Así la mañana... Vienen a mi mente imágenes itinerantes, salpicadas de dulzura, llegan tomadas de la mano: el olor del café del desayuno, los platos llenos de fruta, mientras alguien -seas tú o yo-, estirábamos las sábanas que la noche anterior fueron mudos testigos de nuestras charlas de sobrecama, de la entrega esperada de cada fin de semana, del ansia insoportable de estar tan lejos y tan cerca. Me recuerdo esperando el amanecer, si bien para verte si bien para perderme entre tus piernas, justo como se pierde la mente entre los sueños de una vida. Te recuerdo sonriente, tibia, viva, llena de utopías y de momentos aletargados y crujientes: sonaba entre nosotros la vida como las hojuelas de maíz mojadas en el plato, como las hojas en otoño al caer desprevenidas sobre el camino de la vida... Te recuerdo llena de palabras y de signos, dibujando mundos en el aire, para meterlos en tu esfera de cristal: aquella que guardaba los designios de un futuro juntos, de aquello que querías para el resto de los días. Me recuerdo hilando ideas, tejiendo planes, sí, a veces soñando despierto, es la materia fundamental de mis imposibilidades, y de los pasos vacíos sobre mi futuro.
Y Luego, te recuerdo triste, ausente, y me recuerdo perdido sin más café, o platos llenos de fruta, sin yogurt light en la nevera, sin corazones puestos sobre la cama, y entre las sábanas los silencios más incómodos y lúgubres... Y así se fue la vida se fue ocultando, pasando de la costumbre divina al tedio de nuestros pocos día a día, aquello que era más se hizo menos, y lo menos, sin ser más, terminó por ahogarnos: justo como hoy habita la pena bajo mi piel.
Y por momentos, asoma a lo lejos tu sonrisa y los minutos en que dibujabas mundos en el aire, el placer de ponerle nombre a cada uno, tejiendo historias sobre la cama y dejando marcas en la piel... Y me juró que todo fue por esos momentos pareja, donde eras feliz y yo de verte, creyendo en la magia de nuestros pequeños instantes cotidianos de la vida.
Así la mañana, así la vida llena de lapsos, de momentos lúcidos, unos negros y otros blancos, así la vida se va haciendo y a veces, se va apagando... Aunque a lo lejos asome tu sonrisa como un sueño o una utopía, mas... (Así sin acento).
El caos es el orden en el mundo, de todo aquello que no entiendo, de lo que percibo dentro de esta realidad aparente... Parece, creo es parte del destino que me espera en alguna parte. Lo sé, por la caída de la luna que ha llenado el hueco más profundo de mi cuerpo: aquel existente dentro de mi pecho... Por: Heriberto Cruz Reséndiz
Disculpas, participación y permisos
Algunas imágenes de este blog han sido bajadas de algunos sitios de internet, o me las han pasado por ser de mi agrado. La mayoría han sido modificadas bajo el absurdo de mi visión. Por favor si reconoces alguna, házmelo saber para incluirte en los créditos de la imagen y anexa tu link para que los observadores puedan ver tu obra completa. Igual si deseas colaborar con imágenes para este blog, envíalas a maredego@gmail.com con tu nombre y dirección de blog será un gusto publicarlas.
Se puede mencionar este blog, sólo si es con fines informativos y literarios. Si deseas podemos hacer un intercambio de difusión en los links, para promover nuestro trabajo. Saludos
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viernes, 10 de junio de 2016
Conclusión
Y después, sólo después no llegamos al futuro, ni arrastrando el pasado... Pero nos queda el presente: este momento en que estamos vivos y podemos ser todo lo que soñamos, incluso felices.
