un destello en la inmensidad del infinito que pasa a través de nuestra existencia con el único fin de llevarnos por el sendero del cambio. Se quedan con James y She’s a Star. [Identificación: La caída de la luna].
— Jorge —aspira el humo de su cigarro, se ve más tranquilo—.
El Gordo le arremeda por la espalda. Se seguirá pitorreando a sus costillas y algún día Jorge hará lo mismo con un chavito fresa de servicio social.
[Ruido blanco].
“Drive away and it's the same
Everywhere death row, everyone's a victim
Your joys are counterfeit
This happiness corrupt political shit
Living life like a comatose
Ego loaded and swallow swallow swallow
Under neon loneliness motorcycle emptiness
Under neon loneliness everlasting nothingness.”
— En estado de coma, vivimos del ego, cargándolo, solventándolo y guardándolo en el buró de al lado de la cama y algún día nos damos cuenta: nunca hará las simientes de una nueva vida. Probablemente, es una parte de nosotros que deberíamos olvidar con más frecuencia. De las ondas pasadas The Manic Street Preachers, la canción Motorcycle Emptiness. Les recuerdo los teléfonos del cuarto de sorpresas 52393540 y 41. Hablen, tiren una moneda al aire y pidan un deseo: la luna siempre está dispuesta a escuchar. [Pausa]. Cuando encontramos o reencontramos a alguien es inevitable la sensación de incredulidad, de fantasía. Y es natural, el golpe de los recuerdos y las vivencias pasadas nos hacen vibrar alrededor de la sorpresa, y por qué no, de un poco de miedo, el cual, nos hace ver sombras en la oscuridad. Pero, de algo estoy seguro, siempre encontraremos un destello en la inmensidad del infinito que pasa a través de nuestra existencia con el único fin de llevarnos por el sendero del cambio. Se quedan con James y She’s a Star. [Identificación: La caída de la luna].
“She's been in disguise forever
She's tried to disguise her stellar views
Much brighter than all this static
Now she's coming through
Oh no, she knows where to hide in the dark
Oh no, she's nowhere to hide in the dark
She's a star
Don't tell her to turn down
Put on your shades if you can't see,
Don't tell her to turn down,
Turn up the flame.
She's a star
It's a long road
It's a great cause
It's a long road
It’s a good call
You got it
You got it,
She's a star."
Lo único malo de estar encerrado en una cabina de radio es que no puedes ver el cielo ni las estrellas y pareciera que la existencia se te va de largo. Los sinuosos pasillos, la enredadera de la información encerrada entre estos muros, ¿cuántas vidas se consumen bajo las antenas que hacen posible cada emisión? De arriba abajo, escalón tras escalón. ¿Son las mismas estrellas bajo el mismo cielo para los dos? Cuántas veces no he soñado mi mano estirada, con el cobijo de la noche, depositando un deseo a tu lado y dibujando una sonrisa entre tus sueños para saberte feliz.
¿Sabes? Cuentan los operadores y los ingenieros de transmisión que por las noches, cuando se terminan los programas en vivo, se pueden escuchar susurros y el teclear en las computadoras. En algunas estaciones, afirman, se pueden ver personas o fantasmas o entes vagando por las oficinas vacías.
Cómo Juan José, ejecutivo de ventas de la estación. Desde que su esposa lo abandonó por un hombre más joven se dedicó a trabajar duro, terminaba su jornada cerca de las doce de la noche. Yo creo que le daba pena o coraje llegar a su casa y encontrarse solo. Murió de un paro cardiaco. Lo encontraron sentado frente a su escritorio. Ahora, los operadores dicen que escuchan el ruido de la fotocopiadora en su oficina o el sonido de los pasos ir y venir, igual que cuando Juan José trabajaba hasta tarde.
Parece un cuento de fantasmas. Lo cierto de todo es que las palabras se encierran entre los muros. Las vivencias y las emociones generadas se aprisionan entre los controles y las paredes. A veces, creo las historias se esconden entre los cables y los micrófonos esperando a ser contadas.
Desde ese día, sí, cuando nos reencontramos, aparece en mi el deseo de contarte como nos conocimos, para no olvidarnos, para no repetir los errores que antes dejaron un hueco en la existencia de cada cual. Por eso es que te escribo, te escribo letras gastadas sobre un papel, por eso te busco entre las líneas y la cadencia de un sueño fomentado desde niño: me encantaría ser escritor de los buenos.
¿Crees que algún día, alguien contará nuestra historia? ¿Seremos una historia viajera en el tren de la vida? ¿Pertenecemos al mismo tren desaforado sobre las vías de un amor de contrabando? Por eso te guardo y te platico por el micrófono, para encerrar esta historia entre las cuatro paredes de esta estación, con suerte, un día, estando apagada la radio escuchemos el sonido de ese día cuando la luna se cayó y lleno nuestras vidas.
Tomo un sorbo del café, liquido aromático mensajero del sabor de tus labios y del color de tus ojos expresivos, retóricas ventanas de tu alma.
— Vas mi hermano —dice el Gordo entretenido con los mensajes de su celular—.
— Por cierto, regálame otro cafecito, ya sabes sin azúcar y de la jarra de la oficina, no me vayas a dar de la maquinita.
Pido, a la vez que le extiendo la mano con mi taza vacía, pero llena de besos alrededor, en la orilla. Lo juro, en cada trago siento el calor de tu boca y la tersura invitante de seducirte, de tocarte, de acercarme a tu cuerpo de manera lasciva y hacerte mía y ser tuyo hasta el límite del deseo.
— ¿Algo más? Soy tu mandadero, no cabrón —alega y estira la mano y se encamina a la salida de la cabina, haciendo aspavientos y muecas con la boca—.
— Por favor, y si está bien caliente, mejor.
Tengo tus ojos cual obsidianas en el iris, reflejando las imágenes de cada vez que nos vemos, te llevo tan presente tan conmigo tan como tú: eres todo, mi día y mi noche y mis espacios y mi único silencio y el despertar a una nueva forma de vivir.
[Golpe]. [Identificación: La caída de la luna]. [Abres micrófono y entra locutor].
No hay comentarios.:
Publicar un comentario