Siempre presente... el olvido que como a diario, el futuro burlón -de risa connotada y evidente-, el sentido pésame de mis últimos pensamientos sobre ti: mi cuerpo, mis manos, mi boca, mi lengua recorriéndote hasta saciar el ímpetu que existe -involuntariamente- en el acto de remembrar... tu silueta, tu contorno exhaustivo, línea perenne que lleva al infinito -las líneas, aún las paralelas tienden a cruzarse en algún instante, aún en los momentos del tiempo perdido-.
Siempre presente, la simetría del trazo de tus labios elucubrando algún nuevo desplante, engarzando palabras de trovadora agnóstica -de sólo el amor-, memorizando a detalle el sabor de las almendras ahogadas en alcohol -sueño etílico de un futuro de los dos-.
Siempre presente, la estepa escondida entre tus piernas -de dulce sabor a sal, de la sal de nuestras tertulias-, el boscaje frondoso y enredado que cubre las ideas más profundas de tu ser y tu femineidad -tal vez ser femenino, al menos es tu cuerpo, es divino-, glaciar de tu deseo envuelto para llevar del piélago de tu cuerpo -que entregado a otros amantes se restriega entre las sábanas pensando en mi, arrumándose con mis palabras-.
Siempre presente... el sueño de mujer vestida de carne, de tierna lujuria, de diabólico sentimiento, de sacrílego pensamiento -no hablo de Dios, hablo de amor-, del que moja tu letargo -creído indisoluble-, del que estremece tu espalda tras el fuelle del olvido -que soy prendido a tu memoria- mientras termino de recorrer el camino épico del deseo...
Siempre presente, y de tanto conjugarte te he perdido el pronombre y te llamo divina, lascivia, sueño, homenaje, palabra, ritual, encierro, aventura o peaje: puente colgante de lo que no recuerdo y menos he vivido...
Siempre presente, de un pasado contínuo que no olvido... pero que no es ni un tiempo tuyo y menos mío...