Música en tu carne
Así la mañana... Y hay música que baja desde el cielo, y aquella que nace desde el fondo de tu alma y de tu carne; que arrastra la complejidad de tu ser femenino, la simpleza del amor a flor de piel... Y reconozco entre sus puentes las verdades que operan el sistema: la séptima de luna; donde los enamorados se hacen de caricias, se besan y se colman, se hartan del amor y se consuelan, se calman con el lenguaje y su propia tonada, se deshacen de noche y se conforman de día, se ven en otro y se hacen uno, y dos y mil veces conjugando entre los versos el coro de su canción y su tonada... Veo el menor de cada escala, los daños de mis sueños en tus sueños, la falta de oportunidad y de paciencia, lo grave de respetar tu silencio, la pérdida innombrable de las fuerzas, del ritmo: la desobediencia a tu ley natural, seguimos siendo de uno, y del otro; sin igualdad de condiciones; tú me amas como dices que se ama y yo te amo como se ama, así tal cual, así tal cual tú... te sé tan bien, como se sabe la ligadura entre las hojas de una partitura... Hay que leerte para adelantar ese movimiento que lleve a tu alma, y a la caricia y a la permanencia, a la casa dencia de tus caderas y la avidez de tu vientre, al orgasmo oculto de tu mente... Se te ama de verdad y se te llena el cuerpo de notas, claves y palabras... y es que así es el amor contigo tan libre, tan sublime y a la vez, tan lleno de pecado.
¿Cuántas veces mis dedos estúpidos no sabían si amarte o recoger las frases, o hacer la tonada sobre el piélago de tu cuerpo? ¿Cuántas veces no llegué a tiempo a los compases de tus sueños? Justo ahí, deje la textura y la intención... justo ahí, en el intento de hacer realidad aquello que se lleva dentro, justo ahí en mi realidad de imposibles cosas, y de grandes discernimientos... ¿Cuántas veces a lo largo de la vida, mientras pensabas en el amor aparecía de frente con mi propio pentagrama? ¿Cuántas veces? ¿Cómo en la evolución de la melodía se pasa de sentir una bendición al tedio y a la melancolía? Y Ahí justo ahí, es que llega este tiempo de oquedades, de ausencia y de un enorme vacío... Y ahí justo ahí es que te sé y me enamoro y te reconozco, no porque no estés, si no porque a pesar de mis ausencias siempre estuve... Y te recorro, nota a nota, tecla a tecla, compás a compás, y en esta sinfonía, me abrazo al recuerdo de este amor y de tu cuerpo... y le planto la otredad, y te sé tan perfectamente imperfecta, y te amo más, y te llamo vida.
jueves, 2 de junio de 2016
Divinas palabras
El amor se hace hilando palabras, tejiendo mensajes, colgando ideas de los labios... No basta un te amo con toda el alma, si no puedes hablar aquello que se esconde en el corazón... Y es que las palabras tienen su propia fuerza, invocan fantasmas, resucitan muertos, despiertan el deseo y te llevan inconsciente hasta la cama para dormir y descansar o al sofá para desnudarte... Porque son innecesarias las ropas, cuando las palabras se cuelan y anidan en tu ser, y aunque no lo quieras están ahí esperando a ser dichas —tal vez por eso, es que hablar es sinónimo de felicidad: sólo se es feliz cuando se vomitan las ideas y sentimientos en forma de palabras—. Las palabras enconadas ahogan, matan, se vuelven tedio y hartazgo; nos hacen irascibles, nos convierten en aquello que ocultamos al otro —porque nos da miedo que nos vean como realmente somos—, tal vez, y sólo tal vez nuestra necedad se convierte en ceguera, en el plan de desahucio: en pedir las llaves de la casa y pasar por alto que la única cerradura que abre tu alma y tu cuerpo son las palabras adecuadas, aquellas que por su propio tiempo y espacio y peso mojan tus entrañas... Y es cuando el nombre de otro habita contigo, no entre cuatro paredes, si no en tu presente y en tus sueños. — Mi casa no eran cuatro paredes, era el lugar donde se juntan tus piernas y tu vientre—.
