El caos es el orden en el mundo, de todo aquello que no entiendo, de lo que percibo dentro de esta realidad aparente... Parece, creo es parte del destino que me espera en alguna parte. Lo sé, por la caída de la luna que ha llenado el hueco más profundo de mi cuerpo: aquel existente dentro de mi pecho... Por: Heriberto Cruz Reséndiz
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sábado, 24 de septiembre de 2011
Sobrevivir a las imágenes (Para aclarar una duda)
Y pensar en mis fantasmas encerrados en sus propios laberintos, es tan sutil como desflorar las primaveras de los últimos años, es recortar la siembra y limpiar la tierra de gusanos, es vaciar el alma en alguno de los frascos de tu alacena, mientras afuera los árboles se mecen cual muertos pacientes a la luz del sol.
Pareciera que son recuerdos volcados en mi mente, pero sólo son la destreza de mis ideas por sobrevivir al tecnicolor de las imágenes:
Mis falanges hechas de fuego y sus huellas avispas...
Tu figura melosa sobre la cama, de suaves subidas y bajadas, mientras mi lengua bífida; llena de mentiras piadosas, herejías y palabras de amor, brincolina, se pierde en el mar de tu tranquilidad, hablando sin decir absolutamente nada, resguardando los miles de pactos a medio redactar, dejando oraciones profanas por debajo de tu piel, sembrando incertidumbre y reduciendo certezas. Pide a gritos las fases cuervo para que vengan a sacarnos los ojos, que vengan volando a robarse las ventanas del alma y tener un pretexto para decir que estamos ciegos, y no tiene nada que ver con el amor.
¿Alguna letra crecerá en tu fértil valle? ¿Crecerá la simiente hasta florecer en capullos, que cual enredadera, teja la esperanza entre nuestros cuerpos? ¿Sin ojos podremos ver el horizonte, de grises multilínea, azules pacientes y naranjas arrebatados?
Transparencias y luminiscencias del influjo de la luna...
Mientras mis muertos viajan con el dedo encendido en procesión por el valle de mis ideas hasta perderse en la caverna que el destino les ha preparado, cadáveres exquisitos que resbalan de la luz a la sombra, y se convierten en el faro de mi ignota y perecedera existencia. Resbalan en sinuosa caída, entre laderas y serpenteantes veredas; nos van tallando, mujer piedra, mujer hogaza, mujer envinada de los placeres y artilugios de la humanidad; y sólo me esculpo de sal: ¿Nos fundimos en el centro de nuestras almas al calor de la indeseable sensación de -a veces- soledad que -hoy- nos acompaña?
Silencio: La ausencia y reconocimiento del sonido...
Las decenas de fantasmas que se esconden tras la puerta, mientras los pasos silentes del asesino -que cuchillo en mano-, se acerca despiadado por entre los corredores y pasillos, descarga salvaje su furia -contenida por tantos años-, en el corazón, en nuestro corazón; asesta una y otra vez hasta partirlo en dos y ver como brotan en borbotones los líquidos sentidos de nuestros temores y pulsaciones, las dudas y remilgos que nuestra mente reniega. Pulsar de la irreverencia en el mundo de nuestras ideas, colapsa, pasma, enamora la saña y lo natural de la bestialidad del encuentro... ¿Si tan sólo anteayer y hoy fuimos?
Armar el rompecabezas de mis fantasmas, de sus asesinos, de mis cadáveres exquisitos encerrados en su laberinto suena a batalla, a melancolía, a la locura que corre por mis venas, mientras abre tu alacena con el croscitar de los cuervos, y al encontrar el frasco que encierra mi alma, tal vez, sólo tal vez decidas llamarle esperanza...
martes, 13 de septiembre de 2011
Rompecabezas sin palabras
A pesar de todo, no hablaría de lo que se espera porque sin decirlo no esperábamos más que aquello que podíamos esperar: nosotros; o tú y yo -el vos que se conjuga trasnochado entre tus labios salpicados de verdad-. Y no lo hablaría porque no lo sé, no sé nada de ti que no me hayan explicado tus brazos abiertos, o tu voz sellada al juramento de nuestro desamor más grande; aquel que vivimos a la distancia, acortada por el monitor que te disfraza de suerte o de leyenda, que te viste mientras mi mente te arranca las ropas, o que te deja al caer la noche para no volver hasta que mis recuerdos llenan la pantalla y evoco tu presencia sobre tu cama -es que la traje conmigo para que tuvieras un pretexto y me extrañaras-.
