el sigilo de la locura,
el ruido de la claridad,
las patrañas de la hermosura.
Y es que cada quien se forma su realidad,
y apelmaza sus mundos,
de fondo negro o trazados en blancura,
los amasa en acertijos dando tumbos,
en tesis de palabras que todo lo curan:
medicina para los ciegos
y aquellos abyectos del corazón,
que todo lo odian y nada procuran.
Lo real es la enfermedad,
la quimera:
El imperio del olvido,
y las ruinas asentadas de los sentidos.
La verdad es la panacea
para aquello que aterrado,
habita secreto,
adormilado,
a punto de saltar al acantilado,
sabiendo que ya esta muerto.
Lo real y la verdad son la saeta,
la lanza y la mortaja,
treta de Dios que del cielo baja
en forma de sueños,
que el ser humano se encarga de dejar como perros: solos, tristes y sin dueños.
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