Y hablar es el deseo del mudo, de aquel que somos cuando el argumento no es suficiente, y decimos: aburrimiento, insuficiente, miedo... Y del mutismo pasamos al vacío, al absurdo, a la indecisión y nos ahogamos en nuestras propias palabras, las escondidas a nosotros mismos... Y el discurso se vuelve soledad, aquella que lleva otro nombre —porque hasta para eso sirven las palabras para apropiarnos de las cosas y los seres—.
Justo en ese momento, ahí donde todo se desquebraja, las palabras más sencillas se hacen más fuertes: caricias, manos, olores, sonidos, pezones, cadera, labios, textura, humedad, cuerpos, piel, pies, vulva, corazón, ojos, ideas, juntos, futuro, besos..., y los personificas: tus caricias, tus pezones, tu cadera, tus ideas, tus sentimientos, tu alma... Y estructuras: "Tu humedad de sueños agazapados entre la comisura de los labios, de ambos pares. Tus besos irreductibles de suave textura e insólitas ideas, tu piel que guarda en sus secretos y laberintos, el mapa de las caricias sublimes, que marcan los pasos para un futuro juntos..."
Y hoy, no existen esas palabras mas que en su tinta sobre mi piel.
Y las palabras hiladas, en ristra, una tras otra, y dichas, sirven para hacer una realidad, no sólo el amor...
Y hablar es el deseo del mudo, de aquel que somos cuando el argumento no es suficiente, y decimos: aburrimiento, insuficiente, miedo... Y del mutismo pasamos al vacío, al absurdo, a la indecisión y nos ahogamos en nuestras propias palabras, las escondidas a nosotros mismos... Y el discurso se vuelve soledad, aquella que lleva otro nombre —porque hasta para eso sirven las palabras para apropiarnos de las cosas y los seres—.
Justo en ese momento, ahí donde todo se desquebraja, las palabras más sencillas se hacen más fuertes: caricias, manos, olores, sonidos, pezones, cadera, labios, textura, humedad, cuerpos, piel, pies, vulva, corazón, ojos, ideas, juntos, futuro, besos..., y los personificas: tus caricias, tus pezones, tu cadera, tus ideas, tus sentimientos, tu alma... Y estructuras: "Tu humedad de sueños agazapados entre la comisura de los labios, de ambos pares. Tus besos irreductibles de suave textura e insólitas ideas, tu piel que guarda en sus secretos y laberintos, el mapa de las caricias sublimes, que marcan los pasos para un futuro juntos..."
Y hoy, no existen esas palabras mas que en su tinta sobre mi piel.
Y las palabras hiladas, en ristra, una tras otra, y dichas, sirven para hacer una realidad, no sólo el amor...
Así...
Así la mañana... Anoche entendí de sentarse en el umbral de la puerta y ver pasar la vida —me acerqué los panditas de todos colores, menos los rojos esos tú te los comiste; algunos chocolates sin azúcar, palomitas con tajín y esta soledad rigurosa—.
Recordé tus manos apretadas entre las mías, tan fuerte, como el deseo de que jamás salieras de mi vida, el examen de caminar juntos, pasó a paso, so pretexto de robarnos la sonrisa con un helado. Tu acongojada chamarra, arrugada entre mis falanges que morían por tocarte y se ahogaban en ese sueño; ¿recuerdas las flores imaginarias que jamás te di en secundaria? ¿Nuestra historia nunca contada? —Extraño los panditas rojos en tu boca—. Me vi recorriendo ese camino interminable, rompiendo el cochinito y sacando las monedas que guardaba para un viaje: ese de cada semana que me llevaba a la vida, a ese extraño sendero que hay en el hueco de tus brazos, dónde todo se podía resumir como si fuera el extracto de una vida: nuestra vida. ¿Cuántas planas de tu nombre engarzado con el mío cayeron bajo la sala y bajo las sábanas de la cama? —Me encantaba quitar la envoltura de esos chocolates sin azúcar, me hacían sentir recordado en el placer o tedio de las compras, de la despensa: Extraño un trozo de chocolate en mi boca—. Me deleité con la sorpresa de una, de otra casa; con las ganas de construirnos un futuro, lleno de días grises y de otros multicolores, de las bendiciones familiares y de ángeles guardianes: una casa por año, a lo mejor eran las velitas del pastel de cada aniversario. Vi tus amaneceres sola, y vi la luz filtrándose y dibujando esperanza en tu cara, en cada mañana que presencié ese sublime espectáculo, preguntándome al menos 176 veces —no cuento vacaciones— si estaba yo en tus sueños. Recordé el olor de la comida y el lunch de cada domingo: ser tu pinche amor, era para lo que daban las horas del cierre de semana, corriendo por tareas, encerrados por cansancio, heridos de la semana y a veces, hartos de tanto tedio. —Extraño las palomitas con tajín en tu boca—.