Y es que no puedo decir nada, o algo, porque sería usado en mi contra la próxima vez que me veas y se te llenen las manos de mi mala educación, y mis codos escriban sobre la mesa lo fascinante que despiertas, o cuando me señalen tus piernas censuradas al roce furtivo de mi ignorancia. Seguro, que aquello que te diga me será restregado en la cara mientras cubres tus ojos de mi juiciosa mirada y de mis caricias monótonas y costumbristas.
No lo puedo decir por miedo a que cierres tu ventana en cada noche y no lo oigas, o quizá porque algo debe suceder para que la espera se dibuje en un cartel frente a tu puerta con tinta indeleble, no sea que la lluvia borre el mensaje, y pienses que jamás estuve. No lo digo para que no te lo quedes y pienses que es tuyo, y bajo ese privilegio desaparezca el olor de mi presencia en tu vida, y los golpes de tus nudillos en la puerta de tu cuarto. Me lo callo para que las llamadas del amanecer, te lleven a mi boca y se te encienda el deseo sobre la piel, mientras el sol desflora la penumbra, y se quedan en tus recuerdos la música y las letras, las transparencias, y las insinuaciones tras la puerta de tu casa.
No lo digo para que cierres los ojos y sientas mis manos sobre tus pies, a la vez que el alcohol se evapora de mi cuerpo... no lo digo porque es un tema que te sabes tan bien, y del cual guardas los cadáveres exquisitos en tu gaveta -la segunda de tu tocador-, para armar el rompecabezas. No lo digo porque no estoy en posibilidades de decirlo, de seguro las ventiscas de septiembre arrasan con todo y mojen tu cuerpo en horas imposibles del día. Juro que no lo digo, sólo pídeme... que parece mis pies están sobre el camino.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Nada que decir
Lo lamento, hoy amanecí seco sin ninguna idea en particular, más bien fueron muchas que he hilvanado para tejer el cobertor de mis sueños más apócrifos y sediciosos, o más bien tiernos y llenos de esperanza, o mejor dicho, de esos sueños que uno sueña cuando más no puede soñar: ¿Será que se pierde la inspiración conforme pasa el tiempo, o las musas van muriendo y caen al piso como las flores multicolores de mis palabras? No lo sé...
Y es de lamentarse cuando no se dice nada, no importa el tiempo y la enseñanza, ni el momento en que furtivos los pensamientos seducen a la carne y jamás llega el orgasmo de la palabra. Todo da igual si se levanta la mirada y la luna brillante se oculta tras los nubarrones, del pasado presente ha de venir, y nunca llega; o simplemente uno se para de la cama sin más razón que vivir un día más. Y valen madre las cosas que hay afuera en ese mundo que compartimos, y una especie de melancolía alegre nos invade, se puede sentir y no sentir, o sólo se siente y uno se hace pendejo para no sentir. Es lamentable hurgar entre la piel y no encontrarse las caricias, ni probarse las texturas, o blandirse las señales de la proximidad, hoy tan desolada. Es de encabronar, que uno se pierda en el propio vacío que ha creado, aún con las sonrisas colgadas sobre los muros, las miradas furtivas tras la puerta, la aceptación de la desnudez absoluta, donde más que las carnes nos cuelgan los sentimientos y las ideas: ¿Será que hay ojos que ven más allá de lo que otros ven como fachada? ¿Se pueden mostrar las cicatrices del alma y decir: ¡cuidado!?
Tal vez dé lo mismo, hay cosas que no cambian como la bucólica semejanza de la jungla y mi mente, donde los principios animales se yerguen conforme el hombre camina en dos patas, y las bestias terminan amándose, profundamente, sin más razón que su natural existencia. Y por supuesto que hablo también del deseo; de ver tu piel platina bajo los lúmenes de la esfera plateada, de los miles de brillos que plagan tus cumbres y laderas, del fuego encendido sobre el césped de tu entrepierna; y no es para menos, si mi boca vacía, se llena de recuerdos y noches de ti, no es menos si he extraviado el mapa dibujado sobre tu espalda y no encuentro la salida ha esta vida, tan llena de todo y sin nada.
Sé que pensarán que estoy triste, y lejos muy lejos de la locura, me espanta ver mi sonrisa sobre el espejo, el reflejo de mis tertulias soñolientas y pausadas, mis palabras cenizas, llena de brillos multicolor, la fogata que hace la esperanza en medio de mi cuarto, y el closet lleno de historias no contadas. Suena a una extrañeza sacada de algún cuento de Poe, o un dilema Kafkiano, pero lejos de esperar el pozo, o tus mensajes en la pata del cuervo, o disparar rifles de corcho en busca de la libertad; sólo me divierto viendo caer mi mundo a trozos, y tallando las viejas paredes de las ruinas de aquel complejo que hace tiempo construí... se puede seguir viviendo, siempre se trata de seguir viviendo.
