El caos es el orden en el mundo, de todo aquello que no entiendo, de lo que percibo dentro de esta realidad aparente... Parece, creo es parte del destino que me espera en alguna parte. Lo sé, por la caída de la luna que ha llenado el hueco más profundo de mi cuerpo: aquel existente dentro de mi pecho... Por: Heriberto Cruz Reséndiz
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martes, 27 de agosto de 2013
Podcast de la emisión de La Caída de la Luna por Muy Malos Radio
Da clic Aquí
Podcast del 25082013 en Muy Malos Radio
Empiezan las historias interminables, de hojas en blanco, historias de tinta sangre, de ese momento de claridad donde el estupor alcohólico convierte las fieras en amantes, y sus jugos en palabras filosas como garras, capaces de abrir surcos en la piel más dura, estéril y ermitaña... y todo sucede aquí, aquí, en este mundo... justo aquí.
viernes, 23 de agosto de 2013
Podcast de la primera emisión de La Caída de la Luna, por www.muymalos.com
II.- Mis demonios (antes de La caída de la luna)
6 de agosto.
Me encuentro en desorden, se vuelca la vida que no he podido vivir…a veces, siento que mis sueños se escapan de mis manos y me mata la nostalgia. ¿Dónde quedó la magia que movía cada uno de los días de mi existencia?
De la música me queda sólo ese afán compulsivo de coleccionar compactos, de tocar nada. Escribir es ahora un remilgo, una pausa eterna, es acomodar letras en el orden incomprensible de mi absurdo. Hace años que no lo hago. La radio se perdió, por más que mi creatividad se esfuerza, no brota de mis venas el embrujo correcto para hacer de las ondas de transmisión la cueva de mi razón y el motivo de mi trabajo.
La verdad es que deseo hacer algo pero mis karmas se rebelan y tiran con fuerza de la soga de mi cuello hasta desorbitarme los ojos…Las fuerzas que me mueven, salen a pasear con cada error que cometí, por evitar vivir en esta sociedad que me confunde.
Tanto me embrolla, que destrozo mis manos con el espejo porque siempre he deseado conocer mis demonios (al menos lo que la sociedad llama demonios) y nada. Me encantaría verlos para vestirlos de peluche y ponerlos en la repisa de mi cuarto.
Los he buscado pero no los encuentro, juegan a las escondidas con cada historia de mi vida. Lo sé, porque he visto mi infancia corriendo por la sala de mi casa, intentando robar los dulces que están sobre la mesa de centro y a mis sueños mojados esconderse tras la tasa del baño… pero de mis demonios, nada. Por más que levanto los compactos, me asomo bajo la tele y hasta rasco la pared, no encuentro alguno para platicar con él.
Luego me muero de risa porque siempre he querido ponerle a alguno su traje de marinerito, comprarle un helado para ver como se bate la jeta… me vengaría de tantos años de búsqueda dándole un madrazo en la cabeza por cochino… ¡Ja, ja,ja! ¡Mi demonio jodido por marrano! ¡Ja, ja, ja!
Me preocupa en realidad que no estén rondando por ahí, allá, acullá o por acá… ¿y si…? No puedo imaginármelo…podría ir a la policía a decir:
— Cree usted, no encuentro a mis demonios, llevan una vida sin aparecer… creo que se los robaron— con mi cara compungida y mis ademanes de individuo sin demonios, lleno de angustia frente al MP.
— ¡Métanlo a la cárcel por mamón! Y háblenle al loquero— grita el MP enfurecido, con los bigotes chorreados, mal encarado y con su traje reluciente, de seguro lo planchó en casa con una Koblenz.
Y me llevarían con las manos esposadas hasta el cuarto que esta atrás de los separos para darme unos chingadazos. ¡Sí, me los ganaría por loco y por mamón!
Pero, de veras hay que estar pendejo ¿quién se robaría mis demonios?...
De seguro se los robaron para venderlos. ¡Ay, me robaron! ¡Me robaron!... ¡Cómo no se me ocurrió antes! Pero, ¿cuánto valdrán los demonios? Ya me imagino:
— ¡Pásele, pásele! ¡Aquí están sus demonios llévelos chiquitos, medianos o grandes!… se adaptan a su vida, los puede personalizar… ¡lleveloooos! ¡Llévelos! Son de a 2 por...
—¿Cuánto, cuánto valen unos demonios? No sé a cómo se venderían, pero de que debe haber oferta ¡debe haber oferta!
¿Y si los secuestraron? ¿Si piden rescate por ellos? Está bien que los quiera conocer pero eso de dar un centavo por ellos, ¡nada! Bastante tengo con querer comprarles sus vestidos de peluche. ¡Nada, ni una lana por ellos!
Es más pondría un anuncio en el periódico:
“Señores secuestradores de demonios, no se hagan ilusiones no pagaré por mis demonios. Total, si tanto les gustaron quédense con ellos.
Atentamente
Don sin demonios. Por cierto, ¡chinguen a su madre por secuestradores!”
Se me hace raro que no salgan, algunas personas dicen que están en el closet, por lo que asumo que son medio mmm… que se les da la jotería, pues… ¡a parte de demonios, puñales! Ya me los imagino:
— ¿Me quieres demonio? —con las manos entrelazadas.
— No, te toca a tí decírmelo —parando la trompita.
— ¡Eres una perrrra!
— ¡Qué le ves a esa! ¡Mejor ve ésta! —señalando unos dedos abajo del ombligo y con las uñas pintadas. ¡Ja, ja, ja! ¡Demonios putines!
El caso es que nunca aparecen, ni cuando les hablo bonito. Ni modo, tal vez no los encuentre nunca, pero los estimo… Sea como sea, son mis demonios, ¿no?
miércoles, 31 de julio de 2013
Los seres de cuento
¿Recuerdas cuando pintábamos corazones rosas sobre nuestras viejas armaduras de hojalata y corríamos como extraviados, sin ninguna dirección y sentido? Será que al igual que los seres de cuento de terror nos alimentábamos de la luz de la luna y sacábamos a nuestros monstruos a pasear, a que estiraran los pies y afilaran las uñas para su próxima aventura y el desayuno.
