El caos es el orden en el mundo, de todo aquello que no entiendo, de lo que percibo dentro de esta realidad aparente... Parece, creo es parte del destino que me espera en alguna parte. Lo sé, por la caída de la luna que ha llenado el hueco más profundo de mi cuerpo: aquel existente dentro de mi pecho... Por: Heriberto Cruz Reséndiz
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Se puede mencionar este blog, sólo si es con fines informativos y literarios. Si deseas podemos hacer un intercambio de difusión en los links, para promover nuestro trabajo. Saludos
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lunes, 4 de marzo de 2013
La vigilia de mis libros viejos
Mientras sigo soñando despierto el mismo sueño de la noche anterior, y mi corazón se parte en dos, en tres, en cuatro: ¿qué sería de mi viejo corazón si faltara uno de eso trozos que en días lo destrozan y en otros lo alimentan?
Me come el vacío de mi sueños vívidos, de la desesperación que dejan, y lo falto de todo que me encuentro al recoger mis lágrimas sobre la almohada y descolgar lo poco que recuerdo de cada una de esas historias que alimentan cada letargo, cada somnolencia, y hay días que muero por ser otro que sueña y no aquel que escribe su historia, la mía, ya cansada y aburrida, ya deslavada o acongojada: odio mis sueños y en ese odio comienza mi vigila...
Contar las hormigas sobre el piso, y quitar las alas de las mariposas multicolores, y pasan los segundos, 23 mil muescas de textura sobre la pared y a penas hace unos milisegundos era presente y ya todo ha pasado. Camina el segundero, paso a paso, y mientras conjugo el soy resulta que era, era una vez más, una más, un maldito sueño de esos que sueño cuando se supone duermo y mi alma no esta en mi cuerpo, dos segundos más y sólo he avanzado diez palabras de ese viejo libro -amo los viejos libros porque huelen y saben el conocimiento-, pasan tres segundos más; estoy seguro que esos apolillados se conocen la historia de arriba a abajo, se la saben de ida y vuelta, si no la de todos al menos la mía, esa tan falsa y llena de mirillas para escapar de la realidad que no me gusta, cerraduras de nuevos mundos y de ancianos sentimientos, se lavan mis pecados -ellos, los libros- y me consuelan entre fingidas alegrías, entre mi primera bienvenida y la próxima despedida, esos viejos despastados lo saben todo -sólo han pasado una veintena de segundos-, saben tanto que me hablan del firmamento y de cómo caen las hojas poemas de otoño, de las esperanzas, que ceñidas a las letras de cada oración de sus hojas sueltas, desean para mí que les leo entretenido -siete segundos más-; amo recorrer sus texturas, sus arrugas de andadas aventuras y desavenencias, el pliegue de sus últimos sueños llenos de notas y compases, de silencios ahogados entre línea y línea de su pentagrama, adoro la clave de sol al inicio de cada melodía que comienza con una sonrisa -sólo han pasado diez y seis segundos más-; simétricamente, anudo la imposibilidad que hay de parar el tiempo con el vacío de las hojas en blanco que faltan por llenar, y mis manos tiemblan al llegar a esos folios: ¿Qué más hay que escribir? ¿Acaso mis manos no están cansadas de tantas historias abiertas, de poemas escondidos, de cadáveres exquisitos husmeando en el librero de madera que resguarda mis viejos libros? ¿Hay un final para ellos? ¿Ellos se escriben o utilizan mi desgraciada mano para llenarse de párrafos y citas, de misericordia y añoranza?
Y no pasa más de un minuto, y sigo odiando mi sueño, lleno de moronas y de costados abiertos, de las aves negras en el firmamento, del estupor que recorre mi inconsciente -ese en el que siempre vivo- y del frío de cada noche que me mantiene despierto porque no quiero soñar lo que sueño: mi corazón expuesto deja de latir cuando sueño. Y comienza mi vigilia, y no han pasado más de 30 segundos cuando me abrazo a mis viejos libros, siento los remiendos sobre sus orillas y las fojas con olor a sagrado, y me abrazo como si fuera lo último que hay en el mundo que merezca ser abrazado -no ha pasado ni un segundo-. Ellos -mis viejos libros-, siempre preguntan si he comido, si estoy contento con lo que he vivido, que si he tomado de ellos lo necesario para sobrevivir en este mundo áspero y menos que tibio. Apenas ayer se desvelaron conmigo para contarme la historia de por qué mi familia padece una especie de locura de ensueño, donde parece que sueña y vive y vive sueña y despierta entre los recuerdos de lo que queda cuando ha dejado el sueño: "Es una maldición o una bendición saber que la vida es un sueño" -dijeron, a la vez que sonreían tranquilos- "El sueño son las hojas en blanco, es tu historia no contada, es lo que no has hecho y queda por hacer; sólo es lo que falta por vivir" -solos comenzaron a hojearse- "Piensa que en esas hojas volantes, en esos folios desesperados queda el resto de nuestra historia juntos, que los libros una vez empezados terminan por ser leídos y se deben de cerrar".
Y no pasa ni un segundo de la noche -maldita noche-, en que me pregunte si sólo sueño cuando mi alma no está conmigo, si escribo porque debo escribir o tengo que escribir, y las lunas en mis dedos se apagan de tristeza en cada golpe de tecla, en cada signo, en cada figura... si no es mi locura la que dicta que viene en esas hojas en blanco. Sólo han pasado 5 minutos y no deseo dormir, no deseo dejar de oler su aroma a viejo, a gastados, ni de sentir sus arrugas como perlas en las ristras lineas de mis manos... tengo miedo de preguntar si he sido suficiente, no más, sólo suficiente, si he debido poner una coma, o un acento, si no ha faltado una línea en la historia que escribo en esas hojas en blanco, sí la trama ha valido la pena y las desveladas, sí ha sido divertido pasar cada noche de vigilia conmigo, tengo miedo, miedo de mi, de escribir, de dormir una vez más, horror a soñar y despertar, a pesar de que mi alma no este conmigo, en esta dura realidad...
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Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza
Este soy yo...
DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...
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