“Él la ve de frente y se pierde en la templanza de sus ojos... reconoce el edén y los jardines colgantes sembrados por las miradas tiernas, deseosas y acarameladas, de cada vez que se ven.
Ella lo ve de frente y se pierde entre sus brazos… recorre despacio la geografía de su apego y los encuentra cual nudo de corazón cautivo, unidos por el único lazo reconocido: el amor que se profesan.
Él la ve de frente y se pierde entre sus pensamientos… le dice que todo importa cuando está con ella y la razón por la cual su universo se resume al sentimiento naciente del movimiento de su cadera.
Ella lo ve de frente y se acuerda… le enseña el poder y hechizo de sus manos, le muestra el silencio en flor de sus labios, cual suave susurro de un te amo como jamás había amado.
Juntos, ella y él, sin espacio entre sus cuerpos, siembran flores del color de su delirio y reino de su encuentro, de la locura que los embarga y la cordura que los centra, de un principio sorpresivo y una historia sin final, y de su única certeza: un futuro incierto.
Juntos, envueltos en una caricia sutil, llena de esperanza, forman un poema de letras desgajadas de sus más íntimos pensamientos, salpicando a ritmo cada frase para formar sólo un verso de cascadas portadoras de vida, de sueños regalados, caricias aprendidas y silencio en los labios…
Juntos tejen su capullo, artífices de hilos dorados del ayer de hace unos meses y de hilos argentarios de su hoy. Hacen su nido de puro sentimiento, pensando en despertar juntos una mañana venida del para siempre…”
— Este es tu presente, el futuro no te lo puedo decir —él le dijo mientras la miraba de frente— lo único que puedes hacer es creer.
Ella lo miro de frente y le dijo:
— ¡Te amo! Mientras daba las últimas puntadas, al capullo, con hilos dorados y argentarios.
Juntos, se besaron.
Epílogo
Tal vez, esta sea la razón por la cual aquellos que se aman de verdad sienten mariposas revoloteando por su cuerpo
Ella lo ve de frente y se pierde entre sus brazos… recorre despacio la geografía de su apego y los encuentra cual nudo de corazón cautivo, unidos por el único lazo reconocido: el amor que se profesan.
Él la ve de frente y se pierde entre sus pensamientos… le dice que todo importa cuando está con ella y la razón por la cual su universo se resume al sentimiento naciente del movimiento de su cadera.
Ella lo ve de frente y se acuerda… le enseña el poder y hechizo de sus manos, le muestra el silencio en flor de sus labios, cual suave susurro de un te amo como jamás había amado.
Juntos, ella y él, sin espacio entre sus cuerpos, siembran flores del color de su delirio y reino de su encuentro, de la locura que los embarga y la cordura que los centra, de un principio sorpresivo y una historia sin final, y de su única certeza: un futuro incierto.
Juntos, envueltos en una caricia sutil, llena de esperanza, forman un poema de letras desgajadas de sus más íntimos pensamientos, salpicando a ritmo cada frase para formar sólo un verso de cascadas portadoras de vida, de sueños regalados, caricias aprendidas y silencio en los labios…
Juntos tejen su capullo, artífices de hilos dorados del ayer de hace unos meses y de hilos argentarios de su hoy. Hacen su nido de puro sentimiento, pensando en despertar juntos una mañana venida del para siempre…”
— Este es tu presente, el futuro no te lo puedo decir —él le dijo mientras la miraba de frente— lo único que puedes hacer es creer.
Ella lo miro de frente y le dijo:
— ¡Te amo! Mientras daba las últimas puntadas, al capullo, con hilos dorados y argentarios.
Juntos, se besaron.
Epílogo
Tal vez, esta sea la razón por la cual aquellos que se aman de verdad sienten mariposas revoloteando por su cuerpo
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