No, no creo que recuerdes las noches de luna llena, cuando mi alma se pasaba de largo y me abandonaba -como suele hacerlo-, estoy seguro que jamás me viste llorar y ahogarme en agua salada, estoy seguro, como que el mundo es adorable y sólo somos polvo y huesos, suspiros y recuerdos... ¡Recuerdas cuando tendíamos la ropa de nuestros miedos, y poníamos a blanquear las caricias de la noche anterior, -y es que los seres nocturnos sólo se ponen en celo por el influjo de los lúmenes lunares-! Y me emociona pensar que detrás de cada ser hay una historia agazapada, escondida y asomándose tras la osamenta; esperando el dulce de la palabra adecuada, de la mirada fulminante, del absurdo posible que solemos ser como humanos, como seres extraños, como criaturas... ¿sabes lo que es ser seducido por unas manos reconocidas? ¿Te sabes cuando las caricias tienen el gusto de miles de años, y de cientos de historias eslabonadas a la memoria de los genes? Parece imposible, pero lo es como contradictorio es el ser humano, y en su calidad de imposible admite la posibilidad de llenarse el olfato de miles parajes y lugares, de sendas y valles, montañas y deslaves que vienen adheridos sobre la piel, de los recuerdos tejidos y permeados en cada orificio del piélago reconocido. ¿Has besado los labios de las miles de apariciones que solemos tener sobre la tierra en la búsqueda de la perfección absoluta? Cómo podría explicarte la carga si se filtra por las hendiduras de mi mano, justo como caen los versos perdidos en la boca de los amantes, ya disueltos de deseo, ya perdidos y casi muertos -insisto, que la esencia del beso está en su muerte súbita y su estertor en cada belfo-.
¿Recuerdas como se apagaba la vida de cada ser de nuestro orco al empujar la colilla de cigarro sobre el cenicero? ¿Será que cada demonio se extingue al termino de la incandescencia de cada capote? Será que en el único afán tierno que existe en mi mente quería ver renacer de las cenizas, como el fénix, el amor y la lujuria. ¿Recuerdas los miles de farolillos chinos que soltaban al aire nuestros traumas con el único fin de conocer el mundo y sentirse libres? ¡Recuerdas la noche encendida entre monstruos, demonios y traumas juguetones!
No, no creo que recuerdes, estoy seguro, como que el cielo es azul porque todas las mañanas salen los ejércitos de mantenimiento del cielo a restaurar la decoloración y el desperfecto -los miro cada mañana con sus botes de pintura y texturizador, y envueltos en alas-. Estoy seguro, como seguras son las perdidas caricias de los amantes, y olvidadas las palabras tiernas y el murmullo del corazón. ¿Alguna vez hablaste con alguien en una lengua muerta, y que sólo tu sabías? ¿O has sabido el desenlace antes del final, y el deja vu de las historias circulares te persigue, y se aparece en historias entrelazadas, una y dos y diez veces?
¿Recuerdas cuando pintábamos monstruos sobre nuestras viejas armaduras de hojalata y sacábamos a pasear nuestros corazones rosas y corríamos extraviados sin dirección y sentido y cruzábamos el puente que hay entre la razón y el absurdo? Será que al igual que los seres de cuento los corazones se alimentaban de la luz de la luna y no dejaban de pulsar... de pulsar... de
martes, 30 de julio de 2013
Ceder no es perder...
¿Cuántos días han pasado para estar dentro, profundamente perdido en mi? ¿Es justo caminar sin sentido hasta encontrar la verdad -si es que existe y cae desvanecida sobre mi-? ¿Se siembra el miedo o viene pegado al primer llanto y al primer sonido y a la primera luz? ¿Es extraño despegarse las caricias de toda una vida y adherirlas como estampillas a las cartas que nunca he escrito -que sólo existen en mi mente-? ¿Será que hay bondad en abrir los ojos, un día, y desear un poco de luz filtrándose por la pupila?
Y es que es incontrolable la necesidad de balbucear verdades y necedades, de no esperar ni un día más con este molote en la garganta, y gritar esas palabras muertas de silencio, hartas de sigilo, presas en mi último bocado -el de la tarde, que también fue el primero-. Tal vez al pronunciarlas terminen maldiciendo, o acaben herejes ahogadas entre sollozos y lastimosas partidas -aunque sea de madre-, o se vuelvan verbo de un presente obsoleto y devenir continuo, conjugado en cada pronombre, mujer u hombre: ¡Vive! Viven, ¿vivimos? Y es que la vida se perfila siempre en su espiral concéntrica de momentos irrefrenables, irreparables, unívocos y bilaterales; o de paisaje cóncavo o convexo, de texturas diversas, sensuales y sexuadas, de ternuras colgadas a un árbol, al de los viejos símbolos tallados sobre su tronco: un corazón con letras adentro, llenas de olvido, faltas de tiempo, aciagas; letras fantasmas con su propio peso, cargando su pasado como si cargaran al árbol.
En verdad, uno puede caerse y tropezar con las palabras que va tirando por la vida: hoyo, hueco, obstáculo, abismo... vacío. O sólo uno solo puede seguir: adelante, hasta el fin, paso a paso... por un día, por y para siempre o hasta nunca.
Pero igual uno se hace en oraciones sus imposibilidades, y reconoce que se inventa sus historias con el único objetivo de no morir en el olvido, y de pronto amanece preso entre érase una vez, y caminó, y fueron felices para siempre, o un mísero ¿fin?
Después de eso, uno puede tragarse sus palabras, y decir: "has ganado, tenías la razón". Descubrirse las heridas, y seguir adelante sin importar si se cae en el abismo una vez más... o simple y sencillamente se vive, por un día o por siempre: justo aquí, es cuando uno comienza a pronunciarse en libertad.
Y es que es incontrolable la necesidad de balbucear verdades y necedades, de no esperar ni un día más con este molote en la garganta, y gritar esas palabras muertas de silencio, hartas de sigilo, presas en mi último bocado -el de la tarde, que también fue el primero-. Tal vez al pronunciarlas terminen maldiciendo, o acaben herejes ahogadas entre sollozos y lastimosas partidas -aunque sea de madre-, o se vuelvan verbo de un presente obsoleto y devenir continuo, conjugado en cada pronombre, mujer u hombre: ¡Vive! Viven, ¿vivimos? Y es que la vida se perfila siempre en su espiral concéntrica de momentos irrefrenables, irreparables, unívocos y bilaterales; o de paisaje cóncavo o convexo, de texturas diversas, sensuales y sexuadas, de ternuras colgadas a un árbol, al de los viejos símbolos tallados sobre su tronco: un corazón con letras adentro, llenas de olvido, faltas de tiempo, aciagas; letras fantasmas con su propio peso, cargando su pasado como si cargaran al árbol.
En verdad, uno puede caerse y tropezar con las palabras que va tirando por la vida: hoyo, hueco, obstáculo, abismo... vacío. O sólo uno solo puede seguir: adelante, hasta el fin, paso a paso... por un día, por y para siempre o hasta nunca.
Pero igual uno se hace en oraciones sus imposibilidades, y reconoce que se inventa sus historias con el único objetivo de no morir en el olvido, y de pronto amanece preso entre érase una vez, y caminó, y fueron felices para siempre, o un mísero ¿fin?