Y no es que no guarde lo más preciado, es que decidí echarlo al aire para ver si mis memorias levantan el vuelo y salen de su jaula de oro, y se adentran en la aventura, y esto no es una locura, sólo es lamentable que no estés para ayudarme en este afán libertario y tan humano; como reír, coger o llorar; ya que amar es una bestialidad, tan llena de horrores y temores, ¿a poco no es bestial perderlo todo y tener que seguir viviendo? ¿A poco no es cierto que si no estás en tu mundo todo se va a al chingada? Y sigue siendo humano volverlo a intentar, sacando el olor del café entre tus manos, y viendo como la luna se asoma con ganas de jugar con el corazón, alumbrando la flor que nace en tu vientre salpicada de deseo y ganas de seguir viviendo. Y parece que este es ciclo, saber, creer, vivir, morir y renacer.
Lamento que hoy amaneciera seco de ideas, a pesar de la lluvia incesante, del frío ensordecedor, de la falta de lápiz para mi bitácora, y sin moneda para peaje al mundo de la mente; que no tuviera nada que decir...
jueves, 8 de septiembre de 2011
Lejanía...
No quiero oír tu voz y sembrar huracanes en mi alma, mientras los espejos de mis memorias caen astillados bajo las plantas de tu pies. Y es que es tan sencillo caer, como desmontar los cuadros que hicimos juntos, mientras la incertidumbre se enredaba en nuestros cuerpos: Todo es tan simple si tu voz se pierde de tan lejana.
Parece el silencio se muerde los labios para guardar el deseo y el sentimiento bajo las sábanas -que hoy solas-, se recuerdan vivas en medio de los sueños que soñamos, tranquilos, sacios, haciendo alarde de la quietud del alma; será que mientras respiramos fuimos guardando los peros y costumbres bajo la almohada, que impávida, se revolcaba en las quimeras y ventiscas que fuimos inventando sobre el piélago de tu espalda, es que éramos mis manos y tu torso, la tinta y el papel, donde dibujamos el mapa de nuestra soledad tan sola, tan compartida, tan geográficamente compatibles, tan imposiblemente diferentes, tan absurdamente uno del otro: como el tú y el yo.
Indescifrable, el camino de mis manos te mostraba la ruta que sabías de memoria, te jugaba a escondidas y te reías del intento de perderte antes de tenerte y detenerte entre mis aspiraciones y tus temores: Sí, la incertidumbre da miedo aunque sea por un segundo, y más si en ese mísero lapso de tiempo se es y se pertenece sin cuarteaduras en el alma, sin rezagos; aún por encima de las ruinas de la vida que cada quien ha tenido por su lado. Quién pensaría que la ruta que fueron dejando las huellas de mis dedos sobre tu espalda en trayectorias infinitas, llevaba a la señal -que trazada a la misma altura-, nos cruzaba de pecho a pecho, dejándonos exhaustos, tan llenos de vacío bajo la trágica luz de los días pasados.
Y es que mientras el tiempo transcurría, hicimos el silencio, callamos y guardamos las palabras, esas mismas que nos enamoraron, para otra ocasión: el momento de extrañarnos. Círculo perfecto de nuestras vanidades y la falta de pactos y juramentos: No quiero oír tu voz, si todo es simple en su lejanía, prefiero saber que ambos somos la promesa de la nada, tan nada y tan vacía.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Nuestros nombres
Evoco el olor de la mañana sobre tu cuerpo, mientras mi mirada levita transparente entre la copa de los árboles, dibujando quimeras de colores ácidos y suaves tonos pastel, para romper la liturgia en la que se envuelve el nocturno de nuestras voces: no tengo que hablar para darme a entender.
Vuelco las miles de palabras que existen en mi endeble vocabulario, miles de signos insignificados, muestra del sino y de la eternidad, absurdos sin anclaje en esta realidad que compartimos y que carece de sentido: no necesito abrir los ojos para esclarecer los paisajes de tu mundo interior.
