Despertar de entre sueños líquidos es despertar al calor de tu espalda, con las caricias enredadas en la piel y el olor de tu vientre impregnado en mi corazón. Y aparece la esperanza de verte dormida a mi lado, y respirarte dormida y sentirte despierta y tratarnos, redescubriéndonos apasionados, por momentos adolescentes llenos de pasión, con ganas de más mientras se nos va el tiempo... Y es que si bien no somos los mismos seguimos siendo los otros que una vez inventamos bajo las sábanas, al calor de los focos de un hotel de paso: ¿No crees que seguimos amándonos desesperados? Y si bien no somos los mismos de hace unos años, seguimos siendo los mismos amorosos de luces taciturnas, esos que matan al amor en cada encuentro y lo encierran en palabras, lo mantienen cautivo y ansioso, lo apañan en las entrañas hasta asfixiarlo y lo dejan merodear libre sin que salga de la casa.
¿Acaso no somos los mismos otros? Esos que se encuentran amarrados entre abrazos porque tienen miedo de perderse, aquellos que se buscan la luz del deseo en los ojos para alumbrarse en las penumbras del día a día, los mismos que se besan amados y aterrados, los que se buscan las caricias en la bolsa parar gastarse la vida juntos. ¿Acaso no somos los mismos que se inventan el destino? Y es que si bien somos los otros nunca dejamos de ser los mismos que se calzan el amor por la noche y a cada espacio van de paso en paso por la vida, intranquilos y llenos de dudas, pero serenos y llenos de delicias.
¿Es que acaso, nunca cambiamos y nos engañamos a nosotros mismos? ¿Será que siempre hemos sido los otros y sólo lo somos con nosotros mismos? ¿Será que siempre hemos sido los mismos amorosos y solos, juntos, somos los otros?
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