Después de eso, uno puede tragarse sus palabras, y decir: "has ganado, tenías la razón". Descubrirse las heridas, y seguir adelante sin importar si se cae en el abismo una vez más... o simple y sencillamente se vive, por un día o por siempre: justo aquí, es cuando uno comienza a pronunciarse en libertad.
jueves, 20 de junio de 2013
Vericuetos
Mientras me he ido desapareciendo me doy cuenta que mi vida se presenta de diferente forma: " Hola soy aquello que solía ser, y definitivamente ya no soy; es más, ni aún soy aquello por lo que dejé de ser lo que era".
Definitivamente mi vida se presenta extraña, con cadena y bola y su pastel americano... se va de musas y me abandona a la deriva, sin anclas ni velas, sin remos ni esperanzas; y es que mi vida es... cómo decirlo... ¡mi vida! Errante, vagabunda. En su ausencia, me apaño de la luna rogando no encontrarme a tanto loco que la reclama como suya -estoy harto de la violencia y las zancadillas, de las desmañanadas y las serenatas de tercera (odio el amor de primera)-.
Extraña cual extraño pueda parecer, la he visto volando tras la pista del fénix, recoge las cenizas con el fin de hacerse su propia sombra, de tejerse un daemon y sentirse viva; la he oído por las noches reclamando su respiración propia, sus ideas, murmullos y pretenciones: habría que ver mi vida suplicando por su vida. ¡Absurdo!
Sin embargo, en este mundo fútil y de apariencias, de desgranados parajes e inmoladas almas, no me parece tan locuaz la rebelión de mi vida en pos de su propia libertad, es como el perro que cruza el marco de la puerta para no regresar jamás, es como la redención del pecado original, o cualquier bravata empeñada en la búsqueda de la igualdad y conciencia social;no es que la vida de mi vida sea un conflicto rutinario, divino o político social, tal vez sea sólo un paso en la evolución natural (¿o será de-evolución). En fin que so pretexto de re-inventarme me comprado el título de propiedad de la luna para satisfacer esta ansia que me carcome en soledad -he de aclarar que las lunas lunas en mis dedos nos son invención y de verdad siguen su ciclo, atando la marea de mis sentimientos a la volatilidad de mis pensamientos, y es que de vez en cuando anochece en mi mente y se prende del oscuro más profundo que puedas imaginar-. Y es que es cierto, si despierto poeta, murciélago o fantasma, es porque he decidido otorgar su libertad a mi vida y romper las ristras de su pasado confuso, colgarle uno que otro milagro con el deseo de que me abandone y se consiga su propio destino (¡hasta la madre se pone uno con tanto silogismo pendejo!).
Determinante: se busca vida que no sea la mía, de preferencia hacer cita después de las 22 horas, traer curriculum impreso, sin faltas de ortografía y con identidad propia, indispensable el gusto por el rock, el whisky y el fútbol americano. Amante indiscutible de la música. Un must sería el gusto por la filosofía y las películas de terror, abstenerse si no se cree en los seres mágicos y en la fantasía.
lunes, 4 de marzo de 2013
La vigilia de mis libros viejos
Mientras sigo soñando despierto el mismo sueño de la noche anterior, y mi corazón se parte en dos, en tres, en cuatro: ¿qué sería de mi viejo corazón si faltara uno de eso trozos que en días lo destrozan y en otros lo alimentan?
Me come el vacío de mi sueños vívidos, de la desesperación que dejan, y lo falto de todo que me encuentro al recoger mis lágrimas sobre la almohada y descolgar lo poco que recuerdo de cada una de esas historias que alimentan cada letargo, cada somnolencia, y hay días que muero por ser otro que sueña y no aquel que escribe su historia, la mía, ya cansada y aburrida, ya deslavada o acongojada: odio mis sueños y en ese odio comienza mi vigila...
Contar las hormigas sobre el piso, y quitar las alas de las mariposas multicolores, y pasan los segundos, 23 mil muescas de textura sobre la pared y a penas hace unos milisegundos era presente y ya todo ha pasado. Camina el segundero, paso a paso, y mientras conjugo el soy resulta que era, era una vez más, una más, un maldito sueño de esos que sueño cuando se supone duermo y mi alma no esta en mi cuerpo, dos segundos más y sólo he avanzado diez palabras de ese viejo libro -amo los viejos libros porque huelen y saben el conocimiento-, pasan tres segundos más; estoy seguro que esos apolillados se conocen la historia de arriba a abajo, se la saben de ida y vuelta, si no la de todos al menos la mía, esa tan falsa y llena de mirillas para escapar de la realidad que no me gusta, cerraduras de nuevos mundos y de ancianos sentimientos, se lavan mis pecados -ellos, los libros- y me consuelan entre fingidas alegrías, entre mi primera bienvenida y la próxima despedida, esos viejos despastados lo saben todo -sólo han pasado una veintena de segundos-, saben tanto que me hablan del firmamento y de cómo caen las hojas poemas de otoño, de las esperanzas, que ceñidas a las letras de cada oración de sus hojas sueltas, desean para mí que les leo entretenido -siete segundos más-; amo recorrer sus texturas, sus arrugas de andadas aventuras y desavenencias, el pliegue de sus últimos sueños llenos de notas y compases, de silencios ahogados entre línea y línea de su pentagrama, adoro la clave de sol al inicio de cada melodía que comienza con una sonrisa -sólo han pasado diez y seis segundos más-; simétricamente, anudo la imposibilidad que hay de parar el tiempo con el vacío de las hojas en blanco que faltan por llenar, y mis manos tiemblan al llegar a esos folios: ¿Qué más hay que escribir? ¿Acaso mis manos no están cansadas de tantas historias abiertas, de poemas escondidos, de cadáveres exquisitos husmeando en el librero de madera que resguarda mis viejos libros? ¿Hay un final para ellos? ¿Ellos se escriben o utilizan mi desgraciada mano para llenarse de párrafos y citas, de misericordia y añoranza?
Y no pasa más de un minuto, y sigo odiando mi sueño, lleno de moronas y de costados abiertos, de las aves negras en el firmamento, del estupor que recorre mi inconsciente -ese en el que siempre vivo- y del frío de cada noche que me mantiene despierto porque no quiero soñar lo que sueño: mi corazón expuesto deja de latir cuando sueño. Y comienza mi vigilia, y no han pasado más de 30 segundos cuando me abrazo a mis viejos libros, siento los remiendos sobre sus orillas y las fojas con olor a sagrado, y me abrazo como si fuera lo último que hay en el mundo que merezca ser abrazado -no ha pasado ni un segundo-. Ellos -mis viejos libros-, siempre preguntan si he comido, si estoy contento con lo que he vivido, que si he tomado de ellos lo necesario para sobrevivir en este mundo áspero y menos que tibio. Apenas ayer se desvelaron conmigo para contarme la historia de por qué mi familia padece una especie de locura de ensueño, donde parece que sueña y vive y vive sueña y despierta entre los recuerdos de lo que queda cuando ha dejado el sueño: "Es una maldición o una bendición saber que la vida es un sueño" -dijeron, a la vez que sonreían tranquilos- "El sueño son las hojas en blanco, es tu historia no contada, es lo que no has hecho y queda por hacer; sólo es lo que falta por vivir" -solos comenzaron a hojearse- "Piensa que en esas hojas volantes, en esos folios desesperados queda el resto de nuestra historia juntos, que los libros una vez empezados terminan por ser leídos y se deben de cerrar".
