Te he de contar que mi sueño es parecido a un síncope blanco, siempre para entrar hay que pasar por un túnel largo y brillante, tras el cual se sientan pacientemente, en una sala de espera, mis ideas, mis locuras y mis sentimientos. Sabes, ¿qué es un síncope blanco? No lo sé muy bien, pero dicen es la antesala de la muerte, es dónde esperan su turno aquellos caídos en el sueño profundo de la anestesia. Pues eso han sido estos 35 años de mi vida: una intensa operación de reestructura, de la cual no se puede sobrevivir sino se está sedado.
He pasado mi infancia soñando con seres que nadie veía, que sólo podían vivir en mi cabeza o en mi realidad, ¡Sí, muy mía!, que no tuya o de alguien más. Nunca te he platicado de un amigo "imaginario" que jugaba al alquimista conmigo. Buscabamos incansables la piedra de la felicidad hasta que un día aburrido saltó por la ventana de mi cuarto y extendió sus alas, no sin antes decirme: "La felicidad no es una piedra, es un trozo de carne que se come lentamente y nunca nos pertenece".
Solo y abatido decidí refugiarme entre los libros, textualmente construí un refugio de cientos de ellos, eran como la casa del árbol en mi cuarto. Ahí fue donde conocí a Garcín, y me identifique con él, con aquel que escribía de sus ideas prisioneras en forma de pájaro azul y sentía un profundo amor por Nini. Y decidí escribir y buscar a mi Nini. Primero leí para saber cómo era ella, pero siempre ante el gran amor existía una gran tragedia, justo ahí fue donde conocí del síncope blanco y entendí que el verdadero amor no sólo se vive, se siente más allá del tiempo y el espacio, y decidí vivir sedado para encontrarlo. Te mentiría si te dijera que en el trayecto no he errado, es que soy de ideas vagas y sentimientos confusos, siempre cuando creía haberlo encontrado algo sucedía y me daba cuenta de mi fallo: que si la inconformidad, el exceso de vanidad, exacerbación de la feminidad, la prueba de la insipiente sexualidad, el encuentro de mundos incompatibles y la ausencia de tolerancia.
Todo se confundía y me confundía, y decidí dejar la búsqueda y vivir el día a día sedado, ahí conocí a un tipo de largos brazos que gustaba de disfrazarse y recorrer los congales bebiendo ajenjo, Lautrec le decían sus amigos y su padre le decía "sapo", siempre enamoradizo declaraba antes de ir a la cama: "Esta mujer que ves, por hoy será el amor de mi vida, y morirá en mi corazón como muere la noche ante día". Me caía muy bien, pero imagina las crudas, y ante el poder del elixir verde de los duendes similar al formol, siempre aparecía ella, que tendiendo su mano desde un cuadro me confortaba, era ella siempre ella, y yo tan sólo en esta realidad de mierda. Era el efecto de mi síncope blanco, de eso estoy seguro.
Sedado le conocí a él, a Paul, viviendo día día, gritando por todos lados que la felicidad sólo era una congruencia del ser, si es, es porque es feliz, es aceptarle tras la puerta cerrada, con su misma existencia y la náusea que provocan sus inconsistencias. Y me vestí de negro y dejé mis cabellos largos para colgar ideas de mi y evitar que la gente viera el espectáculo de mis ojos tristes, los más tristes de este mundo [eso decía mi abuela, ¿te he contado sobre ella?]. Después de vivir sólo por un día sin esperar la salida del sol de aquel que seguía, me dí cuenta que mi vida estaba vacía, que su imagen me perseguía, siempre al caer en mi profundo sueño aparecía ella, tendiéndome la mano, esperando su turno en la sala de espera de mi síncope blanco, y le preguntaba cómo era ser ella, cómo podría hacerle saber que era el amor de mi vida, cómo encontrarle, y al llegar siempre a esta última pregunta mi sueño de formol desaparecía, y buscaba en el opio, en la mota, en el alcohol y las pastillas reencontrarle como se reencuentra la bocanada de aire tras la pesadilla de una noche larga o el descanso tras la vigilia larga de una vida.
Un día le encontré viviendo en mi síncope blanco, sí había decidido vivirlo permanentemente, escribir y tomar hasta ahogarme en cansancio y ahí le conocí tras la caída de la luna [Por eso es que ya no hay lunas completas, sólo cuartos y medias lunas en mis dedos]. Mil veces me he preguntado, si yo la he inventado, si yo la hice verdad de tanto anhelo, si su rostro es mi realidad aparte, si ella en verdad es un sueño.
Lo extraño es que desde que llegó a mi vida mi síncope blanco se ha transformado, ya no parece un sueño de formol, es la pesadilla de mis inconsistencias y mis imposibilidades, ya no es un túnel, es aquello que vivo día a día, es la consigna de mi soledad que no es la mía, es la del hombre y me arrebata hora a hora... jamás me preparé para esta vida.
¿Y mi síncope blanco? Tal vez sólo existía para encontrarla...
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