La quietud del paisaje siempre electriza los sentidos de Pedro, le recuerda que las emociones viajan 90 veces más rápido que la razón:
— No lo conozco, ¿he de repetir mil veces que no lo conozco? –Alterado cierra el zipper de su chamarra Pierre Carmín. Se aleja presuroso como hormiga silenciosa, con la conciencia eferveciendo. Siente las miradas penetrantes de todos aquellos seres conocedores de la verdad cuadrilonga que le afecta: la tierra no es redonda, es un cuadrado perfecto.
Camina con las mejillas rojas. Sí, con las mejillas. Se detiene y pega la cara en el sendero para escuchar, en la voz de la tierra, si lo persiguen:
— Sólo tú sabes la verdad. –Escucha el rebotar de las ondas de algún manto acuífero o del drenaje:
— Es tu verdad, la verdad de Pedro.
Se levanta espantado, saca una piedra de su huarache con suela de llanta, eso sí, europea. Aprieta el paso mientras busca en su bolsillo, tentando corrobora que todavía está allí. Cierra el puño y tensa cada uno de los músculos de su mano.
A lo lejos escucha “Time is running out” cual anuncio del inicio de la pasión. Voltea y bajo el marco de una puerta, dos muchachos se besan entrelazando sus lenguas, sinuosas y bífidas. Se tocan ávidos, sacando brillo a sus escamas. Se testerean por encima de la ropa, y en la entrepierna de ambos se puede percibir la mojadez de sus delicias. Pedro pierde la mirada pues distingue el brillo rojo de la lujuria en los ojos de los párvulos precoces. Pedro es todavía virgen.
En la esquina de Pensador Académico y Maestro Morfosintáctico se detiene impávido, un graffiti muestra un icono sagrado sosteniendo un tag con la cabeza:
“Sólo tú, Pedro, sabes la verdad”
Ya no puede más, siente un millón de bichos caminando en la cabeza, siente dolor recorriendo su cráneo, parece que las ideas están a punto de explotar. Se detiene frente a una casa, se acerca…
Apaga su sistema de monitoreo. Alguien toca a la puerta:
— Maestro.
Pedro se arrodilla y besa su mano mientras dice:
— Todo se hizo de acuerdo a sus planes.
— ¡Perfecto!
Extiende la mano sin estigma: —Tienes algo para mí, ¿no?
— Sí
Pedro mete sus manos al bolsillo de la chamarra y saca una talega con 500 monedas de oro. Se las da en la mano.
— ¡Ya levántate! Tanta parsimonia me revuelve el estómago. Por cierto, ¿quieres un mollete? ¿Una cuba? —afirma sin estigmas en la frente—.
— No, gracias –contesta el maldito Pedro
— Entonces, cuéntame ¿cómo sucedió todo?
— Pues – se pone nervioso- después de la cena decidimos ir al bar…
— ¿No quieres una puta del bar “Los olivos”?
— No, gracias –está horny y se pone nervioso— pues se hizo el cambio como lo teníamos planeado, ya en el bar, Magdalena se encargo de darle de beber y de ponerle las líneas sobre la mesa. Se refino como tres teibols, una chupadita y tres botellas de güisqui.
— Entonces, sirvió tentarlo y que tomara mi lugar –Pedro es un pendejo, maldito y pendejo. Pedro es un pendejo—.
— Lo único que yo no sabía —Pedro está extrañado hasta el tuétano— es que iba a caer la policía. Llegaron en redada por él. Repartieron madrazos por todo el lugar. Juan, Mateo, Santiago y yo, alcanzamos a salir por la puerta trasera, pero él —sin cuernos— estaba tan high que lo agarraron luego luego. Se lo llevaron a narcóticos y desde ese jueves le han puesto ¡cada putiza para que hable! Pero él —sin cola y patas de macho cabrío— no dijo nada y ahora lo van a trasladar al Cereso, pero la competencia ya tiene planeado darle mate en el trayecto. Le van a dar cuello por el método de la pasión, van a parar el convoy, lo bajan de la Julia apunta de golpes lo arrejolan y lo crucifican en un poste de luz.
Lo único que no entiendo es ¿cómo llegó la policía?
Pedro se rasca la cabeza.