Y no pasa ni un segundo de la noche -maldita noche-, en que me pregunte si sólo sueño cuando mi alma no está conmigo, si escribo porque debo escribir o tengo que escribir, y las lunas en mis dedos se apagan de tristeza en cada golpe de tecla, en cada signo, en cada figura... si no es mi locura la que dicta que viene en esas hojas en blanco. Sólo han pasado 5 minutos y no deseo dormir, no deseo dejar de oler su aroma a viejo, a gastados, ni de sentir sus arrugas como perlas en las ristras lineas de mis manos... tengo miedo de preguntar si he sido suficiente, no más, sólo suficiente, si he debido poner una coma, o un acento, si no ha faltado una línea en la historia que escribo en esas hojas en blanco, sí la trama ha valido la pena y las desveladas, sí ha sido divertido pasar cada noche de vigilia conmigo, tengo miedo, miedo de mi, de escribir, de dormir una vez más, horror a soñar y despertar, a pesar de que mi alma no este conmigo, en esta dura realidad...
miércoles, 27 de febrero de 2013
El único vivo
Es lo que veo y me rodea, las letras a horcajadas de aquello que llamamos nada; nada pasa y nada se ahoga en silencio en el mar de sus entrañas... Y es que todo me parece lo que integrándose a la realidad se convierte en lo que usamos para saber que un monstruo habita dentro de nosotros... Y es el mismo que cruzó la libido en el umbral y se ató a mi dedo gordo; es el mismo, estoy seguro.
Se despierta en la noche y me desconoce, se lleva mi alma a pasear por la enredadera de las verdades: las superfluas, las ocultas, aquellas que de tan verdades que son hartan y duelen y sesgan. Siempre me abduce a su mundo para recoger las piedras preciosas que se avientan a los cerdos en los páramos de las noches estrelladas, en las cuales los enamorados se hacen rituales a besos, se sangran la piel entre caricias, y se juran eternos bajo el resplandor de la luna: ¡Lunáticos! Imbéciles, todo empieza en el crepúsculo y se desvanece pasada la medianoche, en el angelus, justo cuando la sabiduría de Dios jala el switch y pone off para apagar el astro nocturno, cual bulbo de cualquier aparato transistor. Y es que nada es eterno, a lo mejor ni el recuerdo, a lo mejor ni el olvido; ni tan el momento.
Será que me lleva a los destinos de los infiernos reales, de aquellos envueltos en soledad, de los más enredados en compañía, de los menos introspectivos y con uno mismo... en donde he dejado de ser yo y me he convertido en otro; no en aquel que envuelto en el capullo hacía el amor, no en el siguiente áspero y deductivo, sino en el mero hombre espantado por el mismo hombre -o el monstruo-. Y si es que el mal comienza en diálogo no hay nada mejor para invocar al demonio que los soliloquios, los paseos mentales plagados de coronas de espinas: senderos laberintos de incidencias delictivas -hoy en día ser la víctima de su propio asesino, es algo in, algo más sublime que el suicidio-.
Será que ser él y el otro -tanto el ser y el monstruo-, da lo mismo y ya no es factor si despierto o si sueño, si respiro, o me callo las ideas y los poemas; y es que ya no hay refugio cuando pierdo la relación entre el horror, el sueño, la vigilia, el anhelo o la vida misma... Será que me he perdido cual moneda, travesía, o mirada; y me permeo para las palabras, y los cuentos, y los recuerdos, y los seres, y los monstruos... será que sólo existe para hacerme compañía, o es mi cadáver exquisito, o mi muerto vivo, o será que en realidad él es el único vivo...
Es lo que veo y me rodea,
tu risa intacta,
el deseo sellado y nuestros cuerpos amarrados;
por el verso,
por el cuento,
por este amor cansado de ser eterno...
Es lo que veo y me rodea,
la nada,
que cansada de ser nada
se ahoga en sus entrañas.
Y es que no hay algo
ni por ni entre estos viejos conocidos,
ni en los nuevos ajenos,
ni en lo que se fue, y día con día,
se suma al recuerdo
y se divide en el olvido...
Atenta y amorosamente
El Monstruo
miércoles, 20 de febrero de 2013
El Piso Trece
A veces cuando caes desde el piso trece sientes que alguien te avienta y aumenta tu locura al imaginar quién planeó tu asesinato. Tal vez fueron tus padres... de seguro fueron ellos por todas las dificultades arrastradas desde que fuiste un niño no deseado. Ellos sólo querían coger, pasársela bien pero ¡el gran problema! Tú tenías que entrometerte, aparecer como la sagrada concepción y el motivo por el cual Papá tenía que casarse con Mamá. Hubieran optado por la alternativa que tomaste años después con ella... con Penélope.
"... Y Dios le hizo el amor, intentó hacerla desvanecer con el exceso pasional del sexo..." fue el primer escrito que recuerdo haberle leído, era tan raro, tan... poco a poco empezamos a frecuentarnos, la pasaba bien con él, las tardes de interminables choros, las risas, los alcoholes juntos y sus besos me hacían sentir diferente, aún no lo amaba. Nunca me pedía algo más que aquello que no quisiera darle y sin darme cuenta me entregué a él en una explosión de ternura y pasión que terminó con un orgasmo compartido a tiempo. A esta vez se sucedieron otras cada vez mejores. Nos complacía el placer del otro. Dábamos rienda suelta a nuestras fantasías. En la cama éramos sexo—dependientes, nuestras manos eran libres al igual que las lenguas que nos recorrían de principio a fin, mis senos se hacían sensibles a su tacto, no existía orificio que no fuese penetrado, chupado o dactilizado. Recorríamos cualquier rincón del mundo, su casa, mi casa, el coche, la universidad o un jardín; cualquier lugar era propicio para el encuentro carnal...
“Y Dios le hizo el amor, intentó hacerla desvanecer en el exceso pasional del sexo...".
Nuestros amigos al darse cuenta nos aconsejaban —¡cuídense!— nunca lo hicimos, vivíamos extasiados en eso que llaman amor. Y al paso del tiempo, sucedió:
— No me ha bajado— le dije bastante espantada con el sudor en las manos.
— Vamos a esperar una semana— contestó como en premonición de lo que sabía vendría.
Llegó el plazo acordado entre angustias, sobresaltos y delirios de persecución fuimos a unos laboratorios donde, después de los análisis, se corroboraron nuestras sospechas:
— ¿Qué vamos a hacer?
