La partida
Él se ríe con cascadas de colores en los labios mientras brinca de un lado a otro de mi cuarto, lo recorre, saltarín va y saltarín viene provocando sonidos raros: ¡bric! ¡Cloin! ¡Doing! ¡Slap, slap! Siempre está feliz, siempre hay un motivo para reír y observar un arco iris nunca antes visto. Parece un muñeco que anuncian en la tele, de esos que le das cuerda y no paran de hacer sus gracias. Él siempre está feliz.
¡Nos divertimos tanto! Entra a mi cuarto de puntitas, cuando menos lo espero. Siempre con sus bermudas de mezclilla, playera rayada azul y blanco o ¿blanco y azul?, su gorrita de los serafines de lado y unos tenis Nike de pocas pulgas. No me extraña su llegada. Desprende tanta serenidad que cuando se sienta a jugar conmigo nada importa, hacemos mundos mágicos entrelazados de sueños, recortes de revistas y de la experiencia que nos falta para mezclar los polvitos del juego de química, ya saben obsequio de mi cumpleaños número cinco.
Se oyen pasos. Él pone su cara de susto con los ojos pelones y su cabello claro tieso por la adrenalina. ¡Coin, coin! ¡Coin, plin! Se escucha una respiración. El picaporte de la puerta da vuelta. De tanto susto, él se pega al techo como la estampilla de cualquier tira cómica. ¡Slurp! Escondo el tubo de ensayo mientras le sonrío a mi Mamí. Ella da la media vuelta y anda a cambiarse. ¡Kaboom! Explota el contenido líquido del tubo de ensayo y salpica el techo de mi cuarto regalándonos un cielo estrellado rojizo y amarillo, de ámbar goteado como el atardecer que se cuela por mi ventana. Revientan las risas en miles de colores centelleantes, mezcla de las gamas de su lugar de origen que se convierten en lluvia de brillos sobre la alfombra de mi cuarto cual tintinear de campanas celestiales. ¡Tling, tlang, tling!
Se acerca y me abraza feliz, guarda en su bolsillo mi última risa. Lo entiendo perfectamente, es un lenguaje que siempre he entendido. Se acomoda la gorrita y camina sereno hasta la ventana, voltea para despedirse serenamente y brinca despreocupado al vacío ¡Swing!
Por cierto el nombre de mi amigo es Ángel y se apellida De la Guarda ¿Se los había dicho? Mi Mamí me llama a cenar, lo más seguro es que me platique otra vez del hermanito que nunca tuve y cómo podría estar jugando con mi nuevo juego de química.
Para Alib y aquellos que nunca llegaron
Él se ríe con cascadas de colores en los labios mientras brinca de un lado a otro de mi cuarto, lo recorre, saltarín va y saltarín viene provocando sonidos raros: ¡bric! ¡Cloin! ¡Doing! ¡Slap, slap! Siempre está feliz, siempre hay un motivo para reír y observar un arco iris nunca antes visto. Parece un muñeco que anuncian en la tele, de esos que le das cuerda y no paran de hacer sus gracias. Él siempre está feliz.
¡Nos divertimos tanto! Entra a mi cuarto de puntitas, cuando menos lo espero. Siempre con sus bermudas de mezclilla, playera rayada azul y blanco o ¿blanco y azul?, su gorrita de los serafines de lado y unos tenis Nike de pocas pulgas. No me extraña su llegada. Desprende tanta serenidad que cuando se sienta a jugar conmigo nada importa, hacemos mundos mágicos entrelazados de sueños, recortes de revistas y de la experiencia que nos falta para mezclar los polvitos del juego de química, ya saben obsequio de mi cumpleaños número cinco.
Se oyen pasos. Él pone su cara de susto con los ojos pelones y su cabello claro tieso por la adrenalina. ¡Coin, coin! ¡Coin, plin! Se escucha una respiración. El picaporte de la puerta da vuelta. De tanto susto, él se pega al techo como la estampilla de cualquier tira cómica. ¡Slurp! Escondo el tubo de ensayo mientras le sonrío a mi Mamí. Ella da la media vuelta y anda a cambiarse. ¡Kaboom! Explota el contenido líquido del tubo de ensayo y salpica el techo de mi cuarto regalándonos un cielo estrellado rojizo y amarillo, de ámbar goteado como el atardecer que se cuela por mi ventana. Revientan las risas en miles de colores centelleantes, mezcla de las gamas de su lugar de origen que se convierten en lluvia de brillos sobre la alfombra de mi cuarto cual tintinear de campanas celestiales. ¡Tling, tlang, tling!
Se acerca y me abraza feliz, guarda en su bolsillo mi última risa. Lo entiendo perfectamente, es un lenguaje que siempre he entendido. Se acomoda la gorrita y camina sereno hasta la ventana, voltea para despedirse serenamente y brinca despreocupado al vacío ¡Swing!
Por cierto el nombre de mi amigo es Ángel y se apellida De la Guarda ¿Se los había dicho? Mi Mamí me llama a cenar, lo más seguro es que me platique otra vez del hermanito que nunca tuve y cómo podría estar jugando con mi nuevo juego de química.
Texto: Heriberto Cruz Reséndiz
Dibujo: Enrique Zaragoza
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