Y consagro el silencio al apego y la dignificación de tus temores -que son iguales a los míos-, y sin saber por qué, sé que irremediables nuestros nombres serán arrastrados por el viento a miles de kilómetros, navegarán por el espacio que colman los lagos e iluminan los horizontes prendidos por el delirio de la incertidumbre, viajaran juntos sin intentar salvarse y saltarán a ciegas al abismo, se fundirán en una sola voz hasta transformarse en un rumor.
Seremos arrastrados mientras nos olvidamos y nos reencontramos en cada parada, sin decir palabra alguna, escarbaremos la piel con caricias ávidas, y horadaremos tan profundo como para dejar escapar el vacío que carcome el alma, rascaremos tan hondo para que el miedo se extinga... Nuestros nombres serán arrastrados hasta formar un murmullo indisoluble en las arenas del tiempo y de la espera.
Evoco la luz de la mañana filtrándose por la ventana de tu cuarto y pienso que todo pase aún sin oír tu voz ni saber de ti más de lo que sabes tú, y aunque te llame de mil formas, y guarde tus segundos ausentes bajo la almohada que no conoces... y que todo pase aún sin encontrar tus ojos ocultos a la distancia y tu respiración se pierda entre la maleza de las ideas y de las letras, que todo pase como pasa la vida de largo por el umbral de mi puerta, y mis ojos te digan todo mientras callas...
Vuelco las miles de palabras que existen en mi endeble vocabulario, miles de signos insignificados, muestra del sino y de la eternidad, absurdos sin anclaje en esta realidad que compartimos y que carece de sentido: no necesito abrir los ojos para esclarecer los paisajes de tu mundo interior.
Y consagro el silencio al apego y la dignificación de tus temores -que son iguales a los míos-, y sin saber por qué, sé que irremediables nuestros nombres serán arrastrados por el viento a miles de kilómetros, navegarán por el espacio que colman los lagos e iluminan los horizontes prendidos por el delirio de la incertidumbre, viajaran juntos sin intentar salvarse y saltarán a ciegas al abismo, se fundirán en una sola voz hasta transformarse en un rumor.
Seremos arrastrados mientras nos olvidamos y nos reencontramos en cada parada, sin decir palabra alguna, escarbaremos la piel con caricias ávidas, y horadaremos tan profundo como para dejar escapar el vacío que carcome el alma, rascaremos tan hondo para que el miedo se extinga... Nuestros nombres serán arrastrados hasta formar un murmullo indisoluble en las arenas del tiempo y de la espera.
Evoco la luz de la mañana filtrándose por la ventana de tu cuarto y pienso que todo pase aún sin oír tu voz ni saber de ti más de lo que sabes tú, y aunque te llame de mil formas, y guarde tus segundos ausentes bajo la almohada que no conoces... y que todo pase aún sin encontrar tus ojos ocultos a la distancia y tu respiración se pierda entre la maleza de las ideas y de las letras, que todo pase como pasa la vida de largo por el umbral de mi puerta, y mis ojos te digan todo mientras callas...
viernes, 2 de septiembre de 2011
Será...
El sol se agazapa tras tus ojos -sí, los tuyos-, y me deja claro el horizonte de tus brazos, mientras el prado de nuestras imposibilidades se tiñe de blando naranja: ¿Acaso sólo somos y a eso se resume la existencia? No lo sé, y no me importa saber, sólo sentir la primavera del café contenido entre tus manos mientras tus pasos resumen las millas de distancia que hay entre nosotros, a la par que el aire mueve las arenas de las dunas acumuladas en mi pecho: ¿Será que la espera trazó las calles en el desierto de mi soledad?
Escucho sin cesar el latido del corazón vuelto cenizas y humaredas, y tus labios se vuelven la entrada del infierno, y cada caricia, los peldaños que llevan a tu boca, y me sabe a fresca tarde, a la promesa de la ausencia y del viaje, al sabor de la tierra que sin ser mía expropio al ritmo incesante de un viejo arrullo -inventado en mi cabeza por los dioses y los adioses-.
¿Será que el sabor dulce de tus labios es fruto de la tierra?
Miro la paleta de colores del atardecer sobre tu cuerpo, y el sol oculto, cual fisgón tras tus ojos, se asombra de la fusión de los grises azulados, de los cristales minerales que empapan tu rostro: ¿será que el astro rey es el ladrón de los momentos y las imágenes en mi memoria? ¿O es que acaso, lo escondiste para robarme el alma y tender tras tus ojos la trampa de la proximidad? Es que ahora la distancia es irrelevante, es sólo un paso sobre las aguas, la conexión entre las islas, el vuelo -libre- sobre el cráter del volcán, el beso que acompaña la danza de la naturaleza humana: la ausencia sólo es el numen de esperar.