— No lo sé... Si lo tengo afectaría mi carrera, mis padres pondrían el grito en el cielo. ¿Si lo aborto?
— Tal vez... ¡Cómo me gustaría poder tenerlo!— se alejó triste, el encuentro con la realidad le espantaba. Como respuesta se coló en la noche a mi cuarto nos entregamos con ternura indescriptible, tan despacio, tan... seductivamente consternados.
Por conducto de una amiga conocí el nombre de una inyección, sin pensarlo más, aborté. Lo incomprensible es que al otro día llegó él, Ego, corriendo y me dijo:
— Lamento no haber sido tan hombre para poderlo tener entre mis brazos pero, te amo más que nunca. Se abrazó a mí llorando, no sabía qué decirle... simplemente así era él.
El producto del pecado te llamaron. Tú eres eso, un error, sólo un error dentro de las relaciones de tus padres, los compromisos sociales y esa basura que llaman moral. Piensas que esa mano cariñosa fue la que aplicó la fuerza para ver tu caída desde el piso trece.
En este momento sientes como el aire disipa tu mente, la velocidad con la que caes es vertiginosa, sientes como la saliva baña tu barbilla en el intento de gritar:
— ¡Auxiiliiooo! ¡Qué no ven! ¡Ésta pendeja se acaba de dar un tiro! ¿¡Por qué lo hiciste!? ¡¿Por qué?! Grité con todas mis fuerzas mientras le metía un dedo en el agujero que había dejado la bala en su cabeza. La sangre salía como sus ideas, como esos sueños de libertad que tanto pregonaba.
Recuerdo, la conocí en una fiesta, ahí estaba yo tomándome unos alcoholes como siempre, tendría 15 años; ella entró con esa seguridad que tanto la caracterizaba, sus pantalones entallados permitían ver sus bien formadas nalgas. Ese porte la hacía lo más cercano a Dios. La firmeza de sus senos era espectacular y su larga cabellera negra resaltaba su palidez de muerto, muerto con ojos de fuego mieloso, muerto con fuego de vida.
— ¿Quién es?— pregunto turbado con mis hormonas aglutinándose en el pecho.
— Es Perséfone— Gora con una sonrisa maliciosa.
Mi dedo no cubre el hueco, es un pinche chorreadero. ¡Ayúdenme!
— Sexy— añade— son veintitrés años de tentación. Un trago de alcohol. — Lo que sea de cada cual es una vieja exquisita.
Continúa nuestra plática pero mi atención está en las curvas de ese cuerpo tan delicioso, en esos labios repletos de carne, besables de color negro. Mi mente sufría una fijación en cada uno de sus rasgos, los ojos con el delineado largo, esa palidez del inframundo que con el paso de las horas se iba transformando en una imagen del influjo alcohólico en mi cerebro que me prende... Y ella se da cuenta, me tiene en la vil y asquerosa luna. Lo sé. Me mira con la chispa del interminable jugueteo que produce el ligar. Creo que le gusto, al menos para esta noche. Verla moverse es como rayar el orgasmo con los ojos. Esas contorsiones al bailar me producen la sensación de estar frente a una serpiente mística, irreverente, grácilmente obscena, seductora, zigzagueante. Me tiene como un erecto imbécil... —¿Me escuchas?— Gora un poco enervado.
— Sí, por qué.
— Tenemos que irnos mañana hay que estar temprano en la prepa.
— Vámonos. Salimos sin despedirnos, sabíamos que la despedida son siempre unos cuantos drinks más. Al llegar al coche nos dimos cuenta que en nuestra graciosa huida olvidamos recoger las chaquetas, sin otra solución decidimos entrar de nuevo, en la puerta, recargada, la dadora de las estaciones del año me cuestiona:
— ¿Qué tanto me veías? Mi cuerpo no está tan bien.
— La verdad, no lo sé— me trabo al hablar. No estoy tan carita como para que ella me tome en cuenta. Estoy borracho y no coordino, es un juego de la mente...
— No sabes, si no me quitaste la mirada de encima toda la noche.
— Lo siento, no pensé que fuera tan molesto— en realidad mis ojos se deleitaron, pienso.
— La verdad es que no fue molesto, no me miraste con morbo sólo con un poco de deseo. Por eso te hablé, no siento malicia en ti... eso me gusta— se acerca y me da un beso tierno en la boca.
Soy un perfecto idiota, debí de hablarle durante el tiempo que la observaba, a esta hora ya estaríamos en la cama. Besa demasiado electrizante, se me está parando pero no siento deseo en exceso, es una sensación rara, su lengua se siente suave y el olor a vino...
— Gracias por el beso. Dame tu teléfono. Nos vemos en la semana. Me gustas.
— Momento chavo vas muy rápido. Soy Perséfone.
— Ya lo sabía. Soy Ego...
Intento meterle la materia viscosa, mezcla de sangre y de sesos pero me bato mientras me balanceo en hinojos como los changos cuando se sienten solos.
Los alebrijes se mecían al ritmo. Veía como las formas de estos seres mentales de papel, hijos de la fantasía, se fusionaban entrelazados colgando del techo. Sus uñas fustigaban mis pezones, ella ensartada daba sobresaltos avisando un orgasmo próximo. Se movía cadenciosamente a ritmo de blues, con una energía de amazona sobre su corcel. Sus secreciones bañaban mis gónadas hirvientes. Sus senos blandían sus botones que a contraluz eran la fuente de la vía láctea. Sus músculos vaginales se tensan, un segundo después yace sobre mí reposando. Continúo el movimiento de cadera, el roce del cuello de la matriz y mi frenillo en tres ocasiones provocan mi venida que nos baña... Esas criaturas de papel y pegamento se deleitan... El cansancio se apodera de ese cuarto:
— Has mejorado bastante— dijo en el intento de sonar sensual— lo mueves con fluidez.
— He mejorado, reconozco que nunca... tú sabes— estoy nervioso— bueno... eres la primera con la que he...de esta manera.
— ¡Cogido! Esa es la palabra correcta— interrumpe— a las cosas hay que decirles por su nombre. Hacer el amor es una estupidez, son sensiblerías— concluyó drástica al levantarse, caminaba con las nalgas sonrojadas al aire, chorreaba de la entre pierna.
En el tocador se reclinó para sacar "la grapa" con sumo cuidado, no le gustaba desperdiciar ni una partícula, la picaba deteniéndose a calentar las piedritas. Una vez hechas las líneas para los dos servía los tragos, tequila o whisky en las rocas era lo mejor. Me levanté. Los aspiradores estaban listos, mientras uno jalaba otro armaba los bazucos. Se notaban los ocho años de ventaja, su pudor iba más allá de la mojigatería. Se preocupaba por enseñarme lo banal de la drogadicción, lo pasajero del sexo y la trivialidad de los pensamientos de superación ante el deseo de alcanzar la libertad sea cual fuere el medio para rozarla siquiera. Tengo un mes de ser algo, su novio, su amante; el aprendiz de un juego que se llama vida.