Poco a poco se fue cerrando la noche, y eran más los momentos de rutina, y eran más las costumbres y los avisos: "me dan risa tus cajitas", "no me gusta la ropa regada sobre el piso", "así no se tiende la cama", "aquí las ensaladas se preparan así": irremediable solté la carcajada. Y desapareció en mi esta angustia que no entendía, al paso del tiempo hicimos cotidianidad, de más pocos días que muchos, esa era la realidad de nuestro mundo costumbrista... Y me di cuenta de la magia, del poder de transformar con cada pequeña cosa una vida, o dos o tres... Y para mí fue suficiente, siempre con la esperanza de un futuro de dos. Así la mañana o la vida... Extraño tu boca en mi boca.
Recordé tus manos apretadas entre las mías, tan fuerte, como el deseo de que jamás salieras de mi vida, el examen de caminar juntos, pasó a paso, so pretexto de robarnos la sonrisa con un helado. Tu acongojada chamarra, arrugada entre mis falanges que morían por tocarte y se ahogaban en ese sueño; ¿recuerdas las flores imaginarias que jamás te di en secundaria? ¿Nuestra historia nunca contada? —Extraño los panditas rojos en tu boca—. Me vi recorriendo ese camino interminable, rompiendo el cochinito y sacando las monedas que guardaba para un viaje: ese de cada semana que me llevaba a la vida, a ese extraño sendero que hay en el hueco de tus brazos, dónde todo se podía resumir como si fuera el extracto de una vida: nuestra vida. ¿Cuántas planas de tu nombre engarzado con el mío cayeron bajo la sala y bajo las sábanas de la cama? —Me encantaba quitar la envoltura de esos chocolates sin azúcar, me hacían sentir recordado en el placer o tedio de las compras, de la despensa: Extraño un trozo de chocolate en mi boca—. Me deleité con la sorpresa de una, de otra casa; con las ganas de construirnos un futuro, lleno de días grises y de otros multicolores, de las bendiciones familiares y de ángeles guardianes: una casa por año, a lo mejor eran las velitas del pastel de cada aniversario. Vi tus amaneceres sola, y vi la luz filtrándose y dibujando esperanza en tu cara, en cada mañana que presencié ese sublime espectáculo, preguntándome al menos 176 veces —no cuento vacaciones— si estaba yo en tus sueños. Recordé el olor de la comida y el lunch de cada domingo: ser tu pinche amor, era para lo que daban las horas del cierre de semana, corriendo por tareas, encerrados por cansancio, heridos de la semana y a veces, hartos de tanto tedio. —Extraño las palomitas con tajín en tu boca—.
Poco a poco se fue cerrando la noche, y eran más los momentos de rutina, y eran más las costumbres y los avisos: "me dan risa tus cajitas", "no me gusta la ropa regada sobre el piso", "así no se tiende la cama", "aquí las ensaladas se preparan así": irremediable solté la carcajada. Y desapareció en mi esta angustia que no entendía, al paso del tiempo hicimos cotidianidad, de más pocos días que muchos, esa era la realidad de nuestro mundo costumbrista... Y me di cuenta de la magia, del poder de transformar con cada pequeña cosa una vida, o dos o tres... Y para mí fue suficiente, siempre con la esperanza de un futuro de dos. Así la mañana o la vida... Extraño tu boca en mi boca.
