Siempre la incógnita perfecta, el despeje adecuado, la coordenada perdida en el plano dimensional -de cualesquiera de las dimensiones de este multiuniverso-.
Siempre verdades a tres cuartos de nota, inmersas en silencio, destellando en cada trasiente el pico de onda que deja el olvido -¡Zas!- y decae el devenir mismo del sonido hasta hacer un escueto latir -¡Bom! ¡bum!- de algo parecido al siempre quise pero nunca pude...
Simples principios físicos -repulsión, atracción, evocación, dejadez o la relatividad de los cuerpos-, pero siempre tan simples y llanos como las necesidades del acto de amar...
Tú -y- bifurcación y semblante, polisemia y multiverbal -volado jugado con la moneda de la inspiración donde se apuesta una vida entera, donde hay dejarlo todo-.
Yo -x- punto de encuentro entre todo y nada, estar y dejar de ser, olvido siempre olvido y nunca un encuentro ni tan siquiera con uno mismo... Miedo y seducción, horror ante la vida misma que se apresa en tus labios -los mismos que suelen temblar de ganas, de frío ante la ligereza del destino, de la insoportable simpleza del vado de la nostalgia-.
¿Seguimos juntos? Como tan seguro que a tu alrededor no hay nadie que llene tus hojas ni te incite al sueño ni te vea desnuda caminando en tus desiertos de virgen sediciosa y desflorada, -escritora de pinceles y de novelas de acuarela-, porque para verte sólo hace falta cerrar los ojos e irte olvidando poco a poco...
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