Su materia gris es tan parecida a sus fluidos vaginales, dan ganas de lamer para alimentar mi filosofía. Nunca imagine ver sus ideas regadas entre el pasto.
— Kafka tiene razón el mal siempre tiene la forma de diálogo— se deja caer mientras la habitación se llena del olor de la coca quemada— así comenzó todo entre nosotros... no sé que hago contigo, definitivamente no eres un gran amante— acaricia con sus largos dedos el valle debajo de sus pechos. Me levanto para cambiar la música, The Church sería una gran elección, Reptile la describe tal cual es, se alimenta de los demás camuflajeándose con una sonrisa preámbulo del arte de roer los pensamientos hasta alcanzar el tuétano y provocar incertidumbre.
— Del diálogo nace el privilegio de dudar— asevero sin inmutarme.
— ¿Dudas?
— Por supuesto... de ti, de mí, de la oscuridad de esta relación que nos da todo y nos absorbe. De la soledad que me provoca tu sonrisa, de la melancolía de saber que algún día vamos a terminar destrozándonos; rompiendo nuestros huesos hasta triturarlos. ¿Lo vas a disfrutar?
— No lo sé... pero deberías irte, quiero estar sola.
Esa noche supe que me amaba, la perversidad del lado oscuro sucumbe a veces ante la ternura o lo que ella llamaba la resaca sexual. Sus ojos se han puesto blancos, su cuerpo se deja en el olvido al rocío de la madrugada. Por primera vez está flácida. Los animalitos se bañan en su sangre que desde hace un tiempo me alimenta.
Decidimos no divagar entre los antros y la perpetua oscuridad. Caímos en Rock Stock, la mezcla de Rock & Roll y alcohol era lo mejor para empezar la noche con ritos darkys, lapidar nuestros oídos mientras el vino penetraba una y otra vez en el clímax de embriagarnos. No juegues. El estímulo de las vibraciones hace que el otro yo se mueva al compás armónico, la estridencia suele ser lo mejor. En serio, no seas mamona, no juegues así. Nuestros cuerpos se entrelazan al paso de las horas. Tic tac. Nuestras escamas se levantan, la cadencia nos va orillando al acostumbrado faje en medio de la pista. Tic tac. Levántate para ser broma ya se pasó. Nuestras caderas simulaban el tan logrado cachondeo, me abrazaba como si de veras me quisiera, sentía sus falanges clavándose hirvientes en mi espalda imitando a los vaqueros que marcan a las reses, quería dejar huellas eternas. Mírala Gora se entrega sin recelo al placer de la muerte, ¡ayúdame! Tic tac. Ebrios al fin nos dirigimos a contemplar el amanecer al Valle del Silencio coche tras coche, en fila india, después de las paradas reglamentarias por más bebida, llegamos. Se formó el círculo para rendir pleitesía al dios fuego junto a la fogata. Las parejas, instituidas o de momento, gozaban con el preámbulo del amanecer en un lugar donde el olor del bosque nos obligaba a encontrar el equilibrio.
Salimos de la Caribe, como siempre no podía faltar el pericazo pero ese día nos sobrepasamos:
— ¿Sientes la tranquilidad? El sentimiento aterradoramente enternecedor que produce la pasiva convivencia de cada elemento de la naturaleza— dijo mientras extendía los brazos.
— No te entiendo.
— ¿No entiendes qué?
— Un día adoras la perversidad, el lado oscuro, la dualidad de todo ser humano y otro el silencio, la parte blanca, la ternura de la muerte de la noche.
— Toda muerte es tierna, horrendamente tierna. La muerte es libertad. Es olvidarse de los esquemas que traemos en la sangre y del azar de las situaciones que la vida nos pone enfrente para elegir el mejor camino. ¡Por qué si Dios nos dio el libre albedrío nunca nos enseño a no equivocarnos!— enfatiza acompañada del canto de los árboles.
— ¿Te has equivocado?
— Sí, creo que conocerte fue un error.
— ¿Por qué?— pregunté afligido.
— Porque vas a sufrir. Me tomas como tuya y no soy de nadie, ni mía.
— Eso no es cierto.
— Tan cierto como que me he enamorado de ti, de esa forma de ver la vida que hemos conjuntado, de nuestras pláticas, del romper la noche, de saberte mío.
— No sé que decir.
— Al menos deberías decir gracias.
— Gracias. Las plantas se despertaban unas a otras, el frío secaba la piel, el pasto se despejaba a la vez que una helada neblina caía sobre nuestras espaldas, a lo lejos los coyotes aullaban el himno de la noche, que se tambaleaba— Yo te quiero.
— Lo sé. Lo sé porque me dueles, siento tu olor dentro de mi cráneo, me marea, me acongoja, me atemoriza... desearía hacer un aquelarre en el más allá y llevarme tu miembro. Vas a sufrir.
— ¿Por qué lo dices?
— Voy a ser libre, recuperaré mi lugar en algún río del infierno.
— A veces... me desesperas— exaltado di la media vuelta cuando escuché una detonación, regresé sobre mis pasos estirando mis brazos para recibir el cuerpo en el letargo del sueño, todos sus sesos se regaban, su sangre alimentaba la tierra. Ella era presa de su propia libertad... a lo lejos los árboles cantaban una tonada de olvido, los coyotes aullaban el himno de la noche rota. ¡No juegues!... ¡es una broma!... ¡Te quiero por estúpida!... ¡Auxilio!
Durante tres días no supe de mí.
Nunca has disfrutado tanto la vista de la ciudad. Todo se ve mejor. La contaminación no parece tan amenazadora, suaviza los bordes de las banderas meciéndolas con la sutileza que produce el aire frío de invierno. El fantasma recorre esta ciudad que ha visto crecer a un pueblo entero dejando rastros en bellos monumentos, palacios, palacetes, catedrales con ángeles rechonchos y mirada pasiva, tallados en cantera, resoplando los secretos de los dioses naturales, del asombro; de la eterna convivencia que hoy hemos olvidado.
La gravedad provoca la reminiscencia, probablemente tus amigos son los que planearon este desenlace. Siempre dudaron de tus ideales, se reían de tus sueños, de la necesidad de no flaquear y evitar venderte al mejor postor. Nunca comprendieron que era vital enraizar los pensamientos y no dejarlos ir: ¡irónico pero entre más ideas sembrabas menos amigos se quedaban a compartir cada locura!
Sientes la decadencia fluir por tu cuerpo, lloras por lo que no hiciste y pudiste hacer. Las lágrimas se desintegran por la velocidad de tu caída, son gotas de vida que dejas escapar con el afán de renacer en algún lugar del mundo, en otro momento dónde no te atrapen las ideas de una generación que parece desvanecerse entre sonidos de autos y gritos de auxilio, cuando tu ciudad deje ese olor pútrido que nace cuando el hombre se alimenta del hombre, cuando sea más importante convertirse en ser humano.