Etiquetas:
Cuento,
Historia,
Pensamiento,
prosa
¡Y nada!
Me vi cruzando los puentes que llevan a la profundidad del abismo que significa estar con uno mismo; ya no con el otro, sino solamente solo, justo al final de nada y al principio de todo; es decir, justo cuando el todo para existir acepta el principio de la nada: panteísmo divino de la coexistencia; yo, tú, nosotros y nada... Ahogado en sus soliloquios y palabras nada, con el fuelle de oxígeno en la zona baja de los mares abismales, con los poemas muertos y nada; brazada tan abrazada nada, es el hueco que dejan las mariposas en su partida... Y después de tanto y tanto, sólo nada... Y es cierto, tan cierto como el mutismo y la preferencia de abrir las manos y dejar que se nos vaya la vida entre tanta nada y esta perpleja soledad, así como si nada... Es la pendeja idea de una libertad solos sin nada más que nosotros —es decir, uno mismo—, ¿acaso en su eterno romance las mariposas revolotean sin aire? ¿Son libres?
Y es que la nada se asienta en el cogote, se enmaraña en las ideas y anida tras el hipotálamo —la idea del corazón ya no es objeto de este poema, anda feo y escondido en un rincón, temeroso de que tú lo veas—.
Y así la nada hace su sitio de guerra en la existencia... "Nada, no pasa nada" y todo se derrumba mientras buscamos pretextos y consejos, y nos mentimos y nos engañamos y nos auto-cogemos y nos flagelamos con un te amo enredado como lastre en la garganta: porque no podemos decir: —¡Ven, sin nada de promesas, tan humano como nunca, como siempre! (Y nada).
Ese es el vacío de las mariposas... Nos dejan con los sentimientos colgados, unos en el perchero y otros en el clóset, se quedarán ahí esperando, llenándose de polvo con la esperanza de algo que no sea nada, de algo; que al menos sea suficiente.
Y por primera vez, en esa visión sistemática y tan deseada de las caricias vueltas costumbre, de los besos llenos de cotidianidad, de lujuria encerrada en el frasco del encuentro, de un sólo buenos días, de los sueños escondidos en tu vientre y en el viso del placer de ambos —lenguaje de otredades, que únicamente cuando se es otro se sabe al rigor del uno—, entiendo que el aleteo de una mariposa puede hacer un huracán o un tsunami, si y sólo si, es para levantar el vuelo y dejarnos así como si nada... Y nada pasa y siempre nos deja con algo, que tal vez mañana entendamos cuan suficiente fue... ¡Benditas mariposas!
Y es que la nada se asienta en el cogote, se enmaraña en las ideas y anida tras el hipotálamo —la idea del corazón ya no es objeto de este poema, anda feo y escondido en un rincón, temeroso de que tú lo veas—.
Y así la nada hace su sitio de guerra en la existencia... "Nada, no pasa nada" y todo se derrumba mientras buscamos pretextos y consejos, y nos mentimos y nos engañamos y nos auto-cogemos y nos flagelamos con un te amo enredado como lastre en la garganta: porque no podemos decir: —¡Ven, sin nada de promesas, tan humano como nunca, como siempre! (Y nada).
Ese es el vacío de las mariposas... Nos dejan con los sentimientos colgados, unos en el perchero y otros en el clóset, se quedarán ahí esperando, llenándose de polvo con la esperanza de algo que no sea nada, de algo; que al menos sea suficiente.
