-¡Muévase!
Grita el policía arrastrándome de los brazos y forcejeo para verla en el carmín violáceo que deja la sangre al oxidarse.
- ¡Qué te muevas hijos de la chingada!
Y acto reflejo deja caer su tolete repetidas veces, pero mis ojos no pueden cerrarse ante la imagen de ella, quieta y con la jeta salpicada de gotas escarlatas, que en sus hilos se confunden con el hilvanado, sobre su pecho, de su camisón antes blanco. Ella yace en hinojos sobre el piso y yo no puedo parpadear; mis fanales no ceden ni ante el vigor de cada golpe ni por el molimiento de mi carne. Verla, mientras me arrastra este policía hijo de puta me eriza, me prende, me excita. - ¡Te va a cargar la chingada! Sentía que la cabeza me iba a explotar y los labios hinchados, un madrazo más y no supe más de mí, el tolete me noqueó por completo.
Perdido entre las sombras recordaba mis días como gente normal, cuando necesitaba aquello que cualquiera necesita, evocaba cada momento de cuando era un hombre y no la bestia en que me he convertido, siempre insatisfecho, siempre con hambre y después de esa más hambre… parece ser que todo comenzó con esta soledad, de días grises y faltos de color, con tu olor impregnado a los muros de las calles que siempre recorro en esta hastiada ciudad. Así es como empiezan los momentos que dan pie a las notables circunstancias de la vida, a mareos cortos y pasos sin sentido, pasos unívocos, pasos solos que te conducen por el sendero hasta llevarte a la vorágine de este absurdo que significa estar vivo, ¡pinche soledad!
Sí esa, la de tragos amargos y oblaciones al deseo inconsciente de tu ausencia... Sí, de la falta de ti. Y es que todo inicia con el dolor de no tenerte, de levantarme y ver la nada desplegando su sueño ámbar, con al testa recargada en la almohada de al lado, en el lugar sobre el colchón que en otros días fue tuyo... Todo se sucede con las primeras lágrimas fragmentándose para llenar el hueco que dejas al partir y desaparecer a placer.
Lo cansado son los días, donde segundo a minuto se respira el olor de la vida –cotidiana, pero vida al fin-, y veo pasar a uno que otro enamorado con flores y la sonrisa idiota – en busca de compañía-. Y los envidio por tener la esperanza que yo abandoné a su suerte al filo de
Mi muerte, mi muerte, mi muerte…En mi inconsciencia deseo despertar y el sabor de mis fluidos y mi plasma coagulado en mi garganta me reconfortan. Quisiera recordar a través del mensaje de la sangre cuando fue la primera vez que comenzó todo, cuando decidí que el ser humano es la cura para la soledad… no recuerdo qué me incitó a aliviar el terror al vacío alimentándome de los otros, tragándomelos… no se bien si era miedo o pánico, lo que sí sé es que el terror son las noches cuando a mis 13,333 días; 5 meses; 16 horas; 50 minutos y 44 segundos momentos de vida me descubro abandonado bajo las sábanas, tocándome como perro desencadenado, e implorando –a un Dios que no he conocido en toda mi existencia-, por la textura de tu piel, el sabor de tus labios, la humedad y lo profundo de tu oquedad; del nido que hizo la existencia entre tus piernas llenando cada hendedura encarnada de mi biografía. Por eso me deslizo al limbo de la soledad cuando desapareces y el vacío llena cada una de las expectativas y se hace la sustancia de mi mundo físico. Sí, de ésta, que me mantiene vivo, al menos por hoy.
Escucho en mi inconsciencia:
-Yo no lo quería matar, no quería, sólo me defendía –vociferaba la mujer llena de miedo, harta de todo-, le pedí mil veces que ya no pegara, se lo supliqué llorando, igual, así como me ve, es que, es que, yo de verdad lo amaba, pero el muy puto siempre me pegaba, y más ahora que estoy embarazada. Yo sólo le dejé ir el cuchillo hasta que dejo de moverse, vea usted en los libros hay un acta, no era la primera vez que me pegaba.
- ¡Está bien, mi reina, lo que tu digas! –gritó el MP- Y a ese güey que estaba espiando por la ventana, despiértenlo y déjenlo ir
Y día tras día cual devenir concéntrico sucede lo mismo, y en este estado de extrañeza -de ti, de ti, de nosotros-, me he llenado de un vacío enorme: la vacuidad habita lo mismo que Dios en mis entrañas... Y así es como comienza todo, en el arte estúpido de evocar sin un sentido exacto, sin un límite, sin ti...
Así comienza todo, sin saber si te amo más que a esta nada que llena mis vigilias nocturnas... Hoy ya no sé si vivo por mi, por tu existencia o por esta puta soledad de cagada... Y así comienza todo...