Estás a punto de caer, ahora ya no es todo tan pequeño, la gente se arremolina para ver tu caída, son espectadores fríos... en un segundo yaces sobre el piso y la sangre fluye sobre la banqueta, los miembros de tu cuerpo parecen una maraña, se entrelazan en el último afán de tocarse para saber de su existencia, tus ojos se desorbitan, implorando un poco de ayuda, la sangre molida recorre cada centímetro de tu cerebro. Están aglutinados rostros desconocidos que te observan con morbo y satisfacción. Los recorres con la vista confundiéndose carne con ropas, colores de calzado, paras en alguien que te parece conocido y todo tu ser le intenta pedir ayuda pero... sonríe en pleno regocijo. Entusiasmado se acerca y te dice:
— ¡Enorme caída! ¡Buenísima! ¡Qué espectáculo!— aplaude— Nos vemos en el infierno.
Con la lucidez de la muerte te das cuenta que eres tu mismo quién te ha arrojado desde el piso trece.
viernes, 25 de enero de 2013
El deja vu del deja vu en mi mundo
E inconsciente trato de olvidar lo poco que queda de mi, y es que hay días en que no soy yo ni en el reflejo de la sombra sobre el asfalto... me he perdido con brújula en mano por el mundo que hay en tu espalda taciturna, de terciopelo, noctámbula y precisa: está donde debe estar... ahí -el mundo-.
Siento el deja vu existente tras la sonrisa de las mil noches, y al salir la luna le grito pedazos de un viejo poema que guardo en la memoria, nunca escrito por temor a la agonía de las palabras aprendidas de esta y otras vidas... y comienza el ciclo en mi cabeza, siempre en acordes menores, llenos de nostalgia, de cuando el mundo era un capullo congelado a punto de florecer preguntándose el por qué la vida cae flotando, despacia, como brisa en el amanecer del primero de los días -que siempre será igual en su consecución de meses, años, lustros, siglos-. Y revivo el deja vu que hay en la mirada de los cientos de estrellas que colgadas de sus alambres juegan a desplazarse en caída libre sobre la tierra, hilvanando la telaraña del destino y el porvenir, zurciendo el pasado en un presente continuo de sujetos haciendo el verbo: pensar que se piensa en lo que se ha dejado de pensar: navegar rompiendo las olas de los mares encontrados con las miles de lágrimas lloradas, y no secas, causales y caudales, numen de la erosión en la piel y las vetas y las minas, las arrugas, que no se cansan de sumar respiros y despidos, bienvenidas y letargos de sueño: mi dedo sobre tus labios escribiendo oraciones y versos, párrafos y cuartillas de un nuevo cuento que vive preso de sí mismo, explicándose sus líneas y preguntándose insistentemente cuál es el fin que hay en el principio y salvedad de su existencia, ¿será que es insoportable? - el tiempo-.
Indescriptible, me presento sobre tu cuerpo y lo veo como se mira lo imperceptible, no eres mi objeto ni soy el sujeto cognoscente, y en el en sí se ve envuelta mi alma, para sí probarte sin ningún complejo, y destilar el color que hay en cada visión de mi razón vencida por lógica del instinto y mis bestias muertas de hambre: podría dilucidar toda una vida sobre lo complejo de tus curvas y valles, y el trazo de tus líneas en el espacio... y mi dedo escribiendo la antítesis de mi pensamiento entre tus piernas, silogismo tras silogismo, va cediendo la piel a la sola idea del tacto, y la presencia se vuelve de cera derretida sobre tu vientre, gota a gota se hace presente el deja vu -el deseo-, mientras las palabras vuelan encendidas alrededor de tu cuerpo, dejando rastros por tus nalgas, tu cuello, tus labios, por tus senos. Y es que en la mirada se ve la otra vida que no hay en esta, la otra que dejamos al cierre de la carne, perenne en el limbo, en el deja vu de su propio mundo, tiempo y deseo... y es que en cada principio hay un final que viene escrito en el inconsciente que somos y que traemos con nosotros, dentro, tatuado en los genes, brincando, de hemisferio en hemisferio, en la cabeza; que trasmina entre los labios con la muerte de cada beso: que se despierta vivo cual cadáver exquisito, lleno de ritmo y sentido, -de sentimientos y de fin en sí mismo-.
Y es que inconsciente no hay nada que no haya vivido, aún estando perdido, noctámbulo y con el alma encendida, no existe un deja vu que no haya pisado mi mundo y deje somnolencias de algo próximo -el destino-.
miércoles, 9 de enero de 2013
Noche fantasma
Mientras desfilan los fantasmas escondidos tras la puerta de mi casa, despliego en mi imaginación las mil y un razones de tu ausencia, y lo que es mejor las mil y mil razones de mi olvido; y no hablo de dejar en el pasado las cosas del pasado, me refiero a irme perdiendo a lo largo del camino con vistas a un futuro tan ciertamente incierto, tan seguro estoy como que respiro -hablo de la certeza de la incertidumbre de mi insoportable necedad de ser yo a contra marea, a pesar de, sería tan fácil ser otro-.
Me parece fue ayer cuando rocé tus manos en un interminable diálogo de conjeturas erótico sensibles, y en mis ojos desmenuce la imagen de lo que sería tu cuerpo desnudo, la textura por debajo de tus senos, y lo duro de tus pezones al húmedo contacto de la punta de mi lengua... y es que era tan fácil moldearte a la luz del tacto para arrancarte el placer y llevarlo al vacío entre tus piernas. Seguro era un exorcismo donde sin fe alguna coleccionaba las figuras de tus santos y tus dioses; y le entregaba tu virgen a las bestias hambrientas, llenas de lujuria y deseo que habitan en mi vientre... ¿Cuántas veces nos dimos viejos al placer adolescente, repetido una y otra y una vez más? ¿No cincelamos con el vaivén de nuestras caderas el epitafio de nuestra tumba? "Aquí yace una pareja... que de tanto amarse se deshace, en una y uno, en una, sólo uno... derretido, absorto en el tiempo perdido, de sí, de nada y todo: vacío. Aquí yace un espacio -contradictorio-, vacío..."
Y veo el reflejo del horizonte sobre los cuerpos etéreos que desfilan por la ventana, salpicados de la continencia de la piel -esa que ya no tienen- y en brama, eternos insaciables hartos de la vigilia de esperar el roce de los labios o la ceñida de caderas; ¡pobres infelices! Tan llenos de recuerdos y tan faltos de elementos, con ganas de todo, con tantas ganas de olvido.