— Cómo eres buey, yo di el pitazo. Les dije que hablaran con Yudas que lo convencieran de que hablara, que él podía soltar la información.
— Pero, pero…Maestro.
Pedro está que se caga de miedo:
— A Yudas lo encontraron muerto, colgado del asta bandera de la secundario 41.
— Claro, recuerda lo que le pasa a los traidores y soplones. Además el muy buey se vendió por 500 monedas de oro, ¿tú crees? En serio, ¿no quieres una puta?
Pedro está nervioso, muy nervioso. Niega con la cabeza. Es que a lo mejor sí está caliente y es pendejo. Se levanta, sin la llaga en su costado y camina hasta el servibar. Se sirve un J&B doble, con mucho hielo, le sabe tan rico:
— Pues mi querido Pedro, ahora sabes toda la verdad.
Le apunta directamente, con la 45, a la cabeza:
—Tu crees que soy imbécil o qué pedo. Eres Pedro Pescador, agente secreto de la AFI.
Pedro, el muy buey, suda como cerdo.
—Yo soy Jesús & Blood. Yo lo puedo ver todo, tengo mis monitores especiales. Pensaste que me tenías en la bolsa desde que dije: “Sobre esta piedra edificaré mi imperio”. ¡Qué pendejo eres! Ni modo manito ya te cargo la chingada.
¡Bang!
Golpean la ventana, fuerte y voltea:
— ¡Órale, pinche Jesús! Ya cálmate o te damos tus choquecitos en la cabeza –grita el buey de blanco- eso, bonito, siéntate a ver tu televisión, eso, quieto frente a tu monitor.
— ¡Pobre Jesús! De tanta coca quedo mal –dice Mary, residente del siquiatrico— siempre se da de topes en la cabeza hasta sangrar.
— ¡Y fue el rey de la cocaína! –inquiere Fernando Lucci Without Cuer Nos, doctor y director del sanatorio- lástima siempre creyó que había acabado con sus enemigos. Con la coca no pudo.
Epílogo
— ¡Pedro, Pedro! Otra vez haciendo cuentos pendejos para “La cucharita del crack” —dice su madre encabronada— mejor ponte a trabajar, ¡los escritores están locos!
— No lo conozco, ¿he de repetir mil veces que no lo conozco? –Alterado cierra el zipper de su chamarra Pierre Carmín. Se aleja presuroso como hormiga silenciosa, con la conciencia eferveciendo. Siente las miradas penetrantes de todos aquellos seres conocedores de la verdad cuadrilonga que le afecta: la tierra no es redonda, es un cuadrado perfecto.
Camina con las mejillas rojas. Sí, con las mejillas. Se detiene y pega la cara en el sendero para escuchar, en la voz de la tierra, si lo persiguen:
— Sólo tú sabes la verdad. –Escucha el rebotar de las ondas de algún manto acuífero o del drenaje:
— Es tu verdad, la verdad de Pedro.
Se levanta espantado, saca una piedra de su huarache con suela de llanta, eso sí, europea. Aprieta el paso mientras busca en su bolsillo, tentando corrobora que todavía está allí. Cierra el puño y tensa cada uno de los músculos de su mano.
A lo lejos escucha “Time is running out” cual anuncio del inicio de la pasión. Voltea y bajo el marco de una puerta, dos muchachos se besan entrelazando sus lenguas, sinuosas y bífidas. Se tocan ávidos, sacando brillo a sus escamas. Se testerean por encima de la ropa, y en la entrepierna de ambos se puede percibir la mojadez de sus delicias. Pedro pierde la mirada pues distingue el brillo rojo de la lujuria en los ojos de los párvulos precoces. Pedro es todavía virgen.
En la esquina de Pensador Académico y Maestro Morfosintáctico se detiene impávido, un graffiti muestra un icono sagrado sosteniendo un tag con la cabeza:
“Sólo tú, Pedro, sabes la verdad”
Ya no puede más, siente un millón de bichos caminando en la cabeza, siente dolor recorriendo su cráneo, parece que las ideas están a punto de explotar. Se detiene frente a una casa, se acerca…
Apaga su sistema de monitoreo. Alguien toca a la puerta:
— Maestro.
Pedro se arrodilla y besa su mano mientras dice:
— Todo se hizo de acuerdo a sus planes.
— ¡Perfecto!
