¿Qué sería de nosotros sin la lunática luna y su reflejo en esta realidad aparente, realidad de noches llenas de contrastes y sortilegios? ¿Quién le ve tras el borde del billete? ¿Quién saboreando las migas del mendrugo y del vinagre tinto?
¿Quién es Dios que nos manda o nos sugiere?
¿Acaso no es el hombre la divinidad expuesta mientras retoza en hinojos, detrás o sobre su Diosa arrodillada? ¿No es el maná la vulva envuelta en los olores lujuriosos, no es el pene el báculo que abre y cruza a pie los muros -cual aguada- del Mar Vivo? ¿Y la danza de la fertilidad no es el rito mayúsculo de la deidad en el hombre -si es que Dios no es en si, solo, tan sólo un hombre? ¡Es la bendición el movimiento de caderas, la presión en los muslos, santiguada exposición del caldero del deseo, comunión del sexo compartido y sin remilgos! ¡Chinga, esto es un credo exacerbado por el lumen mortuorio de la luna! ¿No es la muerte pequeña, el desceso chiquito -la máxima caricia, la deidad vuelta instante- no es la misma muerte el beso de su magnificiencia? ¿Acaso no se enredan los herbarios y las flores del jardín de tu Edén a mi tronco, el del árbol maldito, el del fruto del bien y el mal?
Luna psiquiatra, Luna loquero... Dadora de las furias creadoras, lente plateado de la visión profética y poética... Alimento de los pobres, paupérrimos enamorados, góticos amantes, prisón de barrotes cursis para las bestias del apocalipsis del deseo divino... ¡Cuánta lujuria hay encerrada tras el deseo del crepúsculo! Y no te defiendo del olvido, sólo de la falta de tinta o de la goma del poeta...
Luna mía, ¿Quién no desearía volar contigo y conocer ambas partes del mundo? ¿Quién no observaría junto a ti el terreno, el paraíso y el inframundo? ¿Quién no te desea vestida de trasparencias -que dejen ver tus formas y el rosado de tus pezones y tu vulva, el pelambre florido de tu pubis, las pecas que yacen como puntos y comas sobre tu pecho-, y de encajes de gamas sueño, de colores vida, de combinaciones ávidaz semitonales?
Dime, ¿no es elitista que sólo algunos hombres tengan acceso a tus misterios, a tus hechizos, a tu antiguo diccionario y al placer oculto en tus sortilegios? Luna monógama, luna caliente, luna humana, luna divina...
Y no te defiendo de otra cosa que sólo del destino que hoy te brinda la pluma, de un loco que sólo dijo que amar es muy divinamente humano... fuera y dentro de los sentidos...
¿Quién es Dios que nos manda o nos sugiere?
¿Acaso no es el hombre la divinidad expuesta mientras retoza en hinojos, detrás o sobre su Diosa arrodillada? ¿No es el maná la vulva envuelta en los olores lujuriosos, no es el pene el báculo que abre y cruza a pie los muros -cual aguada- del Mar Vivo? ¿Y la danza de la fertilidad no es el rito mayúsculo de la deidad en el hombre -si es que Dios no es en si, solo, tan sólo un hombre? ¡Es la bendición el movimiento de caderas, la presión en los muslos, santiguada exposición del caldero del deseo, comunión del sexo compartido y sin remilgos! ¡Chinga, esto es un credo exacerbado por el lumen mortuorio de la luna! ¿No es la muerte pequeña, el desceso chiquito -la máxima caricia, la deidad vuelta instante- no es la misma muerte el beso de su magnificiencia? ¿Acaso no se enredan los herbarios y las flores del jardín de tu Edén a mi tronco, el del árbol maldito, el del fruto del bien y el mal?
Luna psiquiatra, Luna loquero... Dadora de las furias creadoras, lente plateado de la visión profética y poética... Alimento de los pobres, paupérrimos enamorados, góticos amantes, prisón de barrotes cursis para las bestias del apocalipsis del deseo divino... ¡Cuánta lujuria hay encerrada tras el deseo del crepúsculo! Y no te defiendo del olvido, sólo de la falta de tinta o de la goma del poeta...
Luna mía, ¿Quién no desearía volar contigo y conocer ambas partes del mundo? ¿Quién no observaría junto a ti el terreno, el paraíso y el inframundo? ¿Quién no te desea vestida de trasparencias -que dejen ver tus formas y el rosado de tus pezones y tu vulva, el pelambre florido de tu pubis, las pecas que yacen como puntos y comas sobre tu pecho-, y de encajes de gamas sueño, de colores vida, de combinaciones ávidaz semitonales?
Dime, ¿no es elitista que sólo algunos hombres tengan acceso a tus misterios, a tus hechizos, a tu antiguo diccionario y al placer oculto en tus sortilegios? Luna monógama, luna caliente, luna humana, luna divina...
Y no te defiendo de otra cosa que sólo del destino que hoy te brinda la pluma, de un loco que sólo dijo que amar es muy divinamente humano... fuera y dentro de los sentidos...
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