y su sola existencia -de esta ciudad- me empuja directo a un abismo,
vorágine de mis oscuridades
donde todos los olores se me atoran en la garganta,
espantando las palabras que brotan de mi boca,
dejando un hueco en mi alma y hambre en mi estómago...
Busco incansable el significado de la vida,
perdido en las calles grises.
Busco salvarme de la enajenación entre las paredes del laberinto de esta ciudad:
de sueños revertidos y esperanzas derramadas,
de intereses y plusvalías alienadas... y todo hace ¡crash!
¿Por qué el bien es para unos pocos?
Si la tierra es para todos,
por qué desconozco aquella que piso,
y la que alcanza mi vista;
por qué el silencio de sus calles huele a desolación en vez de sabiduría,
y la pobreza sigue siendo la misma,
escondida entre los adoquines de la enfermedad y la orilla de la banqueta.
¿Por qué el bien es para unos pocos?
Será que la humanidad habita en el drenaje,
esperando a volcarse como estallido,
como la explosión de aquellas letras olvidadas
y expuestas por el ansia de la libertad.
¿Será que este silencio es sólo el inicio de nuevos ríos de sangre?
¿De manos -que juntas- sólo buscan igualdad?
¿De nosotros, hermanos de raza buscando dignidad?
¿De aquellos, que siendo muchos, se han cansado de soñar con lo que no podrán obtener?
Será que el silencio...
en estas calles sucias...
Y entonces: ¡C R A S H!
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