Extiende la mano sin estigma: —Tienes algo para mí, ¿no?
— Sí
Pedro mete sus manos al bolsillo de la chamarra y saca una talega con 500 monedas de oro. Se las da en la mano.
— ¡Ya levántate! Tanta parsimonia me revuelve el estómago. Por cierto, ¿quieres un mollete? ¿Una cuba? —afirma sin estigmas en la frente—.
— No, gracias –contesta el maldito Pedro
— Entonces, cuéntame ¿cómo sucedió todo?
— Pues – se pone nervioso- después de la cena decidimos ir al bar…
— ¿No quieres una puta del bar “Los olivos”?
— No, gracias –está horny y se pone nervioso— pues se hizo el cambio como lo teníamos planeado, ya en el bar, Magdalena se encargo de darle de beber y de ponerle las líneas sobre la mesa. Se refino como tres teibols, una chupadita y tres botellas de güisqui.
— Entonces, sirvió tentarlo y que tomara mi lugar –Pedro es un pendejo, maldito y pendejo. Pedro es un pendejo—.
— Lo único que yo no sabía —Pedro está extrañado hasta el tuétano— es que iba a caer la policía. Llegaron en redada por él. Repartieron madrazos por todo el lugar. Juan, Mateo, Santiago y yo, alcanzamos a salir por la puerta trasera, pero él —sin cuernos— estaba tan high que lo agarraron luego luego. Se lo llevaron a narcóticos y desde ese jueves le han puesto ¡cada putiza para que hable! Pero él —sin cola y patas de macho cabrío— no dijo nada y ahora lo van a trasladar al Cereso, pero la competencia ya tiene planeado darle mate en el trayecto. Le van a dar cuello por el método de la pasión, van a parar el convoy, lo bajan de la Julia apunta de golpes lo arrejolan y lo crucifican en un poste de luz.
Lo único que no entiendo es ¿cómo llegó la policía?
Pedro se rasca la cabeza.
— Cómo eres buey, yo di el pitazo. Les dije que hablaran con Yudas que lo convencieran de que hablara, que él podía soltar la información.
— Pero, pero…Maestro.
Pedro está que se caga de miedo:
— A Yudas lo encontraron muerto, colgado del asta bandera de la secundario 41.
— Claro, recuerda lo que le pasa a los traidores y soplones. Además el muy buey se vendió por 500 monedas de oro, ¿tú crees? En serio, ¿no quieres una puta?
Pedro está nervioso, muy nervioso. Niega con la cabeza. Es que a lo mejor sí está caliente y es pendejo. Se levanta, sin la llaga en su costado y camina hasta el servibar. Se sirve un J&B doble, con mucho hielo, le sabe tan rico:
— Pues mi querido Pedro, ahora sabes toda la verdad.
Le apunta directamente, con la 45, a la cabeza:
—Tu crees que soy imbécil o qué pedo. Eres Pedro Pescador, agente secreto de la AFI.
Pedro, el muy buey, suda como cerdo.
—Yo soy Jesús & Blood. Yo lo puedo ver todo, tengo mis monitores especiales. Pensaste que me tenías en la bolsa desde que dije: “Sobre esta piedra edificaré mi imperio”. ¡Qué pendejo eres! Ni modo manito ya te cargo la chingada.
¡Bang!
Golpean la ventana, fuerte y voltea:
— ¡Órale, pinche Jesús! Ya cálmate o te damos tus choquecitos en la cabeza –grita el buey de blanco- eso, bonito, siéntate a ver tu televisión, eso, quieto frente a tu monitor.
— ¡Pobre Jesús! De tanta coca quedo mal –dice Mary, residente del siquiatrico— siempre se da de topes en la cabeza hasta sangrar.
— ¡Y fue el rey de la cocaína! –inquiere Fernando Lucci Without Cuer Nos, doctor y director del sanatorio- lástima siempre creyó que había acabado con sus enemigos. Con la coca no pudo.
Epílogo
— ¡Pedro, Pedro! Otra vez haciendo cuentos pendejos para “La cucharita del crack” —dice su madre encabronada— mejor ponte a trabajar, ¡los escritores están locos!
Fotografía: El ojo de Dios /NASA (distorrsionada x mi)
Texto: Heriberto Cruz
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