Y por primera vez, en esa visión sistemática y tan deseada de las caricias vueltas costumbre, de los besos llenos de cotidianidad, de lujuria encerrada en el frasco del encuentro, de un sólo buenos días, de los sueños escondidos en tu vientre y en el viso del placer de ambos —lenguaje de otredades, que únicamente cuando se es otro se sabe al rigor del uno—, entiendo que el aleteo de una mariposa puede hacer un huracán o un tsunami, si y sólo si, es para levantar el vuelo y dejarnos así como si nada... Y nada pasa y siempre nos deja con algo, que tal vez mañana entendamos cuan suficiente fue... ¡Benditas mariposas!
Real Dragonfly
Una libélula voló sobre mi entre mis sueños: y aún así no retrocedió el tiempo, ni se acallaron las voces, no cesó el ruido ni llegó tu silencio... se quedó el espacio muerto relleno de cadáveres exquisitos, de liturgias sobre tu cuerpo, de cada palabra sobre la cama -diría nuestra, pero hoy es tu cama-. Voló sobre mi y le pedí un favor: y sonreíste a través del espacio; y le pedí un deseo: y dibujó sobre el espacio cada rasgo de tu cuerpo, y le puso tu nombre, y lo colmo con tus virtudes... le agradecí, y antes de que volará le dije: no te vayas sin ponerle sus defectos... sólo así es perfecta, sólo así es tan humana... una libélula voló sobre mi, no era magia, ni era un sueño, ni era un beso... ni retrocedió el tiempo, ni llegó tu silencio: sólo las voces de mis fantasmas y mis cansados anhelos.
Besos perdidos
Anoche, sentí el desahucio de los besos perdidos, aquellos que jamás llegaron, que escondidos bajo la almohada o los sillones no entraron a la batalla de la realidad sexual y amorosa: y entendí que en ellos también hay mensaje.
Puede haber besos tuertos que no ven la mitad del camino, besos mudos que se guardan cualquier oportunidad de rencor, y de pelea; por cobardía o prudencia. Hay besos tántricos que se mueren de deseo y se caen por abstinencia, o besos locos, aquellos perdidos en su propia enfermedad, besos poemas o besos prosa; de palabras gravitacionales y sentimientos febriles; o besos suicidas: los destinados, desde el fondo del alma, a morir en el mero intento.
Hay besos grandilocuentes, de peso filosófico y hasta académico, besos diablo; los que encierran la intención de pecar y vender el alma -creo que estos son los peores, de tanto ardor se hacen ceniza prontamente-.
Como estos hay más pero a mí me importan sólo los más dolorosos, los que no hicieron nada, estos pinches desahuciados, estos heridos, o muertos bien muertos que se escondieron por cabrones o que por problemas existenciales no entraron a la batalla, ni a la de los sexos, ni a la de las charlas, ni para bendecir cada una de tus pijamas, ni para acercarte ni para nada... Si son los más dolorosos, esos besos que no dados llevan en vez de puntos, nuestros nombres.
Puede haber besos tuertos que no ven la mitad del camino, besos mudos que se guardan cualquier oportunidad de rencor, y de pelea; por cobardía o prudencia. Hay besos tántricos que se mueren de deseo y se caen por abstinencia, o besos locos, aquellos perdidos en su propia enfermedad, besos poemas o besos prosa; de palabras gravitacionales y sentimientos febriles; o besos suicidas: los destinados, desde el fondo del alma, a morir en el mero intento.
Hay besos grandilocuentes, de peso filosófico y hasta académico, besos diablo; los que encierran la intención de pecar y vender el alma -creo que estos son los peores, de tanto ardor se hacen ceniza prontamente-.
Como estos hay más pero a mí me importan sólo los más dolorosos, los que no hicieron nada, estos pinches desahuciados, estos heridos, o muertos bien muertos que se escondieron por cabrones o que por problemas existenciales no entraron a la batalla, ni a la de los sexos, ni a la de las charlas, ni para bendecir cada una de tus pijamas, ni para acercarte ni para nada... Si son los más dolorosos, esos besos que no dados llevan en vez de puntos, nuestros nombres.
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Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza
Este soy yo...
DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...