Parece que fue la noche de ayer, cuando apartaste mi boca de tus labios, y mi lengua se llenaba de nubes mientras recorría el sendero de tu vientre al cuello, y depositaba conceptos bajo tu piel, soliloquio y el placer de masturbarte con la mente y con la voz del otro que soy; herejía y blandir la bandera del amor y del sexo sobre el mismo Dios; idolatría e inmolar a cada virgen en tu hueco de placer; atardecer y la caída de mi verga una y otra vez dentro de tus montañas para apagar el día, y anochecer juntos; morir y no olvidar, recargando el vacío que siempre hay después de ti y de mi; morir y que se vaya todo a la mierda; y vivir, solo vivir... Olvidando, olvidándome de mi, tanto de mi como del otro que yace derretido y absorto, parado de pestañas, de vigilias, juntando la nada y las escamas de su piel recortada... el otro perdido de sí y vacío.
Me uno al desfile de los sin cuerpo, de los etéreos, se puede vivir y ser fantasma, se puede ser fantasma y habitar tras la puerta de mi casa, tan seguro estoy como que fuello oxígeno y clarea mi mañana -vacía-.
miércoles, 2 de enero de 2013
Prólogo prolongado de actores y navegantes
Hay veces que el corazón no contesta aunque le marques a deshoras, seguido se olvida de que existo y me deja como animal nocturno; hambriento, desolado y merodeando entre las sombras de los mares de fuego frío que proyecta la luna, sombras ahogadas de penas, desasosiego, varadas y llenas de tanto vacío que trae consigo la caída del sol, en las vísperas de la muerte de cada día.
Y es hermoso saber que tengo oídos sordos a los ídolos falsos que me invento sobre el tapete cuadrangulado que he ido armando de mi vida, mis mentiras carecen de tanta veracidad, que lejos de ser ficciones inventadas se transforman en una simple realidad, de claroscuros torneados, de luces espectantes y de escenarios vacíos esperando por los actores, el vestuario y la escenografía... ¿Cuántas veces te inventé un sueño con el único afán de dibujar una sonrisa sobre tu rostro incrédulo? Demasiadas, tantas que me olvidé de mentirme de vez en cuando para seguir viviendo sobre los surcos y pliegues sobre tu rostro. Y es que es cierto, en cada mentira piadosa fui arrastrándome a mi fin, ¿cuántas veces dejé mis ganas bajo el colchón con tal de complacerte y agendé la venida blanca de mis entrañas para el hueco desierto de tu apretado calendario? Eso no era humano, sólo la parte contradictoria de un ingenuo enamorado. Real, la vida es aciaga de tiempos blandos, como tu pecho repleto de vida y tan angosto y taciturno en las épocas fértiles; sin embargo que bien sabía al ponerle los labios encima, rodear con frases húmedas su aureola hasta lograr colgarte el orgasmo en el cuello, para que despacio bajará hasta tu vientre, que entre palpitaciones olvidaba lo enredado de nuestros mundos separados, por los gustos y los años, por amor a lo profano y el desdén a lo sagrado...
Y es que hay veces que el corazón no responde ni cuando respiro ni cuando me acuerdo de tu nombre plagado de incertidumbre y de ríos anchos donde navegantes mis ideas naufragaron en delirios... cómo el de la otra noche cuando me acorde de las líneas de tu cuerpo rompiendo el lienzo del espejo, de las fustas del deseo interminables rompiendo las olas de tus corrientes internas, del remanso tras la batalla de mi quilla, donde nos remontábamos al origen de la cuaderna donde nace tu esencia femenina, ¿acaso no la sal y la espuma se fundían sobre las arenas del tiempo, a contracorriente?
Tal vez por eso mi corazón es una animal nocturno, que merodea tras la presa suculenta, aquella que fibrila y piensa, canta y llora, actúa y sueña... de aquella que navega por demás perdida en los mares del olvido, y que en tormentas reminiscentes se crece ante la insoportable necedad del ser y la nada, consciente de sus escenarios viejos y de las luces apagadas, de sus mutis y soliloquios de cuarta... por eso mi corazón merodea en el teatro de las sombras para que mi alma jamás despierte por la mañana.
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Ilustraciones de Alma de Juguete por: Enrique Zaragoza
Este soy yo...
DE MI han dicho...Nació envuelto en la terrible sospecha del ser humano —él siempre quiso ser árbol, águila o imagen tras el espejo— un 13 de diciembre de 1972, en la ciudad más avasallante y más hermosa del mundo: el Distrito Federal.Desde pequeño creció con lunas en los dedos e ideas itinerantes colgando del cabello, ávido lector de tiras cómicas y de cuentos infantiles permitió a los seres mágicos, divinos y leviatanes arrullarse en su cama tras el profundo canto de las sirenas.Creció, y mientras decidía que hacer de su vida, en cada luna llena besaba las almohadas imaginando al amor de su vida. Por fin, una mañana decidió estudiar derecho, algo que le salió muy chueco porque abandonó la carrera para estudiar periodismo, dando por concluidos tales estudios en el PART, a la vez que rocanroleaba como oso en brama tras una batería.Años más tarde decidió llevar la música en sus adentros y trabajo como negro en la redacción del departamento de cultura de Radio Educación (de vez en cuando se aventaba un palomazo como productor del programa “Su casa y otros viajes”), todo esto sucedía mientras estudiaba un diplomado de Literatura y Periodismo en Casa LAMM. Las letras —aún las de pago— siempre le han perseguido, al igual que la radio, por tanto, trabajo como productor de la serie “Impulso Humano” en Radio Universidad, no sin antes pasar por la Subdirección de Logística Informativa del GDF, algunas agencias de publicidad y la coordinación de medios de IH, A.C.Por fin, el 12 de noviembre del 2005, su destino le alcanzó y se puso a escribir como secretaria ejecutiva después de una huelga, y dio a luz a varios chamacos, y con el único fin de darle de comer a su prole, actualmente se dedica al desarrollo de documentación administrativa para diferentes empresas y alguno que otro trabajo de producción en audio (es cierto, en México vivir de las letras, que no sean de pago, está de la China Hada).Por cierto, el nombre de sus chamacos son:* El eterno idilio entre las mariposas y las hormigas, 2007.* La caída de la luna, 2006. Noveleta rosa.* Alma de juguete (anhelos para el niño que nunca debiéramos olvidar), 2006. Cuentos ¿infantiles?* Egomanias y la Llantitos (cuento – lógia), 2006. Recopilación de 20 años de cuentos darkys y existenciales.La mayor parte de las veces me llaman ¡Hijo de la chingada! ¡o de tu madre!, bueno, la mía... aunque últimamente me he aficionado a ese término tan común y que sólo me sabe si proviene de sus labios y que juntos creemos es para toda la vida (chance y para algunas más).En fin, que de mi la gente puede decir todo y a la vez nada, tengo muchos nombres, lo cierto es que tengo buen corazón aunque lo disfrace de mil y un calamidades...