Y me olvido de mi, y me olvido de ti, de tu sonrisa franca de mujer verdugo del sol, de la paz contenida entre los trazos de tus dedos en el horizonte... Y al olvidarme, no te hablo de amor porque todo aquello está escrito como libro de cabecera, como charla de sobre cama, virtual e irreverente, es el mensaje oculto en el follaje de todas las veredas que inmutables llevan a ti... Y me olvido entre las ruinas y la niebla, y me llevo los recuerdos y memorias, y me transformo -transparente-, en el fantasma de los días y las mañanas, en el extraño -que sin serlo-, ve más allá de la carne y toca a la mujer dentro dentro de la mujer: Hoy ya nada es igual.
¿Será que los colores pintan entre tus manos la ausencia?
¿Será que pasé el tiempo, y el espacio relativo a nosotros?
¿Será el será con que inician las promesas y las maldiciones en cada historia de siluetas mágicas y grandes aventuras?
Hoy ya nada es igual, si el sol sigue tras tus ojos ladrón, furtivo, agazapado y las lunas de mis dedos quedaron sembradas en el jardín de tu casa, esperando para florecer el fruto prohibido de la palabra:
Será que hoy ya nada es igual...
jueves, 1 de septiembre de 2011
Fijación Oral
Cierro los ojos y veo los copos de nieve que hay amalgamados sobre tu pecho, y como las cenizas de mi cuerpo van cubriendo el rojo oxidado de tus labios, mientras mi lengua despierta al Fénix oculto en tu vientre: cada vez que se enciende se funde el deseo en tus entrañas...
Y pienso en el camino que recorre la avidez, ¿será que los pasos perdidos siempre encuentran el camino del abandono? Y no hablo de la soledad ni del vacío; sólo dejo al aire el momento en que se olvida todo, hasta uno mismo. Es el momento en que la boca se entibia, y se desgajan las caricias por los pliegues de la piel, es la vibración que dando a luz, se pierde en la madeja de los cuerpos hechos nudo, embriagados de ganas, sedientos de las palabras que negadas al habla, sólo se escriben... Y parece que el sol es invisible y el alma transparente, que los sentidos se mueven sigilosos ocultando sus temores tras la palpitación de los sexos confundidos al ámbar de la mañana.
A la vez la historia se escribe entre las sábanas revueltas, revolucionarias, muestrario del campo de batalla: banderas flageladas, de tierras casi desconocidas, extrañas combatiendo juntas en pos del orgasmo, -y no hablo de la venida que hay a la altura de las caderas-, sólo dejo en los cimientos los poemas tejidos entre sonidos y silencios, las historias sin final y de página blanca: será que hay novelas inéditas y perennes. Lo digo porque no lo sé, y lo escribo para recordarlo; aunque todo nazca de la síntesis del olvido. Y es que si bien uno se abandona entre brazos circunscritos al letargo, se reconoce desnudo antes de encontrarse extraviado en los senderos del placer reencontrado o desconocido... ¿será que la misma lengua viperina de diabluras y sacrilegios puede hacer el surco que seguirá la hombría encendida?
Y todo en mi cabeza se llena de neblina: el sabor de fresca mañana, de cítricos olores y silencios forzados al endeble tiempo del movimiento de dos cuerpos... será el ardor de las huellas que se quedan impregnadas entre cojines y cogidas, de mano, de espaldas, de nalgas, de almas... ¿se puede comer el beso tan deseado y llevarlo al sistema, así como se pasa por alto un pecado? No lo sé, pero la lluvia se lleva las herejías que hay en el intento de pertenecer y entregarse a alguien, por minutos, por días... ¿seguirán de filo las lunas plateadas, sin palabras y con ganas? ¿Se puede ser sin ser suyo, ni mío? Suave tentación la de la carne ante el café de la mañana, y los sabores que emanan de la tierra, los sonidos de las aves buscando sus nidos, y las babosas enredando con su hilo de baba los rastros del destino: ¿Se puede saber sin entender nada? No lo sé, tal vez si sólo se prende mi lengua entre sus piernas...
Cierro los ojos y veo los copos de nieve llenando las oquedades de tu pecho, creciendo como los horrores del apego, miro mis cenizas como van cubriendo su cuerpo, mientras el amor escondido va ardiendo como el Fénix... será que alza el vuelo antes de que el sentimiento prenda las velas del duelo, y no es que este muerto, solo, sólo estoy lejos...
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Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza
Este soy yo...
DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...