Y me pregunto si me sueñas como se sueña el penúltimo sueño, ese que se sabe desde antes, el que antecede al último, en ese que todavía hay esperanza por soñar; y es que es natural, el reflejo de la tarde sobre tus ojos, tus labios rosados, tus impávidos miedos, y la hojarasca de verano a medio comenzar: se siente el terror a saber de la fugacidad de la piel y el impacto que tiene sobre la hoja blanca de tu deseo, la vieja tabula rasa de tu desnudez ofrecida a los perros. Y es que es natural, a cada palabra consigo las pistas del lugar donde escondes el caldero de tu protección, el nido de tu corazón arropado por los señuelos del pasado, los eslabones que te atan, las ristras a tu cuello, y los anhelos de un futuro castrado de tanto estar sentado esperando por el. Es tan natural como el olor a café inundando la mañana, la caricia remojada a la orilla de la taza, y el tarro harto lleno de palabras dulces y diabéticas... ¿será el pan sobre la mesa, el fruto bendito, tu vulva, tu vientre? Es que es tan natural, la orquídea y sus botones en tu pecho, el veneno del diario devenir, y los surcos en la piel al paso de los años, las huellas dactilares de cada frase que retozona te hace el amor; sé que eres feliz tras cada engaño de la metáfora, que prefieres el desatino y el desastre en el cual nos hemos convertido; si es que ya no somos los mismos, y en pos de la libertad nos sumamos a los otros que endiablan nuestra vida con sus artilugios de poetas conscriptos y revolucionarios. ¿No te saben sus besos a caso perdido, a vacío vacío, a sopa de piedras en medio de la abundancia?
Y mira que es natural que te busque y no te encuentre, que te de por extraviada en el camino de mis fantasmas perdidos, de mis errores consumados, en la fatalidad de mi pensamiento modernista y claustrofóbico: será que soy de sal y no de piedra, que llevo la talega de la traición en la diestra para que florezca la vida tras la entrega de mi alma a los fariseos. ¡Quiero mi corona de espinas y la lanza en el costado para que mi corazón loco y libre se esparza por el aire contaminando a esta ciudad tan falta de él! (Aclaro que mi corazón no es el culpable de mi negra imaginación, si no el poder de tus manos sobre mi cuerpo, o el dolor de perderlo todo tras cerrar la puerta de tu alacena donde escondes tus cadáveres exquisitos, o la visión de tus labios henchidos de placer agazapados entre tus piernas).
Llevo días de penas y deseos, de soplar velas en los candelabros para quedar en la oscuridad de tu natural inquietud, y me da miedo responderte al filo de las palabras, en medio de los libros que te has escrito, o ahogado en la bolsa de dulces de tu última película. Y me dan ganas de quedar sin ganas, de ti o de respirar -da lo mismo, a pesar de que uno no es causal del otro menos el efecto-. Y es que la vida es tan natural como pasar de largo y quedarse en la cortedad, es tan tan natural como lo complicado del efecto simple de vivirla... Y me pregunto si me sueñas como se sueña el penúltimo sueño, ese que se sabe desde antes, el que antecede al último, en ese que todavía hay esperanza por soñar, antes que llegue el último y se lleve todo a la mierda.
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